¿Deberíamos responsabilizarnos por la epidemia de obesidad?

La traducción de este texto viene de la mano de nuestra voluntaria Tamara Amor.

El poder del entorno alimentario de “comer más” puede superar nuestros controles conscientes.

Las empresas de alimentos y bebidas presentan el peso corporal como “una cuestión de elección personal”. Incluso cuando no estamos distraídos, el poder del entorno alimentario de “comer más” a veces puede superar nuestro control sobre la alimentación. Una mirada alrededor de la sala en una convención de dietistas puede decirte que incluso los profesionales de la nutrición son vulnerables a la ubicuidad comercializada de calorías sabrosas, baratas y convenientes. Esto sugiere que hay aspectos de nuestros comportamientos alimenticios “que desafían la comprensión personal o están por debajo de la conciencia individual”, y pasan desapercibidos en nuestra consciencia. Los fisiólogos del apetito llaman al resultado de estas acciones subconscientes “sobrecosumo pasivo”.

¿Recuerdas ese estudio de escáner cerebral donde el pensamiento de un batido activaba las mismas vías de recompensa en el cerebro que el abuso de sustancias? Estas se descadenaban solo por la imagen de un batido. En el cerebro se libera dopamina, lo que activa los antojos y nos motiva a comer. Sabemos que es solo una imagen, pero nuestro cerebro primitivo lo ve como supervivencia. Es solo una respuesta reflejo sobre la cual tenemos poco control, por lo que los mercadólogos se aseguran de que haya imágenes de batidos y sus equivalentes por todas partes.

Como discuto en mi video El papel de la responsabilidad personal en la epidemia de obesidad, mantener un equilibrio entre las calorías que ingresan y las que se queman parece una serie de actos voluntarios bajo control consciente, pero puede ser más similar a funciones corporales como parpadear, respirar, toser, tragar o dormir. Puedes intentar ejercer control sobre cualquiera de estos, pero en gran medida, ocurren de forma automática, impulsados por mecanismos antiguos.

Los anuncios de alimentos no son los únicos omnipresentes, también lo es la comida. Los tipos de establecimientos que venden productos alimenticios se expandieron de manera drástica en las décadas de 1970 y 1980. Ahora, puedes encontrar dulces y refrigerios en “estaciones de gasolina, tiendas de materiales de construcción, tiendas de repuestos de automóviles, farmacias y tiendas de muebles para el hogar”, y muchas más. El mayor minorista de alimentos en los Estados Unidos es Wal-Mart. En la sociedad moderna puedes obtener esa descarga de “dopamina y sensación de hambre inducidos de forma artificial” en cada esquina. Todos los días, enfrentamos este desafío.

También se ha vuelto “socialmente aceptable comer en cualquier momento del día y en cualquier lugar, en los coches, en la mano, en la calle, en lugares donde antes nunca se aceptaba comer”. Nos hemos convertido en una sociedad de refrigerios. Las máquinas expendedoras están en todas partes. Los episodios diarios de comida parecen haber aumentado en alrededor de una cuarta parte desde finales de la década de 1970, de 4 a 5 ocasiones al día, lo que podría explicar el doble del aumento calórico atribuido al aumento del tamaño de las porciones. Los refrigerios y las bebidas por sí solos podrían representar la mayor parte del excedente calórico implicado en la epidemia de obesidad.

Piensa en los niños. Tratamos de hacer lo mejor para nuestros hijos, modelamos hábitos saludables y los alimentamos de forma saludable, pero luego se aventuran en un verdadero tornado de comida chatarra y mensajes manipuladores. Un comentario en The New England Journal of Medicine decía, “¿por qué los esfuerzos del Sr. y la Sra. G. para proteger a sus hijos de enfermedades que amenazan la vida deben ser socavados por campañas masivas de marketing de los fabricantes de comida chatarra?” Ahora se incentiva a los pediatras a tener la “conversación sobre las papas fritas” con los padres en la visita de control del niño sano a los 12 meses, en lugar de esperar hasta que los niños tengan 2 años, aunque también podría ser demasiado tarde. Como puedes ver a continuación y en mi video en el minuto 3:35, dos tercios de los bebés son alimentados con comida chatarra antes de cumplir su primer año.

El Dr. David Katz lo dijo mejor en la Harvard Health Policy Review, “aquellos que sostienen que la responsabilidad parental o personal debería prevalecer a pesar de estas tentaciones ambientales podrían considerar las implicaciones de generalizar el principio. Tal vez los niños deberían ser alentados, pero no obligados, a asistir a la escuela y ser tentados cada mañana con alternativas, como autobuses al circo, al zoológico o a la playa”.

Puede ser útil dar un paso atrás y pensar en lo que está en juego aquí. No hablamos solo de ser manipulados para comprar una marca diferente de pasta de dientes. La pandemia de obesidad ha resultado en millones de muertes y sufrimiento incalculable. Si aún no estás enfadado, prepárate para mi próximo video: El papel de la influencia corporativa en la epidemia de obesidad.

Este es el noveno video de una serie de 11 partes. Si te perdiste los anteriores, échale un vistazo a las publicaciones relacionadas más abajo.

Key Takeaways

    • A pesar de nuestros esfuerzos conscientes por controlar nuestros comportamientos alimentarios, aspectos de nuestro consumo pueden ocurrir de manera subconsciente, impulsados por señales biológicas y ambientales. Este sobreconsumo pasivo puede llevar a la ingesta de calorías excesivas sin plena conciencia.
    • La presencia omnipresente de anuncios de alimentos y la disponibilidad de productos alimenticios en establecimientos, desde estaciones de gasolina hasta tiendas de mejoras para el hogar, contribuyen a un entorno inducido por la dopamina que desencadena antojos y señales de hambre, lo que dificulta resistir el exceso de comida y mantener un equilibrio entre la ingesta y el gasto de calorías.
    • Comer y tomar refrigerios de forma constante se ha convertido en un comportamiento socialmente aceptable en cualquier momento y lugar, lo que contribuye a un aumento en los frecuencia y cantidad de ingestión de alimentos. Las máquinas expendedoras y los refrigerios disponibles a toda hora y en cualquier lugar exacerban aún más el excedente calórico implicado en la epidemia de obesidad.
    • Los niños son más vulnerables a la influencia del marketing de alimentos y los factores ambientales. A pesar de los esfuerzos de los padres por promover hábitos alimentarios saludables, los niños están expuestos a una avalancha de marketing de comida chatarra y a menudo consumen alimentos no saludables desde una edad temprana.
    • Si bien la responsabilidad personal se enfatiza a menudo al abordar la obesidad, la influencia omnipresente del marketing de alimentos y los factores ambientales complica los esfuerzos individuales para tomar decisiones saludables. Reconocer las influencias sociales más amplias en los comportamientos alimentarios es esencial para desarrollar estrategias efectivas para abordar la epidemia de obesidad.

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