¿Somos osos polares en la jungla?

La traducción de este texto viene de la mano de nuestra voluntaria María José.

En lugar de ser algún tipo de trastorno o un fracaso de la propia fuerza de voluntad, el aumento de peso es en gran medida una respuesta normal de las personas normales a una situación anormal.

Se ha dicho que “nada tiene sentido en biología si no es a la luz de la evolución”. La contribución genética a la obesidad que se conoce puede ser pequeña, pero, en cierto sentido, podrías argumentar que todo está en nuestros genes. El consumo excesivo de calorías disponibles puede estar programado en nuestro ADN. Nacimos para comer.

Durante la mayor parte de la historia de la humanidad y más allá, existimos en modo de supervivencia, en un contexto de escasez que llegaba de modo impredecible. Hemos sido programados con un impulso poderoso para comer todo lo que podamos, mientras podamos, y guardar el resto para más tarde. Nunca se podía dar por sentado que iba a haber alimentos disponibles, por lo que aquellos que comían más en el momento y podían almacenar más grasa para el futuro podrían sobrevivir mejor a la escasez posterior para transmitir sus genes. Por lo tanto, generación tras generación, milenio tras milenio, aquellos con menos apetito pueden haber desaparecido, mientras que aquellos que se daban los atracones pueden haber vivido selectivamente el tiempo suficiente para transmitir su predisposición genética a comer y almacenar más calorías. Esa puede ser la forma en la que evolucionamos hasta ser máquinas tan voraces que ahorran calorías. Ahora que ya no vivimos en tiempos de vacas tan flacas, ya no estamos tan flacos nosotros tampoco.

Lo que acabo de describir es el “gen ahorrador” un concepto propuesto en 1962. Como comento en mi video La teoría genética de la supervivencia del más gordo, sugiere que la obesidad es el resultado de un “’desfase’” entre el entorno en el que los humanos evolucionaron y nuestro entorno moderno”, como si fuésemos un oso polar en una jungla. Todo ese pelo y grasa les puede haber dado a los osos polares una ventaja en el Ártico, pero sin duda sería una desventaja en el Congo. Del mismo modo, ser propenso a acumular kilos puede haber sido positivo en tiempos prehistóricos, pero puede convertirse en un inconveniente cuando nuestra biología esculpida en la escasez aterriza en la tierra de la abundancia. Así que no es glotonería ni pereza. La obesidad puede simplemente ser “una respuesta normal a un entorno anormal”.

Gran parte de nuestra fisiología está bien adaptada para permanecer dentro de un estrecho rango entre un límite superior y uno inferior. Si nos acaloramos demasiado, sudamos; si nos enfriamos demasiado, temblamos. Nuestro cuerpo tiene mecanismos para mantenernos en equilibrio. En cambio, nuestros cuerpos han tenido pocas razones para desarrollar un límite superior para la acumulación de grasa corporal. Al principio, pudo haber habido presiones evolutivas para que nos mantuviéramos ligeros y ágiles ante los depredadores, pero gracias a cosas como las armas y el fuego, no hemos tenido que escapar corriendo de tantos tigres de dientes de sable durante unos dos millones de años. Esto puede haber dejado a nuestros genes con las presiones de selección unilaterales de darnos un atracón con cualquier bocado a la vista y hacer acopio de tantas calorías como sea posible en nuestro cuerpo.

Lo que una vez fue una cuestión de adaptación ahora es un problema, o al menos eso dice la hipótesis del gen ahorrador que se originó hace más de medio siglo. “Proporciona una explicación sencilla y elegante para la epidemia de obesidad moderna y fue adoptada rápidamente por científicos y profanos por igual”. Más tarde, el investigador, James Neel, se distanció de la propuesta original; sin embargo, la premisa básica, a pesar de que todavía es principalmente teórica, sigue estando “aceptada en gran medida” por la comunidad científica y las implicaciones son profundas.

En 2013, la American Medical Association votó y clasificó la obesidad como una enfermedad (en contra de lo que aconsejó su propio Council on Science and Public Health). No es que necesariamente importe cómo la llamamos, sino que el hecho de ser una enfermedad implica una disfunción. Los fármacos y la cirugía bariátricos no corrigen una anomalía de la fisiología humana. Nuestros cuerpos están haciendo lo que están diseñados para hacer frente a un exceso de calorías. En lugar de ser algún tipo de trastorno, el aumento de peso es, en gran medida, “una respuesta normal de las personas normales a un entorno anormal”. Como se puede ver a continuación y en el punto temporal 04:12 de mi video, ahora más del 70 por ciento de los estadounidenses tienen sobrepeso. Es literalmente algo normal.

“Un cuerpo que aumenta de peso cuando hay exceso de calorías disponibles para su consumo se comporta con normalidad. Los esfuerzos para reducir dicho aumento de peso con fármacos [o cirugía] no son para corregir una anomalía en la fisiología humana, sino más bien para deconstruir y reconstruir sus operaciones normales en el núcleo”.

Si el aumento de peso es, en gran medida, una respuesta normal de personas normales a una situación anormal, ¿cuál es exactamente esa situación anormal? La comida procesada alta en calorías. Ese es el tema que trataremos a continuación.

Este es el tercero de una serie de 11 videos sobre la historia de la epidemia de obesidad. Si te perdiste los dos primeros, consulta El papel de la dieta y el ejercicio en la epidemia de obesidad y El papel de los genes en la epidemia de obesidad.

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Key Takeaways

    • Durante la historia de la humanidad, la supervivencia dependía en parte de la capacidad de almacenar el exceso de calorías para momentos de escasez. Este impulso innato para consumir y almacenar alimentos pudo haber sido ventajoso cuando los recursos eran limitados, lo que conduce a la propagación de genes que favorecen la conservación de calorías. Sin embargo, en los tiempos modernos de abundancia, esta predisposición puede provocar obesidad.
    • Este concepto sugiere que la obesidad es consecuencia de un desfase entre el entorno en el que evolucionaron los humanos y nuestro entorno actual. Como un oso polar en una jungla, nuestra biología, esculpida por la escasez, tiene dificultades en una tierra de abundancia. La propensión a acumular grasa en un momento fue ventajosa, pero se vuelve problemática en una era de excedentes.
    • Aunque nuestros cuerpos tienen mecanismos para regular la temperatura y otros procesos fisiológicos dentro de unos rangos estrechos, no ha habido una presión evolutiva para desarrollar un límite superior para la acumulación de grasa. En el pasado, mantenerse delgado podría haber supuesto ventajas, pero los avances tecnológicos han eliminado esa necesidad, lo que ha llevado a un desequilibrio en nuestra respuesta biológica a la disponibilidad de alimentos.
    • En lugar de ver la obesidad como un trastorno, puede verse como una respuesta normal del cuerpo a un entorno anormal con exceso de calorías. Clasificar la obesidad como una enfermedad puede pasar por alto el hecho de que nuestros cuerpos simplemente iban respondiendo a medida que evolucionaron ante el excedente de alimentos, en lugar de funcionar mal.
    • Reconocer la obesidad como una respuesta normal provoca un cambio en cómo se aborda clínicamente. En lugar de corregir una anomalía fisiológica, intervenciones como los fármacos o la cirugía tienen como objetivo alterar las funciones corporales normales. Esta perspectiva cuestiona las opiniones tradicionales sobre el tratamiento de la obesidad y subraya la importancia de abordar los factores ambientales que contribuyen al consumo excesivo de calorías.

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