Perder 90 kg sin pasar hambre

La traducción de este texto viene de la mano de nuestra voluntaria María José.

Me sumerjo en una de las series de estudios más fascinantes que he encontrado.

Cualquiera puede perder peso comiendo menos. Cualquiera puede adelgazar pasando hambre. Sin embargo, las dietas que te hacen pasar hambre rara vez son sostenibles, ya que las punzadas de hambre nos empujan a comer. Con las dietas bajas en calorías nos sentimos insatisfechos y no quedamos saciados. Tenemos cierto nivel de control voluntario, por supuesto, pero nuestros instintos profundamente arraigados pueden acabar imponiéndose.

Por ejemplo, podemos aguantar la respiración conscientemente. Prueba ahora. ¿Cuánto tiempo puedes aguantar antes de que los mecanismos de autoconservación de tu cuerpo tomen el control y se impongan a tu intención deliberada de no respirar? Nuestro cuerpo vela por nuestros intereses y es demasiado inteligente como para permitir que nos asfixiemos, o que nos matemos de hambre, en este caso. Sin embargo, si nuestro cuerpo fuera realmente tan inteligente, ¿cómo podría permitirnos que nos volviéramos obesos? ¿Por qué nuestro cuerpo no se da cuenta cuando tenemos sobrepeso y nos da un margen de maniobra para bajar de peso? Tal vez nuestro cuerpo es muy consciente y está tratando activamente de ayudar, pero de alguna manera estamos socavando esos esfuerzos. ¿Cómo podríamos probar esta teoría para ver si eso es cierta?

Muchas variables influyen en la elección de qué comemos y cuánto. “El proceso de comer implica una intrincada mezcla de consideraciones fisiológicas, psicológicas, culturales y estéticas”. Para eliminar todo eso y ceñirse únicamente a la variable fisiológica, los investigadores de la Universidad de Columbia diseñaron una serie de experimentos famosos utilizando un “dispositivo dispensador de alimentos”. El término “alimentos” se usa de forma muy amplia aquí. Como se puede ver en el punto temporal 02:02 de mi video Perder 90 kg sin pasar hambre, la máquina de alimentación de los investigadores era un tubo conectado a una bomba que suministraba un sorbo de fórmula líquida insípida cada vez que se pulsaba un botón. Se indicó a los participantes en la investigación que comieran tanto o tan poco como quisieran en cualquier momento. De esta manera, comer se reducía al simple impulso básico de saciar el hambre. Sin los adornos habituales de la “sociabilidad”, la ceremonia de la comida y los placeres del paladar, ¿cuánto se vería impulsada a comer la gente?

Si ponemos a una persona con un peso normal en este escenario, ocurre algo extraordinario. Día tras día, semana tras semana, guiados únicamente por su hambre, comen exactamente lo que necesitan, manteniendo perfectamente su peso, como se muestra a continuación y en el punto 02:36 de mi video.

Necesitaban alrededor de 3000 calorías al día, y eso es precisamente lo que se proporcionaban sin saberlo. Su cuerpo parecía saber intuitivamente cuántas veces debían pulsar ese botón, como se ve aquí y en el punto 02:48 de mi video.

Si ponemos a una persona con obesidad en ese mismo escenario, sucede algo aún más sorprendente. Impulsados solo por el hambre, sin el placer de comer, se quedan muy por debajo, con una ingesta de solo 275 calorías al día en total. Podían comer tanto como quisieran, pero simplemente no tenían hambre. Es como si su cuerpo supiera lo mucho que pesaban de más, por lo que disminuyó su impulso de hambre natural a casi nada. Un participante comenzó el estudio con más de 180 kg y perdió peso de forma constante. Después de 252 días bebiendo el líquido insípido, perdió 90 kg, como se puede ver aquí y en el punto 03:35 de mi video.

Este descubrimiento innovador se interpretó en un principio en el sentido de que la obesidad no está causada por algún tipo de trastorno metabólico que impulse a las personas a comer en exceso. De hecho, el estudio sugería todo lo contrario. Comer en exceso parecía ser una función del significado que la gente atribuía a la comida “aparte de su uso como combustible”, ya fuera como fuente de placer o tal vez como alivio del aburrimiento o el estrés. De esta manera, la obesidad parecía más psicológica que física. Sin embargo, los experimentos posteriores con la máquina de alimentación volvieron a darles la vuelta a estas concepciones.

Cuando los investigadores duplicaron de forma encubierta la concentración calórica de la fórmula administrada a los participantes del estudio delgados, estos redujeron inconscientemente su consumo a la mitad para continuar manteniendo a la perfección su peso, como se ve aquí y en el punto 04:24 en mi video. Su cuerpo detectó de alguna manera el cambio en la carga calórica y envió señales al cerebro para que presionara el botón con la mitad de la frecuencia para compensar. ¡Increíble!

Sin embargo, cuando se hizo lo mismo con las personas con obesidad, nada cambió. Continuaron comiendo mucho menos de lo necesario, como antes. Su cuerpo parece incapaz de detectar el cambio en la carga calórica o reaccionar a él, lo que sugiere una incapacidad fisiológica para regular la ingesta, como se muestra a continuación y en el punto 04:40 de mi video.

¿Podría ser que el cerebro de las personas con obesidad sea de alguna manera insensible a las señales internas de saciedad? No sabemos si es causa o efecto. Tal vez es por eso por lo que son obesos en primer lugar, o tal vez el cuerpo sabe lo obeso que está y apaga su impulso de hambre independientemente de la concentración de calorías. De hecho, los participantes con obesidad continuaron perdiendo peso constantemente comiendo de la máquina, independientemente de la concentración de calorías y los alimentos que se dispensaban, como se puede ver aquí y en el punto 05:19 de mi video.

Sería interesante ver si recuperaron la capacidad de responder a los cambios en la ingesta de calorías una vez que alcanzaron su peso ideal. En cualquier caso, ¿qué podemos aplicar de estos estudios notables para facilitar la pérdida de peso en el mundo real? A continuación exploraremos justamente esa cuestión.

Key Takeaways

    • Las dietas de hambre son insostenibles porque los instintos naturales de hambre acaban imponiéndose a la fuerza de voluntad, de manera similar a cómo no podemos contener voluntariamente la respiración de forma indefinida.
    • Cuando se eliminan todas las influencias no fisiológicas, los individuos delgados parecen regular de manera natural la ingesta de alimentos para mantener el peso, lo que sugiere una capacidad innata para detectar las necesidades calóricas.
    • Las personas con obesidad, cuando se las somete a las mismas condiciones, comen drásticamente menos de lo necesario basándose solo en el hambre, lo que implica que sus cuerpos reconocen el exceso de peso y suprimen el apetito.
    • Sin embargo, sus cuerpos no logran ajustar la ingesta cuando cambia la concentración de calorías, lo que apunta a una posible disfunción fisiológica en la señal de la saciedad, no solo factores psicológicos.

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