La traducción de este texto viene de la mano de nuestra voluntaria María Clara Bori.
Las inverosímiles teorías para explicar la epidemia de la obesidad son útiles para los intereses de los productores y los vendedores de alimentos más que para la salud pública y la búsqueda de la verdad.
Cuando se trata de llegar a la raíz de las causas de la epidemia de obesidad, pareciera haber una deliberada confusión, “ya que importantes ensayos reafirman que las causas de la obesidad son ‘extremadamente complejas’ y ‘diabólicamente difíciles de desentrañar” pero, habiendo apenas repasado la literatura, a mí no se me hace un gran misterio.
Es la comida.
Los intentos por generar confusión (desplegando una sarta de “teorías inverosímiles”, como el estilo de vida sedentario o una falta de autodisciplina), atienden los intereses de los fabricantes y los vendedores de alimentos más que de la salud pública o nuestro propio interés por la verdad. “Cuando se le consultó por el papel de los restaurantes en el problema de la obesidad, Steven Anderson, presidente de la Asociación Nacional de Restaurantes (National Restaurant Association), afirmó que “que tengamos electricidad no implica que tengas que electrocutarte a ti mismo”. Claro que no, pero la industria alimentaria está enganchando electrodos en los centros de recompensa de nuestro cerebro para sacudirlos y atontarlos, y así debilitar nuestro autocontrol.
Es difícil ir en contra de estas poderosas fuerzas evolutivas y comer de manera saludable. No importa cuánto sepamos sobre nutrición, cuando tenemos una pizza de pepperoni en frente, “nuestros genes gritan: ‘¡Te lo comes, ya!’”. Cualquier persona que tenga dudas sobre el poder de los impulsos biológicos básicos puede hacer la prueba y ver cuánto tiempo aguanta sin parpadear o respirar. Cualquier decisión consciente de contener la respiración se va a ver sobrepuesta en seguida por la necesidad de respirar. En medicina, a veces nos referimos a la falta de aire como “hambre de aire”. Luchar contra la pancita es luchar contra nuestra propia biología, entonces la obesidad no es un fracaso moral. No es la gula o la pereza. Es una respuesta natural, “normal de una persona normal frente a una situación anormal”, es decir, la ubicuidad antinatural de alimentos densos en calorías, azucarados y grasosos.
El océano de calorías extra en el que estamos flotando (o ahogándonos) ha recibido el nombre de “entorno alimentario tóxico”. Esto permite desplazar el foco desde el individuo hacia las fuerzas que están actuando sobre la sociedad entera, como el hecho de que al niño promedio se lo bombardea con 10 000 publicidades de alimentos cada año. O quizás debería decir publicidad de seudoalimentos, ya que el 95% son “golosinas, comida rápida, refrescos [o sea, golosinas líquidas] y cereales azucarados [o sea, golosinas para el desayuno]”.
Pero, espera un segundo. Si el aumento de peso es simplemente una reacción natural al fácil acceso a parvas de calorías baratas y deliciosas, entonces, ¿por qué no somos todos gordos? Como puedes ver a continuación y en el minuto 2:41 de mi video El papel del entorno alimentario tóxico en la epidemia de obesidad, de cierta manera, casi todos lo somos. Se ha estimado que más del 90% de los adultos estadounidenses tienen un “exceso de grasa suficiente como para perjudicar su salud”. Este puede ser el caso incluso “en aquellas personas con peso normal y no obesas, por lo general debido a un exceso de grasa abdominal”.
Pero incluso si solo miramos el número que marca la balanza, tener sobrepeso es la norma. Si observas la curva de campana e introduces los últimos datos, más del 70% de nosotros tenemos sobrepeso. Un poco más de un tercio de nosotros tenemos un peso normal, de un lado de la curva, y más de un tercio estamos del otro lado, con tanto sobrepeso que somos obesos. Puedes ver el gráfico a continuación y en el minuto 3:20 de mi video.
Si la culpa es de la comida, sin embargo, ¿por qué no todos engordan? Es como preguntar: si la culpa es de los cigarrillos, ¿por qué no todos los fumadores contraen cáncer de pulmón? Aquí es donde la predisposición genética y otros factores de exposición inclinan la balanza para un lado u otro. Las personas nacen con distinta susceptibilidad al cáncer, pero eso no significa que fumar no juegue un papel crítico a la hora de activar el riesgo inherente que tengan. Lo mismo ocurre con la obesidad y el entorno alimentario tóxico. Es como la analogía del arma: puede que los genes carguen el arma, pero la dieta jala el gatillo. Podemos intentar volver a poner el seguro si dejamos de fumar y elegimos una dieta saludable.
