La traducción de este texto viene de la mano de nuestra voluntaria Victoria Rodríguez.
Igual que la industria tabacalera, que agrega más nicotina a los cigarrillos, la industria alimentaria emplea ingenieros del sabor con un objetivo similar: aumentar al máximo la irresistibilidad de sus productos.
La plaga de muertes a causa del tabaco no se debió solo a la fabricación y comercialización masivas de cigarrillos baratos. Las tabacaleras buscaron activamente hacer sus productos aún más deseables rociando las hojas de tabaco con nicotina y aditivos como el amoníaco para “aumentar el efecto de la nicotina”. La industria alimentaria emplea ingenieros del sabor para lograr un objetivo similar: aumentar al máximo la irresistibilidad de sus productos.
El sabor es el factor principal a la hora de elegir alimentos. “La sal, el azúcar y la grasa se utilizan como las tres direcciones de la brújula” para producir una “hiperpalatabilidad” “superestimulante” a fin de tentar a las personas a comprar impulsivamente y consumir compulsivamente. Los alimentos están diseñados intencionalmente para pescar nuestros desencadenantes evolutivos y romper cualquier barrera biológica que ayude a “mantener el consumo dentro de los límites razonables”.
La industria alimentaria es un gran negocio. La industria de alimentos procesados genera más de 2 billones de dólares al año. Eso les otorga el poder económico para manipular no solo los perfiles de sabor, sino también las políticas públicas y la investigación científica. Las industrias alimentaria, del alcohol y del tabaco han usado tácticas desagradables similares: bloquear las regulaciones de salud, adueñarse de las organizaciones profesionales, crear organizaciones fachada y distorsionar la ciencia. Esas jugadas corporativas no deberían sorprender mucho, dados los lazos corporativos que hay en común. Por ejemplo, en un momento Philip Morris era dueño tanto de Kraft como de Miller Brewing.
Como se puede ver a continuación y en el minuto 1:45 de mi video El papel de la influencia de las corporaciones en la epidemia de obesidad, en un solo año, la industria alimentaria gastó más de 50 millones de dólares para contratar cientos de integrantes de grupos de presión para influenciar la legislación. La mayoría eran “reincidentes”, es decir, exempleados del gobierno federal en la puerta giratoria entre la industria y sus reguladores, que podían impulsar los intereses corporativos desde adentro para que se los recompensara con cómodos trabajos en grupos de presión después de su “servicio público”. Al año siguiente, la industria adquirió una nueva arma: el castigo junto a todos esos premios. El 21 de enero de 2010, el fallo de la Corte Suprema de Citizens United, con 5 votos contra 4, les permitió a las corporaciones gastar cantidades ilimitadas de dinero en anuncios de campaña para destruir a cualquiera que se atreviera a oponerse. No es de extrañar que nuestros cargos electos hayan evitado tanto la confrontación y nos hayan dejado en gran medida con un gobierno de la industria alimentaria, regido por la industria alimentaria y para la industria alimentaria.
En el resto del mundo, existe una dinámica similar. Los débiles pedidos de la comunidad de la salud pública para que se cumplan las normas voluntarias no solo generan peleas salvajes contra los cambios significativos, sino también enormes acuerdos comerciales transnacionales e inversiones extranjeras que “consolidan las protecciones de las ganancias de la industria alimentaria” en toda la legislación nacional de cada país.
La influencia comercial deshonesta se extiende a las asociaciones médicas. De forma similar a los anuncios de cigarrillos de antaño: “justo lo que me recetó el médico”, como se puede ver a continuación y en el minuto 3:05 de mi video, la American Academy of Family Physicians (Academia Estadounidense de Medicina General) aceptó millones de la empresa Coca Cola para “desarrollar contenido educativo para el consumidor sobre las bebidas y los edulcorantes”.
En la primera línea, se utilizan grupos de base falsos para enmascarar el mensaje corporativo. Por ejemplo, RJ Reynolds creó Get Government Off Our Back, con las memorables siglas GGOOB (“Quitémonos al gobierno de encima”), “una organización fachada creada por la industria del tabaco para luchar contra la regulación”. Americans Against Food Taxes (Estadounidenses contra los impuestos a los alimentos) también podría llamarse Food Industry Against Food Taxes (Industria alimentaria contra los impuestos a los alimentos). El poder de las organizaciones que actúan de fachada es suficiente para unir a acérrimos rivales corporativos: la Sugar Association (Asociación del Azúcar) y la Corn Refiners Association (Asociación de Refinadores de Maíz) se unieron a la National Confectioners Association (Asociación Nacional de Confiteros) para asociarse a Americans for Food and Beverage Choice (Estadounidenses a favor de opciones alimentarias y de bebidas).
Con otra táctica exitosa de la industria tabacalera, las organizaciones fachada de investigación pueden usarse para desvirtuar el proceso científico al moldear o suprimir los datos científicos que se desvían de la agenda corporativa. Un ejemplo es la historia de las grasas trans. Los fabricantes de alimentos no solo “han negado durante mucho tiempo que las grasas trans se asocian a enfermedades”, sino que “trabajaron activamente para limitar las investigaciones sobre las grasas trans” y “desacreditar hallazgos potencialmente perjudiciales”.
¿A qué costo? El número global de muertes por alimentos ricos en grasas trans, grasa saturada, sal y azúcar es de 14 millones por año. La incapacidad de los países de todo el mundo para cambiar el curso de la obesidad “no es un fracaso de la fuerza de voluntad individual; es un fracaso de la voluntad política para enfrentar a las grandes empresas”, dijo la directora general de la Organización Mundial de la Salud. Y agregó: “Es un fracaso de la voluntad política para enfrentarse a las poderosas industrias de alimentos y refrescos”. Terminó su discurso de apertura ante la National Academy of Medicine (Academia Nacional de Medicina) titulado “Obesidad y diabetes: una catástrofe en cámara lenta” con estas palabras: “Los intereses del público deben tener prioridad sobre los intereses de las corporaciones”.
Causa rabia, ¿no? Para resumir mi respuesta a la pregunta de qué desencadenó la epidemia de obesidad: fue la comida. Termino la serie con este video: El papel del entorno alimentario tóxico en la epidemia de obesidad.
Esta publicación es parte de una serie de 11. Si te perdiste las anteriores, échale un vistazo a las publicaciones relacionadas más abajo.
Y, si te interesa el tema político, te invito a ver estos videos:
- La industria alimentaria usa las tácticas de la industria tabacalera
- Por qué fumar en 1956 es como comer en 2019
- Flashback Friday: La industria del azúcar intenta manipular a la ciencia
- La industria alimentaria quiere que el público esté confundido sobre la nutrición
- Lección política sobre el poder de la industria alimentaria