La traducción de este texto viene de la mano de nuestra voluntaria Victoria Rodríguez.
Las típicas explicaciones que suelen dar la industria alimentaria y los políticos sobre la causa de la epidemia de obesidad, como la inactividad o la falta de fuerza de voluntad, no solo son falacias erróneas, sino que son muy dañinas.
La obesidad no es nueva, pero la epidemia de obesidad sí. Pasamos de unos pocos reyes y reinas corpulentos, como Enrique VIII o Luis VI (conocido como Louis le Gros o “Luis el Gordo”), a una pandemia de obesidad, ahora considerada “la amenaza a la salud pública más grave y peor contenida de nuestro tiempo”. Como se puede ver a continuación y en el minuto 0:34 de mi video El papel de la dieta y el ejercicio en la epidemia de obesidad, alrededor del 37 % de los varones estadounidenses y del 41 % de las mujeres estadounidenses tienen obesidad, lo cual no tiene un final a la vista. Algunos informes anteriores habían indicado que al menos el aumento de la obesidad se estaba frenando, pero ese no parece ser el caso. Del mismo modo, habíamos pensado que la obesidad infantil estaba mejorando “después de 35 años de malas noticias sin parar”, pero las malas noticias continúan. Los índices de obesidad infantil y de adolescentes han seguido aumentando, y ahora llegan a la cuarta década.
Durante el siglo pasado, la obesidad parece haber aumentado diez veces, de aproximadamente 1 de cada 30 a 1 de cada 3, pero no fue un aumento constante. Como se ve a continuación y en el minuto 1:15 de mi video, algo parece haber sucedido a fines de la década de 1970, y no solo en los Estados Unidos, sino en todo el mundo. La pandemia de obesidad se disparó casi al mismo tiempo en la mayoría de los países de ingresos altos en los años setenta y ochenta. El hecho de que el rápido aumento “apareció casi simultáneamente” en todo el mundo industrializado indica que hubo una causa común. ¿Cuál podría haber sido ese desencadenante?
Cualquier posible motivo que podría haber favorecido esto tendría que ser de naturaleza global y “coincidir con el repunte de la epidemia”. Por lo tanto, el cambio debería haber comenzado hace unos 40 años y haberse extendido rápidamente por todo el mundo. Veamos cómo cuadran las diversas teorías. Por ejemplo, como puedes ver a continuación y en el minuto 1:55 de mi video, algunos han culpado a los cambios en la construcción de nuestro entorno, los cambios en la planificación de las ciudades que han hecho que nuestras comunidades estén menos predispuestas a caminar, andar en bicicleta y salir a hacer compras. Sin embargo, eso no cumple con nuestros criterios para una causa creíble porque no hubo un cambio universal y simultáneo en todos los vecindarios en ese período.
Cuando los investigadores hicieron una encuesta a cientos de políticos, la mayoría consideraba que la epidemia de obesidad se debía a la “falta de motivación personal”. ¿Ven el poco sentido que eso tiene? En los Estados Unidos, por ejemplo, la obesidad se disparó en toda la población a fines de la década de 1970, como se ve a continuación y en el minuto 2:26 de mi video. Concuerdo con los investigadores que decían que “es inverosímil que todos los sectores de la población , de todas las edades, sexos y grupos étnicos, con enormes diferencias en su experiencia de vida y su actitud, presentaran una disminución simultánea en la fuerza de voluntad en relación con la alimentación saludable o el ejercicio”. Más plausible que un cambio global en la naturaleza de nuestro carácter sería algún cambio global en la naturaleza de nuestra vida.
La industria alimentaria culpa a la inactividad. “Si todos los consumidores hicieran ejercicio”, dijo el director general de PepsiCo, “la obesidad no existiría”. Coca-Cola fue un paso más allá y gastó 1,5 millones de dólares para crear la Red Global de Balance Energético para minimizar el papel de la alimentación. Luego se filtraron correos electrónicos que demostraban que la compañía había planeado usar esa pantalla para “que sirviera como un ‘arma’ para ‘cambiar la conversación’ sobre la obesidad en su ‘guerra’ con la salud pública”.
Esta táctica es tan frecuente entre las compañías de alimentos y bebidas que incluso tiene un nombre: leanwashing (lavado de imagen delgada). Seguro has oído hablar del lavado de imagen verde o greenwashing, con el que las empresas engañosamente pretenden ser respetuosas del medioambiente. Leanwashing es el término utilizado para describir a las empresas que intentan posicionarse como si estuvieran ayudando a resolver la crisis de obesidad cuando, en realidad, contribuyen directamente a provocarla. Por ejemplo, la compañía de alimentos más grande del mundo, Nestlé, renovó su imagen como la “empresa líder mundial en nutrición, salud y bienestar”. Sí, ese Nestlé, fabricante de Cookie Crisp y, a lo largo de la historia, más de 100 marcas diferentes de dulces, como Butterfinger, Kit Kat, Goobers, Gobstoppers, Runts y Nerds. Otro de sus lemas es “Good Food, Good Life” (Buena comida, buena vida). Sus Raisinets (pasitas con chocolate) pueden tener algo de fruta, pero creo que Nestlé se parece más a Willy Wonka que a una fuente de bienestar.
