Las dietas con ricas en proteínas ¿son sanas o perjudiciales? La respuesta a esta pregunta se dio en el infame Harlem Trial, en 1976, un “estudio controlado y aleatorizado sobre suplementos nutricionales durante el embarazo, en una población urbana negra pobre en Estados Unidos”. El estudio, del que hablo en mi video El efecto de la proteína animal sobre las hormonas del estrés, la testosterona, y el embarazo, “se comenzó en un momento en el que se asumía que a la dieta de los pobres le faltaba proteína”. Si los investigadores hubieran analizado esas dietas antes de empezar, se habrían dado cuenta de que no era así, pero ¿por qué dejar que los hechos estorben sus suposiciones? Los investigadores dividieron a mujeres negras pobres embarazadas en tres grupos, y cada grupo recibió uno de estos tratamientos: (1) 40 gramos adicionales de proteína animal por día, que es, básicamente, un par de latas de Ensure, (2) 6 gramos adicionales de proteína animal, o (3) no recibió proteína adicional. Luego, se relajaron y esperaron a ver que sucedía. El grupo que consumía más proteína tuvo “un exceso de nacimientos muy prematuros y mortalidad neonatal [infantil], y hubo un retraso del crecimiento significativo” en los bebés que sobrevivieron. Más proteína significa más prematuridad, más muertes y más retraso en el crecimiento, algo que puedes ver reflejado en el gráfico en el minuto 1:00 de mi video.
Es más, el consumo de proteína animal durante el embarazo se ha relacionado con sobrepeso y presión arterial alta cuando los niños crecen. Los “niños de madres que dijeron haber comido más carne y pescado tenían presión sistólica más alta” cuando eran adultos. Esto fue parte de otro ensayo experimental fallido sobre la dieta, en el que se aconsejó a las madres que comieran medio kilo de carne por día. El aumento de peso y la presión arterial podría deberse a los contaminantes químicos que se encuentran en las carnes y que causan obesidad, como discuto en mi video Proteína animal, embarazo y obesidad infantil, o al aumento de la hormona del crecimiento IGF-1 provocado por la proteína animal. O bien, podría deberse a una hormona esteroide del estrés llamada cortisol.
Como puedes ver en el gráfico en el minuto 2:01 de mi video, una sola comida rica en proteína animal puede casi duplicar el nivel de la hormona del estrés en la sangre en menos de media hora después de la comida, mucho más que una comida con niveles de proteína más cercanos a los recomendados. Cuando a los sujetos se les da cangrejo, atún y queso cottage, los niveles de hormona del estrés se disparan. Si, en cambio, se les da sopa de cebada y un salteado de verduras con arroz, los niveles de la hormona del estrés disminuyen después de la comida, como puedes ver en el minuto 2:27 de mi video. Imagina comer carne, pescado y lácteos en la misma comida todos los días. Hacerlo podría “estimular de forma crónica” nuestro sistema de respuesta al estrés “y aumentar la liberación de hormonas vasoactivas” que podrían aumentar la presión arterial. Esa liberación extra de cortisol está vinculada con un aumento del riesgo de tener niveles elevados de insulina, triglicéridos y colesterol en la sangre.
Cuando a hombres que tenían una dieta rica en proteínas de fuentes “como carne, pescado, pollo y clara de huevo”, se les dio una dieta rica en carbohidratos que incluía pan, verduras, fruta y alimentos azucarados, sus niveles de cortisol bajaron alrededor de un cuarto en menos de 10 días. Al mismo tiempo, sus niveles de testosterona se dispararon más o menos en la misma proporción, como puedes ver en el minuto 3:09 de mi video. Las dietas ricas en proteína inhiben la testosterona. Es por esto que, si los hombres con dietas basadas en plantas empiezan a comer carne todos los días, sus niveles de testosterona disminuyen e incluso aumenta la producción de algunos estrógenos, y, por esta razón, es que los fisicolculturistas tienen niveles tan bajos de testosterona. No tiene que ver con los esteroides que toman. Si observan a los fisicoculturistas que no usan esteroides, sus niveles de testosterona disminuyen un 75 por ciento en los meses antes de una competición. Los niveles de testosterona disminuyeron a menos de la mitad, que es suficiente para pasar a un rango muy bajo y fuera de lo común para un hombre, como puedes ver en el minuto 3:47 de mi video. Lo irónico es que comen proteína para verse masculinos por fuera, y eso los hace cada vez menos masculinos por dentro. Además, en general, desde el punto de vista de la obesidad, una disminución en los niveles de testosterona puede aumentar el riesgo de subir de peso y tener más grasa corporal. ¿Qué tiene que ver el cortisol con el peso?
