La traducción de este texto viene de la mano de nuestra voluntaria Rosana Battagliotti.
Tal como discuto en mi video ¿Qué intestinos usar para alimentación y cosméticos?, hace poco, la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA) reabrió el debate sobre su política de permitir que ciertos intestinos, pero no otros, entren en la cadena alimentaria de los Estados Unidos. Cuando empezaron a aparecer los primeros casos de la enfermedad de las vacas locas, la reacción instintiva de la FDA fue prohibir el uso de intestinos para productos alimenticios y de cuidado personal. Más tarde, en 2005, el Departamento de Agricultura de Estados Unidos y la FDA modificaron el borrador de su normativa para “permitir el uso de todo el intestino delgado para alimentos de consumo humano” si se remueven los últimos 200 cm desenrrollados que hay antes del colon. Sin embargo, desde entonces, los estudios han demostrado que los priones infecciosos de la enfermedad de las vacas locas pueden estar en todas las secciones del intestino, desde el estómago hasta el colon de la vaca, lo que nos hace preguntarnos si no se deberían volver a quitar todas las entrañas de la cadena alimentaria.
La North American Meat Association dijo que no, con la intención de mantener las entrañas del ganado dentro de la cadena alimentaria. De la misma manera, la Cosmetic, Toiletry, and Fragrance Association (CTFA, ahora llamada Personal Care Products Council) protestó contra esto, con el argumento de que prohibir el ganado de vacas caídas o muertas, los sesos, el cráneo, los ojos, la médula espinal, los intestinos y las amígdalas de estas vacas podría poner en riesgo el abastecimiento de cosméticos en el país; por ejemplo, podría haber escasez de sebo para jabón. Quizás, la FDA no se da cuenta de que los cosméticos y los productos de cuidado personal conforman una industria de muchos miles de millones de dólares a nivel mundial.
Finalmente, la FDA llegó a la conclusión “tentativa” de que se debería seguir permitiendo el uso de intestinos en la industria alimentaria y cosmética, porque “solo se han encontrado trazas de infectividad” en los intestinos del ganado. La agencia tuvo que llegar a esa conclusión porque, de otra manera, también se debería prohibir la carne. En efecto, nuevas investigaciones demuestran que también existe infectividad de la enfermedad de las vacas locas en los músculos de los animales, y no solo en los casos de encefalopatía espongiforme bovina (BSE) atípica, como sucedió con el último caso de vacas locas en California. Ahora sabemos que también sucede en los casos de la forma típica de BSE: se han encontrado niveles bajos de priones infecciosos en las costillas, la espaldilla, el solomillo, el lomo y los cortes redondos.
Los cálculos más recientes de Gran Bretaña sugieren que, hoy en día, 15 000 personas están incubando la forma humana de la enfermedad de las vacas locas, que contrajeron por medio del consumo de carne infectada. Hasta ahora, han muerto menos de 200 británicos a causa de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, pero el período de incubación para esta enfermedad neurodegenerativa mortal (es decir, el tiempo transcurrido entre que se consume la carne y que comienza el deterioro mental) puede ser de décadas. El hecho de que tanta gente sea portadora tiene consecuencias importantes para la seguridad de las transfusiones de sangre, razón por la cual muchos estadounidenses que han vivido en Inglaterra tienen prohibido donar sangre, por indicación de la Cruz Roja. También está en riesgo la seguridad al manipular instrumentos quirúrgicos que se hayan usado para operar a alguien que sea portador, ya que es muy difícil esterilizar algo cuando ya se ha contaminado.
Por todos estos factores, sería prudente pecar de precavidos al momento de hacer regulaciones sobre qué intestinos se permite que lleguen a nuestras bocas, pero es un equilibrio. Como indicó una empresa de producción de productos cárnicos, los intestinos no solo se usan para hacer lápiz labial sino que también son alimentos para los humanos, y «nos proporcionan una fuente preciada de proteínas, que son esenciales para la población humana».
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Michael Greger
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