Cómo la generosidad podría ayudarte a vivir más y más feliz

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Donar tiempo y dinero no solo es bueno para el mundo, también puede ser bueno para nuestra salud.

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A continuación una aproximación al contenido del audio de este video. Para ver los gráficos, tablas, imágenes o citas a los que Dr. Greger se refiere, ve el video más arriba. La traducción y edición de este contenido ha sido realizada por Ángela Graña Varela.

Muchas cosas dan felicidad, desde comer a recibir dinero. Pero, cuanto más experimentamos cierta dosis de placer, menos placer nos proporciona. A esto se le llama “adaptación hedónica”. La primera onza de chocolate sabe mejor que la última. ¿Cómo podemos aumentar el bienestar de la población de forma sostenible?

¿Qué tal al hacer cosas buenas? A finales de los años 80, empezaron a salir informes sobre el “colocón del ayudante”, una sensación de euforia, alegría y aumento de energía, después de ayudar de forma desinteresada, seguido de calma y serenidad. Ese “colocón” podría ser como el subidón tras hacer ejercicio intenso. Hay gente escéptica sobre el “colocón del ayudante”, ya que se puede expresar una generosidad falsa por un deseo egoísta de sentirse bien consigo mismo. Como dijo este autor: “Quizás no sea un accidente que estos detractores suelen parecen egoístas, gruñones, refunfuñones, malhumorados, cascarrabias,…”. Se niegan a sí mismos
los beneficios emocionales que obtienes al ayudar a otros, y, por tanto, no sienten la felicidad y euforia que forman parte del “colocón del ayudante”.

Los comportamientos prosociales, hacer algo para beneficiar a otro, es una parte fundamental de la sociedad. El que una comunidad prospere depende de que sus miembros cooperen unos con los otros y ayuden a quien lo necesite. El papel clave del comportamiento prosocial tiene apoyo científico que muestra que niños de incluso 3 años de edad prestan atención a las acciones
pro y antisociales de otros y prefieren a personas prosociales. También hay evidencia de que la generosidad provoca felicidad en niños pequeños. A los 2 años, los niños son más felices regalando sus dulces a otros que al recibirlos ellos mismos. Y, si están regalando su propio dulce, ¡son aun más felices! Al crecer, gastar dinero en otra gente parece hacernos felices, mientras que gastarlos en nosotros quizás no.

Para que estos comportamientos cooperativos hayan continuado en la evolución de la especie, debe existir algún mecanismo biológico que apoye estas acciones prosociales, a pesar del costo inherente para la persona. Al mostrar empatía hacia otras personas, experimentamos un aumento en la “hormona del amor”, la oxitocina. El subidón que sentimos puede hacer que queramos dar más, y crear un círculo virtuoso. En un estudio, se infusionó a los participantes con oxitocina o placebo y se les pidió que decidieran sobre cómo repartir un dinero con un desconocido. Quienes recibieron la oxitocina fueron un 80% más generosos. La amabilidad puede afectarnos a nivel epigenético.

¿Puede una intervención de 4 semanas reducir la expresión de una firma genética relacionada con el estrés? Se conoce como la “respuesta a la adversidad transcripcional conservada” (CTRA), y se caracteriza por un aumento en la expresión de genes proinflamatorios y la inmunodepresión experimentada al tener una reacción de alarma al estrés. Las personas aleatorizadas a ser amables con otras en lugar de consigo mismas experimentan una reducción en la expresión de los genes del estrés.

Entonces, ¿estas intervenciones simples podrían aumentar el bienestar sostenible? Eso parece. Algo tan sencillo como recordar un día en que compraste algo para alguien puede hacerte sentir más feliz y el efecto es circular. El gasto prosocial aumenta la felicidad, lo cual promueve más gasto prosocial. Y, en lugar de aburrirte
de siempre lo mismo, en este caso, al ser amable con otros, la adaptación parece ser más lenta. Por cinco días, unas cien personas o recibieron dinero para gastarlo en ellas mismas o para gastarlo en otra persona. Quienes lo recibieron para sí mismas estaban felices, pero, recibir lo mismo para gastar en ti mismo cada día se vuelve repetitivo. Acabaron adaptándose. Sin embargo, quienes gastaban en otros experimentaron niveles de felicidad constantes que no disminuyeron con el tiempo.

El beneficio de la generosidad parece universal sin importar edad, género o ingresos, e incluso los escépticos que no creyeron que serían más felices dando acabaron siendo más felices por ello. También en diferentes culturas. El bienestar proveniente de regalar podría ser un aspecto psicológico universal. Según una encuesta de 136 países, regalar se asocia con mayor felicidad en todo el mundo, lo que sugiere que la gratificación que sentimos al ayudar podría ser algo fundamental de la naturaleza humana.

Y el beneficio podría ir más allá de la felicidad. El sentido común sugiere que los autocuidados o “darse un capricho” es la mejor forma de reducir el estrés y promover una buena salud física, pero la evidencia parece mostrar que enfocarnos en otros (comportamiento prosocial en vez de enfocado en uno mismo) nos hace estar más sanos. Por ejemplo, los adultos mayores
que regalaron su tiempo haciendo voluntariado
en dos o más ONG tenían tasas de mortalidad
cinco veces más bajas que quienes apenas hacían
voluntariado o nada. Es una diferencia enorme. Y este riesgo tanto más bajo de muerte prematura ocurre incluso después de controlar las variables de confusión como la capacidad física, afiliaciones religiosas o apoyo social. Así que, en vez de desear ser felices por arte de magia, ¿por qué no caer directos en sus brazos y ayudarnos tanto a la sociedad como a nosotros mismos?

