¿Cómo es posible que la ingesta de proteína animal pueda aumentar el riesgo de obesidad infantil?

Animal Protein, Pregnancy, and Childhood Obesity

Image Credit: Max Pixel. Esta imagen ha sido modificada.

Si un grillo embarazado se encuentra con una araña lobo, sus huevos empollarán, y mostrarán más comportamientos contra depredadores. Como consecuencia de esto, serán capaces de sobrevivir mejor a los ataques de la araña lobo. El grillo madre parece ser capaz de avisarles del peligro cuando aún están dentro de él, para que puedan adaptarse por adelantado al contexto exterior. Incluso pasa con las plantas también. Si cuidas de dos plantas genéticamente idénticas, con una al sol y otra a la sombra, la planta que estaba al sol produce semillas que crecen mejor al sol, y viceversa, aunque ambas sean genéticamente idénticas. A esto se le llama la epigenética, o que los factores externos cambien la expresión de los genes. Las crías de topillo que nacen en invierno tienen pelo más denso, porque las madres son capaces de comunicarse con los bebés en el útero y decirles que nazcan con más pelo. Con nosotros pasa lo mismo. ¿Sabes cuando hay personas con diferente tolerancia al frío y se acaban creando verdaderas “batallas” para dormir? ¿Aire acondicionado o no? ¿Abrimos una ventana? No solo se trata de genética. Tenemos más o menos glándulas sudoríparas dependiendo de si nacimos en los trópicos o en un lugar frío. 

¿Qué tendrá que ver todo esto con la dieta? Como explico en mi video Proteína animal, embarazo y obesidad infantil, lo que una mujer embaraza come o deja de comer puede alterar permanentemente la biología del bebé, con respecto a qué genes se activan o no durante su vida. ¿Qué pasó con los niños que nacieron en el periodo de hambruna de 1944 y 1945 en Holanda provocado por los nazis? Pues que tuvieron tasas más altas de obesidad 50 años más tarde. La expresión genética de estos bebés se reprogramó al nacer para un mundo con hambruna en el que hacía falta conservar las calorías al máximo. Claro que para cuando terminó la guerra, el ser propenso a guardar grasa dejó de ser útil. Lo que come una mujer embaraza no solo ayuda a determinar el peso del bebé al nacer, sino también su peso como adulto. 

Por ejemplo, la ingesta materna de proteína durante el embarazo podría desempeñar un papel importante en la epidemia de obesidad, pero no se trata solo de la proteína. “La proteína de fuentes de origen animal, sobre todo la carne, podría aumentar el riesgo de tener un hijo son sobrepeso si se consume durante el embarazo…”. Al principio, los investigadores pensaron que podría ser el IGF-1, una hormona de crecimiento que se ve potenciada con el consumo de alimentos de origen animal. Esta podría aumentar la producción de tejido adiposo, pero el aumento de peso estaba más relacionado con la carne que con los lácteos. Cada ración diaria de carne durante el tercer trimestre de embarazo provoca un aumento de un 1% en la masa adiposa del niño a los 16 años. Podría aumentar el riesgo de que se vuelva obeso más adelante, y no importa cuántas calorías coma o cuánto ejercicio haga. No se encontró la misma relación con la ingesta de leche, aunque se supone que también aumenta los niveles de IGF-1.

Quizá sean los obesógenos, unos químicos que podemos encontrar en la carne y que estimulan el crecimiento del tejido adiposo. “Existen indicios de que los factores medioambientales pueden crear una predisposición en personas expuestas a ganar peso, sin importar la dieta o la rutina de ejercicio”. Al fin y al cabo, incluso los bebés están más gordos, y eso no puede ser culpa de la dieta o del ejercicio. Hasta los animales están más gordos, y no solo las mascotas mimadas; incluso las ratas de laboratorio lo están. “La posibilidad de que 24 poblaciones animales de 8 especies diferentes todas muestren un patrón de aumento de peso progresivo en las últimas décadas solo por  casualidad es de 1 entre 10 millones”, así que algo tiene que estar pasando, y podrían ser los químicos obesogénicos. Un candidato podrían ser los hidrocarburos aromáticos policíclicos, que se encuentran en el humo de los cigarros, el de los vehículos y el de la carne a la parrilla. Un estudio estadounidense con miles de niños descubrió que cuanto mayor fuera el nivel de exposición de un niño a estos químicos, más tendía a estar gordo. Los investigadores podían medir los niveles de estos químicos directamente de su orina. La exposición puede empezar en el vientre de la madre, y una exposición prenatal a estos químicos podría causar un aumento de la masa adiposa en la infancia del niño y un mayor riesgo de obesidad infantil. 

Si estos químicos te resultan familiares, es porque ya he hablado de ellos al relacionarlos con un aumento en el riesgo de cáncer de mama en el Long Island Breast Cancer Study Project. Así que quizá no sean solo obesógenos, sino también carcinógenos, lo que podría explicar el aumento de un 47% en el riesgo de cáncer de mama en mujeres mayores, al ver cuánta carne ahumada y a la parrilla habían comido. Si observamos la toxina más común, los fumadores reciben la mitad de los cigarros y la mitad de la comida. Para los no fumadores, el 99% viene de la comida. Los niveles más altos están en la comida, y el cerdo parece ser mucho peor que la ternera. Incluso las verduras de hoja verde como la berza pueden contaminarse con los contaminantes del aire, así que tampoco vayas a coger las hojas de diente de león al lado de una autopista y lava siempre las hojas verdes con abundante agua. Son contaminantes liposolubles, así que necesitan mucha grasa para poder absorberlos. Es posible que incluso los vegetales muy contaminados sean más seguros, a menos que le eches mucho aceite a tu comida, ya que esto podría hacer que se absorban tan bien como en la carne. 

Lo bueno es que no se acumulan en nuestro cuerpo. Como enseño en el video, si expones a un grupo de gente a pollo a la barbacoa, experimentan un aumento en estos químicos (de hasta 100 veces) pero el cuerpo se puede deshacer de ellos en 20 horas. El problema es, por supuesto, que quien come este tipo de alimentos todos los días no para de verse expuesto a los químicos, y esto podría afectar su salud, la de sus hijos, e incluso la de sus nietos. Estar embarazada durante la hambruna holandesa no solo aumentaba las enfermedades en los niños, sino también en los nietos. “El problema del traspaso de enfermedades entre generaciones debido a unas malas condiciones durante [el embarazado]… podría ayudarnos a entender la epidemia de obesidad, diabetes y enfermedad cardiovascular”, que se suele asociar a la transición hacia un estilo de vida occidental. 


La epigenética es la rama de la ciencia que estudio la expresión de los genes. Hay genes que se pueden activar o desactivar gracias al estilo de vida, sin importar el historial familiar. No te pierdas:

Si quieres saber más sobre los químicos obesogénicos: 

Ya hablé de los hidrocarburos aromáticos policíclicos en Vapores de la carne: humo de segunda mano de la dieta.

Un saludo,

Michael Greger

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