La traducción de este texto viene de la mano de nuestra voluntaria María Clara Bori.
El “gen de la gordura” es responsable de menos del uno por ciento de la diferencia en la masa corporal de las personas.
Hasta la fecha, se han vinculado alrededor de cien marcadores genéticos con la obesidad. Sin embargo, en conjunto, son responsables de menos del tres por ciento de la diferencia en el índice de masa corporal (IMC) de las personas. Quizás hayas escuchado hablar del “gen de la gordura”, conocido como FTO, es decir el gen asociado a la adiposidad y la obesidad, por sus siglas en inglés. Es el gen más fuertemente vinculado a la obesidad, pero es responsable de menos del uno por ciento de la diferencia en el IMC de las personas, tan solo un 0,34 por ciento.
Como menciono en mi video El papel de los genes en la epidemia de obesidad, el FTO codifica una proteína en el cerebro que pareciera afectar nuestro apetito. ¿Eres una de las miles de millones de personas que tienen los genes susceptibles del FTO? En realidad, no importa, porque pareciera que estos genes afectan muy poco el consumo de las personas, tan solo unos cientos de calorías extra por año. El desequilibrio energético responsable de la epidemia de obesidad se acerca más a unos cientos de calorías extras por día, y ese es el gen que conocemos hasta ahora que genera el mayor impacto. Las probabilidades de predecir el riesgo de obesidad con certeza basándonos en el FTO son “apenas más altas que lanzar una moneda y ver de qué lado cae”. En otras palabras, no, esos genes no te hacen engordar.
Cuando hablamos de obesidad, el poder de nuestros genes no se compara con el poder de nuestros tenedores. Incluso la pequeña influencia del gen FTO pareciera ser aún menor en las personas que se mantienen físicamente activas y podría desaparecer por completo en las personas que llevan dietas más saludables. El gen FTO pareciera afectar solamente a aquellos que consumen dietas más altas en grasas saturadas, las cuales encontramos más que nada en la carne, los lácteos y la comida chatarra. Las personas con dietas más sanas no parecieran tener mayor riesgo de aumentar de peso, incluso habiendo heredado el “gen de la gordura” de ambos padres.
Desde el punto de vista fisiológico, el estado del gen FTO no pareciera afectar la capacidad de bajar de peso. Desde el punto de vista psicológico, saber que se tiene un mayor riesgo genético de ser obeso podría motivar a las personas a llevar vidas y dietas más saludables, pero otros podrían rendirse con una actitud fatalista y conformarse a creer que esta condición es “de familia”, como puedes ver a continuación y en el minuto 2:11 de mi video. Es cierto que la obesidad puede ser hereditaria, pero también lo son las dietas insanas.
Comparar el peso de hijos biológicos y adoptados podría ayudarnos a discernir el impacto del estilo de vida versus la genética. Se comprobó que los niños que se crían con dos padres biológicos con sobrepeso tienen 27% mayor probabilidad de tener sobrepeso a su vez, mientras que los niños adoptados por dos padres con sobrepeso tienen 21% mayor probabilidad de tener sobrepeso. Entonces, vemos cómo la genética nos afecta, pero este descubrimiento sugiere que el contexto del niño pesa más que su ADN.
Uno de los ejemplos más drásticos del poder de la dieta sobre el ADN es el de los indígenas Pima de Arizona. Como puedes ver a continuación y en el minuto 3:05 de mi video, no solo cuentan con las tasas de obesidad más altas del mundo, sino también las tasas de diabetes más altas. Esto se ha correlacionado con su composición genética relativamente eficiente para utilizar la energía. Puede que su mayor capacidad de almacenar calorías les haya resultado muy útil en las épocas de escasez cuando vivían a base de maíz, frijoles y zapallos, pero cuando “se pobló” esa zona, los nuevos pobladores desviaron el río Gila, su fuente de agua potable. Los sobrevivientes de la consecuente hambruna debieron dejar atrás su dieta tradicional para vivir de los planes estatales de alimentación, y se dispararon los índices de enfermedades crónicas. Mismos genes, distinta dieta, distintos resultados.
De hecho, se dio un experimento natural. Los Pima que vivían del otro lado de la frontera con México comparten el mismo material genético, pero pudieron conservar un poco más su estilo de vida tradicional, con los alimentos más comunes como los frijoles, las tortillas de harina de trigo y las patatas. Mismos genes, pero siete veces menos casos de obesidad y alrededor de cuatro veces menos casos de diabetes. Puedes ver dichos gráficos a continuación y en los minutos 3:58 y 4:02 de mi video. Puede que los genes carguen el arma, pero la dieta jala el gatillo.
Claramente, ¡no va en los genes! Nuestros genes no cambiaron repentinamente hace 40 años. Aunque, al mismo tiempo, en cierto modo sí podría considerarse que está todo en los genes. Es la temática del siguiente video, La teoría genética de la supervivencia del más gordo.
Es el segundo video de una serie de 11 sobre la epidemia de obesidad. Si te perdiste el primero, visita El papel de la dieta y el ejercicio en la epidemia de obesidad.