Considera ser voluntario/a para ayudar en la página web.

A continuación una aproximación al contenido del audio de este video. Para ver los gráficos, tablas, imágenes o citas a los que Dr. Greger se refiere, ve el video más arriba. La traducción y edición de este contenido ha sido realizada por Ángela Graña Varela.

Muchas cosas dan felicidad, desde comer a recibir dinero. Pero, cuanto más experimentamos cierta dosis de placer, menos placer nos proporciona. A esto se le llama “adaptación hedónica”. La primera onza de chocolate sabe mejor que la última. ¿Cómo podemos aumentar el bienestar de la población de forma sostenible?

¿Qué tal al hacer cosas buenas? A finales de los años 80, empezaron a salir informes sobre el “colocón del ayudante”, una sensación de euforia, alegría y aumento de energía, después de ayudar de forma desinteresada, seguido de calma y serenidad. Ese “colocón” podría ser como el subidón tras hacer ejercicio intenso. Hay gente escéptica sobre el “colocón del ayudante”, ya que se puede expresar una generosidad falsa por un deseo egoísta de sentirse bien consigo mismo. Como dijo este autor: “Quizás no sea un accidente que estos detractores suelen parecen egoístas, gruñones, refunfuñones, malhumorados, cascarrabias,…”. Se niegan a sí mismos
los beneficios emocionales que obtienes al ayudar a otros, y, por tanto, no sienten la felicidad y euforia que forman parte del “colocón del ayudante”.

Los comportamientos prosociales, hacer algo para beneficiar a otro, es una parte fundamental de la sociedad. El que una comunidad prospere depende de que sus miembros cooperen unos con los otros y ayuden a quien lo necesite. El papel clave del comportamiento prosocial tiene apoyo científico que muestra que niños de incluso 3 años de edad prestan atención a las acciones
pro y antisociales de otros y prefieren a personas prosociales. También hay evidencia de que la generosidad provoca felicidad en niños pequeños. A los 2 años, los niños son más felices regalando sus dulces a otros que al recibirlos ellos mismos. Y, si están regalando su propio dulce, ¡son aun más felices! Al crecer, gastar dinero en otra gente parece hacernos felices, mientras que gastarlos en nosotros quizás no.

Para que estos comportamientos cooperativos hayan continuado en la evolución de la especie, debe existir algún mecanismo biológico que apoye estas acciones prosociales, a pesar del costo inherente para la persona. Al mostrar empatía hacia otras personas, experimentamos un aumento en la “hormona del amor”, la oxitocina. El subidón que sentimos puede hacer que queramos dar más, y crear un círculo virtuoso. En un estudio, se infusionó a los participantes con oxitocina o placebo y se les pidió que decidieran sobre cómo repartir un dinero con un desconocido. Quienes recibieron la oxitocina fueron un 80% más generosos. La amabilidad puede afectarnos a nivel epigenético.

¿Puede una intervención de 4 semanas reducir la expresión de una firma genética relacionada con el estrés? Se conoce como la “respuesta a la adversidad transcripcional conservada” (CTRA), y se caracteriza por un aumento en la expresión de genes proinflamatorios y la inmunodepresión experimentada al tener una reacción de alarma al estrés. Las personas aleatorizadas a ser amables con otras en lugar de consigo mismas experimentan una reducción en la expresión de los genes del estrés.

Entonces, ¿estas intervenciones simples podrían aumentar el bienestar sostenible? Eso parece. Algo tan sencillo como recordar un día en que compraste algo para alguien puede hacerte sentir más feliz y el efecto es circular. El gasto prosocial aumenta la felicidad, lo cual promueve más gasto prosocial. Y, en lugar de aburrirte
de siempre lo mismo, en este caso, al ser amable con otros, la adaptación parece ser más lenta. Por cinco días, unas cien personas o recibieron dinero para gastarlo en ellas mismas o para gastarlo en otra persona. Quienes lo recibieron para sí mismas estaban felices, pero, recibir lo mismo para gastar en ti mismo cada día se vuelve repetitivo. Acabaron adaptándose. Sin embargo, quienes gastaban en otros experimentaron niveles de felicidad constantes que no disminuyeron con el tiempo.

El beneficio de la generosidad parece universal sin importar edad, género o ingresos, e incluso los escépticos que no creyeron que serían más felices dando acabaron siendo más felices por ello. También en diferentes culturas. El bienestar proveniente de regalar podría ser un aspecto psicológico universal. Según una encuesta de 136 países, regalar se asocia con mayor felicidad en todo el mundo, lo que sugiere que la gratificación que sentimos al ayudar podría ser algo fundamental de la naturaleza humana.

Y el beneficio podría ir más allá de la felicidad. El sentido común sugiere que los autocuidados o “darse un capricho” es la mejor forma de reducir el estrés y promover una buena salud física, pero la evidencia parece mostrar que enfocarnos en otros (comportamiento prosocial en vez de enfocado en uno mismo) nos hace estar más sanos. Por ejemplo, los adultos mayores
que regalaron su tiempo haciendo voluntariado
en dos o más ONG tenían tasas de mortalidad
cinco veces más bajas que quienes apenas hacían
voluntariado o nada. Es una diferencia enorme. Y este riesgo tanto más bajo de muerte prematura ocurre incluso después de controlar las variables de confusión como la capacidad física, afiliaciones religiosas o apoyo social. Así que, en vez de desear ser felices por arte de magia, ¿por qué no caer directos en sus brazos y ayudarnos tanto a la sociedad como a nosotros mismos?

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Gráficos de Avo Media

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