De hecho, hay una enfermedad causada por tener mucho cortisol, llamada síndrome de Cushing, que puede aumentar la obesidad abdominal. Sin embargo, incluso en mujeres normales, el estrés crónico y los niveles altos de cortisol crónicos pueden contribuir a que haya obesidad. Es más, en caso de embarazo, las dietas ricas en carne, pero bajas en carbohidratos, pueden aumentar los niveles de cortisol en las madres, lo que puede conducir a que el feto tenga una exposición inadecuada al cortisol; esto, a su vez, puede afectar el desarrollo del feto y modificar su sistema de respuesta al estrés, y conducir a niveles de cortisol elevados más adelante, en su vida adulta. Esto puede tener consecuencias serias y crónicas para su salud. Se estableció un vínculo entre cada porción diaria de carne y pescado que consume una madre, y un aumento del 5 por ciento en los niveles de cortisol en sus hijos hasta 30 años después, aunque también se descubrió que el consumo de verduras de hojas verdes tiene una función protectora. El consumo elevado de carne (como tres porciones por día, en lugar de una o dos) se vinculó con un aumento significativo en los niveles de cortisol, pero comer verduras de hoja todos los días parece atenuar esa respuesta de estrés excesiva, como puedes ver en el minuto 5:12 de mi video.
Los hijos adultos de madres que comieron mucha carne durante el embarazo no solo tienen mayores niveles de hormonas del estrés, sino que también parecen tener una reacción más negativa a lo que suceda en sus vidas. Los investigadores los hicieron realizar la prueba de estrés social Trier (TSST), que incluye hablar en público frente a un panel de jueces, seguido por un ejercicio de matemática. En el minuto 5:36 de mi video, puedes ver un gráfico en el que se compara las respuestas de la hormona del estrés en las madres que comieron menos de dos porciones de carne por día, las que comieron alrededor de dos porciones por día, y las que comieron entre dos y tres porciones por día. Observa que, antes del inicio de la prueba, los niveles de cortisol de los dos grupos que comían menos carne eran más o menos los mismos, pero la respuesta de cortisol exagerada quedó al descubierto cuando se los expuso a una situación estresante. Los efectos de esto en el mundo real son que, después de ese tipo de prueba, cuando a las personas se les da un bufé de frutas y verduras solo para ellas, en lugar de darles alimentos grasos y azucarados, como pastel de chocolate, adivinen quién come menos frutas y verduras. Los que tienen niveles altos de estrés crónico. “El cortisol fue identificado como factor de motivación para consumir alimentos”, incluso si no tenemos hambre.
No sorprende que la proteína animal que consume una mujer durante el embarazo pueda conducir a un mayor aumento de peso en sus hijos, e incluso sus nietos. “Lo que es notable, la evidencia reciente sugiere que las consecuencias a largo plazo de condiciones adversas durante el desarrollo temprano podrían no limitarse a una generación, sino también generar problemas de salud en las generaciones siguientes, incluso si esas personas tienen un desarrollo normal”. De hecho, la dieta de una mujer embarazada podría afectar el desarrollo y el riesgo de padecer enfermedades de su bebé e incluso de sus nietos. En última instancia, estos hallazgos podrían arrojar luz sobre nuestra epidemia de diabetes, obesidad y enfermedades cardíacas, que se está expandiendo rápidamente.
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Michael Greger
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