El excesivo énfasis corporativo en la inactividad física parece estar funcionando. En respuesta a una pregunta de la encuesta de Harris, “¿Cuáles crees que son las principales razones por las que la obesidad ha aumentado?”, una “gran mayoría, el 83 %, eligió la falta de ejercicio, mientras que solo el 34 % eligió el consumo excesivo de calorías ”. En realidad, “la confusión sobre el efecto del ejercicio en el balance energético” se ha identificado como “uno de los conceptos erróneos más frecuentes sobre la obesidad”. La comunidad científica “ha llegado a una conclusión bastante decisiva” de que los factores que rigen la ingesta de calorías afectan más el equilibrio calórico general. El problema está más en nuestra comida rápida que en nuestros movimientos en cámara lenta.
“Hay un debate considerable en la literatura científica sobre si la actividad física tiene algún papel en la epidemia de obesidad que arrasa al mundo desde la década de 1980”. El aumento de la ingesta calórica por persona es más que suficiente para explicar la epidemia de obesidad en los Estados Unidos y en el resto del mundo. De hecho, en todo caso, el nivel de actividad física en las últimas décadas ha aumentado ligeramente tanto en Europa como en América del Norte. Irónicamente, esto podría ser el resultado de la energía adicional que se necesita para moverse con un cuerpo más pesado, lo que lo convierte en una consecuencia del problema de la obesidad y no en la causa.
Sin embargo, “el ejercicio formal solo representa una pequeña parte del gasto de energía diario total derivado de la actividad física. Piensa cuánto más trabajo físico solían hacer las personas en el trabajo, en la granja o incluso en el hogar. No es solo el cambio de obreros a oficinistas. El aumento de la automatización, la informatización, la mecanización, la motorización y la urbanización han contribuido a estilos de vida cada vez más sedentarios durante el siglo pasado. Pero ese es el problema con la teoría. Los cambios laborales y la llegada de los dispositivos que nos ahorran trabajo “han sido graduales y, en gran parte, anteriores al alarmante aumento de peso reciente que se ha observado en todos los países desarrollados en las últimas décadas”. Las lavadoras, las aspiradoras y el Ford T se inventaron antes de 1910. De hecho, cuando se puso a prueba esta cuestión utilizando métodos de vanguardia para medir la energía que entra y que sale, fue la ingesta calórica, no la actividad física, lo que predijo el aumento de peso con el tiempo.
La frecuente idea equivocada de que la obesidad se debe principalmente a la falta de ejercicio quizás no solo sea una falacia benigna. Las teorías personales de la causalidad parecen influir en el peso de las personas. Aquellas personas que culpan al ejercicio insuficiente son significativamente más propensas a tener sobrepeso que aquellas que lo vinculan con una mala alimentación. Si los ponemos en una habitación con chocolate, se puede observar de forma encubierta que quienes creen que la falta de ejercicio causa obesidad consumen más dulces. Sin embargo, quienes sostienen esa opinión pueden ser diferentes en otros aspectos. No se puede probar la relación de causa y efecto hasta que se la pone a prueba. De hecho, como se puede ver a continuación y en el minuto 7:22 de mi video, las personas aleatorizadas a leer un artículo que culpaba a la inactividad comieron significativamente más dulces que aquellas que leyeron sobre investigaciones que culpaban a la alimentación. En un estudio similar se determinó que las personas a quienes se les habían presentado investigaciones que culpaban a la genética comieron significativamente más galletas. El artículo se titulaba “An Unintended Way in Which the Fat Gene Might Make You Fat” (Una forma imprevista en la que el gen de la gordura podría hacerte engordar).
Cuando comencé a escribir Comer para no engordar, sabía que entender “lo que desencadenaba la epidemia de la obesidad” iba a ser una pregunta importante que debía encarar. ¿Era la inactividad (como los niños que pasan el tiempo sentados, jugando a los videojuegos)? ¿Era la genética? ¿Era la epigenética (algo que activaba nuestros genes de gordura)? ¿O era simplemente la comida? ¿Comenzamos a comer más grasas de repente? ¿Más carbohidratos? ¿Más alimentos procesados? ¿O tan solo estábamos comiendo más en general, debido al tamaño más grande de las porciones o a debido a comer más snacks? Las mentes curiosas querían descifrarlo.
Este video es el primero de una serie de 11 videos para responder esta pregunta, que inicialmente publiqué en forma de seminario web en 2020. Puedes verlos todos en las publicaciones relacionadas más abajo.