¿Qué ocurrió cuando se les dio a doce participantes de un ensayo la misma cantidad exacta de calorías extra? Todos subieron de peso, pero algunos más que otros. Consumiendo 1000 calorías extra por día, seis días a la semana durante 100 días hizo que las personas engordaran entre 4 y 13 kilos. Las mismas 84.000 calorías generaron distintos efectos en el peso. Algunas personas simplemente son más susceptibles por sus genes. La razón por la que sospechamos que esto tiene que ver con la genética es que las 24 personas del ensayo eran doce pares de gemelos, y la variación en el peso entre cada uno de ellos era alrededor de un tercio menor. Como puedes ver a continuación y en el minuto 4:41 de mi video, un ensayo similar sobre la pérdida de peso en relación al ejercicio llegó a una conclusión similar. Así que, sí, la genética desempeña un papel, pero eso solo significa que algunas personas tienen que esforzarse más que otros. En un mundo ideal, heredar esta predisposición a aumentar de peso no debería ser una razón para resignarnos, sino para motivarnos a esforzarnos más para forjar nuestro destino.
Los avances en el procesamiento y el empaquetamiento, combinados con políticas públicas y subsidios alimentarios que fomentaron insumos baratos para el “complejo industrial alimentario”, resultaron en un exceso de productos hiperpalatables e hiperrentables del tipo “listo para comer, calentar o beber”. Para apaciguar a los inversores impacientes, la publicidad se volvió cada vez más invasiva y persuasiva. Todos estos factores contribuyeron para crear un acceso ilimitado a alimentos copiosos, convenientes, baratos y altos en calorías, muchas veces diseñados deliberadamente con aditivos químicos para crear un hiperestímulo dulce o salado, pero para nada saciantes,
Conforme nos hundimos cada vez más en un pantano de calorías, necesitamos más y más energía mental para nadar contracorriente del constante “bombardeo publicitario” y el panóptico que representa el acceso a tentadoras golosinas las 24 horas del día, los siete días de la semana. El mercado está tan inundado de alimentos que la mayoría va a parar a la basura. El desperdicio de alimentos ha aumentado progresivamente alrededor de un 50% desde la década del 70. Aunque quizás es mejor que terminen en el vertedero y no en nuestro cuerpo. La mayoría de estos alimentos baratos y que engordan priorizan la vida útil por encima de la vida humana.
Pero los muertos no comen. ¿Acaso a los fabricantes de alimentos no les interesa que sus consumidores estén sanos? Tal ingenuidad demuestra una total incomprensión del sistema. La responsabilidad principal de una empresa que cotiza en bolsa es cosechar ganancias para sus inversores. “¿De qué otra manera podríamos permitir que las tabacaleras, con su consumada experiencia en ventas, continúen fabricando productos que matan a uno de cada dos de sus más leales compradores?”. No se trata de tener al cliente satisfecho, sino al accionista. El cliente siempre está en segundo lugar.
De la misma manera que aumentar de peso puede ser una reacción perfectamente normal a un contexto alimentario obesogénico, los gobiernos y las empresas están tan solo respondiendo de manera normal a las realidades políticas y económicas de nuestro sistema. ¿Se te ocurre al menos una gran industria que se beneficiaría de que las personas lleven una dieta más saludable? “[C]laramente no son las industrias de la agricultura, la producción de alimentos y comestibles, los restaurantes, las dietas y los medicamentos”, escribió la profesora emérita Marion Nestle en un artículo de Science cuando era presidenta de la cátedra de nutrición en la Universidad de Nueva York. “Todos ganan cuando las personas comen más, y todos contratan ejércitos de cabilderos para disuadir a los gobiernos de hacer cualquier cosa que impida que las personas coman de más”.
Si parte del problema es la conveniencia de los alimentos baratos y sabrosos, ¿la solución es comer alimentos difíciles de encontrar, desagradables y caros? ¿O habrá una manera de preparar platos simples, saludables, deliciosos y saciantes que nos ayuden a bajar de peso? Ese es el eje de mi libro Comer para no engordar.
Este es el último video de una serie de 11 videos. Si te perdiste alguno de los anteriores, échale un vistazo a las publicaciones relacionadas más abajo.