Cómo comer para disminuir un gen de la metástasis

La traducción de este texto viene de la mano de nuestra voluntaria Tamara Amor.

Las mujeres con cáncer de mama deberían incluir “un consumo generoso de vegetales crucíferos”.

Tanto el estudio Women’s Intervention Nutrition Study como el Women’s Health Initiative demostraron que las mujeres a quienes les dieron una dieta baja en grasas mejoraron la tasa de supervivencia frente al cáncer de mama. Sin embargo, en el estudio Women’s Healthy Eating and Living, también se les asignó aleatoriamente a mujeres con cáncer de mama a reducir su consumo de grasa, esta vez a un 15-20 % de las calorías, pero no se observó ninguna diferencia significativa en recaídas ni en mortalidad por cáncer de mama tras 7 años.

Siempre que hay un resultado inesperado, hay que preguntarse si los participantes siguieron las instrucciones del estudio al pie de la letra. Por ejemplo, si se asigna aleatoriamente a personas a dejar de fumar y terminan con la misma tasa de cáncer de pulmón que quienes no recibieron esa instrucción, una de las posibilidades es que el grupo al que se le pidió dejar de fumar no lo hiciera. En el estudio Women’s Healthy Eating and Living, tanto el grupo de intervención como el grupo de control comenzaron con una dieta que contenía alrededor de un 30% de calorías provenientes de grasa. Luego, se le indicó al grupo de dieta que redujera esa cifra al 15-20%. Al final del estudio, pasaron del 28,5% al 28,9% de grasa, como se muestra en el minuto 1:16 del video El alimento que puede disminuir el gen de la mestástasis. Como no redujeron su ingesta de grasa, no es de extrañar que no experimentaran ningún beneficio contra el cáncer de mama.

Cuando se reúnen todos los estudios sobre el efecto de una dieta baja en grasa en la supervivencia al cáncer de mama, incluso contando el estudio defectuoso, se observa una reducción en el riesgo de recaída y en el riesgo de muerte. En conclusión, seguir una dieta baja en grasa tras un diagnóstico de cáncer de mama “podría mejorar la supervivencia al reducir el riesgo de recurrencia”. Hoy puede que sepamos por qué: al actuar sobre las células cancerosas que inician la metástasis a través del receptor de grasa CD36.

Sabemos que este receptor que propaga el cáncer se estimula con grasa saturada. ¿Hay algo en la dieta que pueda disminuir su expresión? El brócoli.

El brócoli parece reducir la expresión del CD36 hasta en un 35% (en ratones). Entre todas las frutas y verduras, solo los vegetales crucíferos como el brócoli se asociaron con una reducción significativa del riesgo total de cáncer, y no solo de su aparición inicial, como se muestra en el minuto 2:19 del video.

Las personas con cáncer de vejiga que comen brócoli también parecen vivir más que quienes no lo hacen, y lo mismo ocurre con pacientes con cáncer de pulmón que consumen más vegetales crucíferos.

Por ejemplo, como se muestra en el minuto 2:45 del video, al cabo de 1 año, alrededor del 75% de los pacientes con cáncer de pulmón que comían más de una ración diaria de vegetales crucíferos seguían vivos (la línea roja superior), mientras que la mayoría de quienes consumían menos de media ración al día ya habían fallecido (la línea verde inferior).

Lo mismo sucede para el cáncer de ovario. El consumo de vegetales crucíferos “favoreció la supervivencia de forma significativa”, mientras que “el consumo de carne mostró una desventaja en la supervivencia”. La leche también pareció duplicar el riesgo de fallecimiento. En el minuto 3:21 del video se muestran los gráficos de supervivencia. A los 8 años, alrededor del 40% de las pacientes con cáncer de ovario que consumían carne o leche todos los días habían fallecido (la línea más gruesa, abajo), frente a solo un 20% de aquellas que comían estos alimentos como mucho unas pocas veces por semana (la línea más tenue, arriba).

Es posible que la grasa y el colesterol de la carne aumentaran los niveles de estrógeno circulante, o que se deba a las hormonas del crecimiento o a los carcinógenos que contiene. Además, la galactosa, el azúcar presente de forma natural en la leche, podría ser tóxica para los ovarios. Los lácteos también contienen sus propias hormonas. Sin embargo, tanto la reducción del riesgo con el brócoli como el aumento del riesgo con la carne y los lácteos son coherentes con el mecanismo del receptor CD36 en la propagación del cáncer.

Este enfoque se puso a prueba con pacientes con cáncer de páncreas avanzado, a quienes se les administraron brotes de brócoli pulverizados o un placebo. La tasa media de mortalidad fue menor en el grupo del brócoli en comparación con el grupo placebo. Después de 1 mes, el 18% del grupo placebo había fallecido, pero ninguno en el grupo del brócoli. A los 3 meses, otro 25% del grupo placebo había fallecido, pero seguía sin haber muertes en el grupo del brócoli. A los 6 meses, el 43% de los pacientes restantes del grupo placebo había muerto, junto con el primer 25% del grupo del brócoli. Por desgracia, aunque las cápsulas eran iguales a la vista, los pacientes podían distinguir cuál eran las del tratamiento por el olor y sabor característicos del brócoli pulverizado. Por lo tanto, no se puede descartar un posible efecto placebo. Además, los pacientes no fueron debidamente asignados al azar, “porque muchos se negaron a participar a menos que estuvieran en el grupo de tratamiento”. Es comprensible, pero eso debilita los resultados. Aun así, un poco de brócoli no hace daño y podría ser beneficioso. La ausencia de efectos negativos del brócoli es lo que lleva a recomendar su “consumo libre” en mujeres que están en tratamiento por cáncer de mama.

Lo mismo ocurre con la reducción de grasa saturada. El título de un editorial en una revista del Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos preguntaba: “¿Es hora de recetar una dieta baja en grasa a las pacientes con cáncer de mama?” “Aunque aconsejar a las mujeres seguir una dieta saludable tras el diagnóstico de cáncer de mama está justificado para la salud general, los datos actuales aún no prueban que esto reduzca el riesgo de recurrencia y mortalidad por cáncer de mama”. Pero ¿qué se pierde con intentarlo? Después de todo, sigue siendo una recomendación válida para la salud general.

Key Takeaways

    • Dos estudios importantes (Women’s Intervention Nutrition y Women’s Health Initiative) concluyeron que una dieta baja en grasas mejora la supervivencia al cáncer de mama. Otro estudio, Women’s Healthy Eating and Living, no encontró beneficios, aunque es posible que las participantes no hayan seguido las instrucciones indicadas.
    • Una revisión de los estudios disponibles respalda que seguir una dieta baja en grasas tras el diagnóstico de cáncer de mama reduce el riesgo de recaída y muerte, al actuar sobre las células iniciadoras de metástasis a través del receptor de grasa CD36.
    • La grasa saturada podría favorecer la propagación del cáncer al estimular el receptor CD36, mientras que los vegetales crucíferos como el brócoli podrían inhibirlo. En ratones, el brócoli redujo su expresión hasta en un 35%.
    • El consumo de vegetales crucíferos se asocia con una mayor supervivencia en pacientes con distintos tipos de cáncer, como el de vejiga, pulmón y ovario, mientras que un mayor consumo de carne y lácteos se relaciona con peores resultados.
    • Aunque un estudio sobre brotes de brócoli en pacientes con cáncer de páncreas tuvo limitaciones metodológicas, los primeros resultados mostraron una menor tasa de mortalidad en el grupo del brócoli, lo que respalda su uso recomendado por sus posibles beneficios y riesgos mínimos.

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