La traducción de este texto viene de la mano de nuestra voluntaria María Clara Bori.
Casi un cuarto de los estadounidenses ya han sido infectados con el parásito cerebral toxoplasma.
El Toxoplasma es un parásito cerebral que puede llegar a infectar a un millón de estadounidenses cada año, siendo así “uno de los principales causantes de enfermedades graves de transmisión alimentaria en Estados Unidos”. Casi un cuarto de los adultos y adolescentes en Estados Unidos ya han sido infectados. Si una mujer embarazada se contagia, los efectos podrían ser devastadores. Sin embargo, para la mayoría de las personas que tienen un sistema inmunitario saludable, estos parásitos simplemente se ponen cómodos dentro el cerebro y sobreviven manteniendo un equilibrio perfecto con el sistema inmunitario. Están ahí, esperando pacientemente a que te enfermes, para que tu sistema inmune baje la guardia, y así desplegar todo su poder y extenderse por todo el cerebro. De hecho, “la infección es letal en el caso de una persona con VIH/SIDA”, por ejemplo.
Pero en el caso de individuos saludables, que no están cursando un embarazo, el parásito simplemente se asienta ahí con vistas a “quedarse a largo plazo, potencialmente de por vida, en el cerebro de individuos y animales saludables” (mientras el cerebro lo mantiene bajo control) “sin consecuencias clínicas significativas”. O eso se creía hasta ahora. Como postulo en mi video El toxoplasma es un parásito cerebral manipulador de transmisión alimentaria, “esta ausencia de sintomatología explícita alimentó la visión de que los quistes tisulares y los bradizoitos que alojan” (es decir, los quistes cerebrales que forman los parásitos) “son entidades inactivas”. Sin embargo, los descubrimientos más recientes “desafían la noción de que las infecciones crónicas por toxoplasma no tienen consecuencias. Cada vez más pruebas sugieren que la presencia de una infección crónica podría contribuir a la patogénesis [el desarrollo] de diversas enfermedades neurológicas, entre ellas la esquizofrenia, la epilepsia y algunos trastornos neurodegenerativos”. No suena nada bien.
Estos efectos podrían no ser una consecuencia directa de la acción del parásito, sino más bien “de un nivel bajo de inflamación en el cerebro infectado”. De todas maneras, no suena nada bien. Exploremos estos nuevos datos que tiene a los neurólogos tan preocupados, estudiemos estrategias para no infectarnos y, si eres parte del 25% de estadounidenses ya infectados, establezcamos qué se puede hacer para mantener los efectos al mínimo.
Hace más de un siglo que se sospecha que las infecciones podrían desempeñar un papel importante en la salud mental. Un artículo publicado en 1896 en la guía Scientific American planteaba la pregunta: “¿Es la demencia producto de un microbio?”. Pues bien, “durante millones de años, los parásitos han alterado el comportamiento de sus anfitriones”.
Piensa en los diabólicos efectos del virus de la rabia, que “suele transmitirse a través de la saliva cuando nos muerde un animal. Entonces, tiene sentido que, para facilitar su transmisión, un virus se aloje específicamente en el sistema límbico del cerebro y haga que su víctima, un Firulais inofensivo, se transforme en un Cujo perverso. Pero los parásitos cerebrales pueden hacer mucho más que activar y desactivar comportamientos. “Algunos parásitos pueden adaptarse para tomar el control absoluto sobre sus anfitriones”, como el famoso caso de las “hormigas zombi”. Existen hongos que esclavizan a los insectos anfitriones y los hacen morir en una postura específica, que favorece que las esporas fúngicas se dispersen con el viento”. Aquí debajo o en el minuto 3:06 de mi video, puedes ver la cabeza de una hormiga manipulada, colonizada por las hifas del hongo. “Las hormigas infectadas con este hongo… mueren de manera traumática”. Una vez que la hormiga se encuentra en la postura adecuada, “antes de morir, empiezan a morderse y se enganchan en la superficie de alguna planta”, para darle estabilidad al hongo mientras libera las esporas desde la cabeza de la hormiga y hace crecer un tallo largo, como puedes ver debajo y en el minuto 3:30 de mi video. ¡¿Puedes creerlo?!
Hay más casos como este. Por ejemplo, algunos parásitos acuáticos “hacen que diversos insectos anfitriones (como grillos, hormigas) se ahoguen a sí mismos para que el parásito adulto pueda reproducirse en el agua. Algunos parasitoides hacen que las abejas se entierren vivas a sí mismas, o que las arañas construyan capullos aéreos para proteger a las larvas parasitoides que se están desarrollando…”. Se trata de avispas parasitoides que ponen sus huevos en el abdomen de las arañas. En la noche que la larva se va a comer a la araña hasta salir (“la noche que asesinará a su anfitrión”), la larva usa a la araña como marioneta y la hace construirle su casita. Espeluznante, ¿verdad?
Pero estos son insectos con cerebros simples. Seguro que los parásitos cerebrales no podrían afectar el comportamiento de animales superiores, ¿verdad? Eso nos lleva al toxoplasma.
“Se sabe que el Toxoplasma manipula el comportamiento de sus huéspedes para aumentar la probabilidad de que un depredador los capture”. Por ejemplo, el toxoplasma puede reproducirse en los gatos, pero ¿cómo hace para pasar del cerebro de un ratón infectado al de un gato? Puede apropiarse del cerebro del ratón y “modificar su miedo innato al olor de los gatos y, por el contrario, hacerles sentir atracción”. El parásito hace que el ratón desarrolle una atracción fatal hacia los gatos. Buenas noticias para el parásito, no tanto para el ratón.
Sé lo que estás pensando: ¿qué tiene que ver con los transtornos mentales humanos? En primer lugar, ¿cómo evito la infección? Este video forma parte de una serie sobre el parásito toxoplasma. Los otros son: