Flashback Friday: ¿Mejoraría la salud pública el ponerle un impuesto a la comida insana?

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Una de las maneras más efectivas de reducir el daño del tabaquismo es aumentar el precio del tabaco mediante impuestos. ¿Qué dice la ciencia sobre el sodio, el azúcar y la grasa saturada?

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A continuación una aproximación al contenido del audio de este video. Para ver los gráficos, tablas, imágenes o citas a los que Dr. Greger se refiere, ve el video más arriba. La traducción y edición de este contenido ha sido realizada por Tamara Amor voluntaria activa en NutritionFacts.org.

Aumentar el costo de los cigarrillos a través de los impuestos es una de las formas más efectivas de disminuir los daños del tabaquismo. De hecho, un aumento de solo un 10% podría prevenir millones de muertes relacionadas con el tabaco. ¿Qué pasaría si gravásemos los alimentos no saludables? En general, los que toman las decisiones de salud pública tienen 3 opciones principales: informar a través del etiquetado, ayudar con incentivos o intervenir de forma directa en los mercados con enfoques más duros, como instituir regulaciones o impuestos.

“Los enfoques de políticas han demostrado ser cruciales para otras prioridades de salud pública, como reducir el consumo de tabaco, el abuso de alcohol y las muertes por accidentes automovilísticos”. De hecho, la instalación de air bags, por ejemplo, ayudó más que “la educación del conductor o que las etiquetas en los autos con información sobre el riesgo de accidentes”. Dado que por enfermedad cardíaca mueren por lo menos 10 veces más personas que por accidentes automovilísticos, tal vez la “epidemia actual de enfermedades relacionadas con la nutrición requiere un enfoque multifacético similar… [Incluso] mejoras dietéticas pequeñas podrían ayudar a reducir de forma significativa la tasa de las enfermedades crónicas”. Quizás un sistema nacional de subsidios para los alimentos saludables, así como impuestos para los que no lo son, podría “facilitar elecciones dietéticas más sensatas”. ¿Funcionaría?

Una revisión sistemática de la evidencia disponible sugiere que tales impuestos y subsidios funcionarían. Parece que cuanto más se gravan los alimentos poco saludables, más se disminuye su consumo. Del mismo modo, mientras más alimentos saludables como frutas y verduras estén subsidiados y sus precios bajen, mayor será el consumo. Por ejemplo, una pequeña diferencia de precio entre la gasolina con plomo y sin plomo logró disminuir nuestra exposición al metal. ¿Qué pasaría si existiera un impuesto para disminuir nuestra exposición a las grasas saturadas? Este impuesto podría salvar miles de vidas.

Sin embargo, esta medida ¿no afectaría a las personas con menos recursos de forma desproporcional? Sí, les beneficiaría más, al igual que los impuestos a los cigarrillos. El argumento clásico de la industria del tabaco es que los impuestos a los cigarrillos son “injustos” y “regresivos”, lo que sobrecarga a los pobres. ¿Cuál es la respuesta de la comunidad de salud pública? “El cáncer es injusto” y “el cáncer es regresivo”, y afecta a los menos acomodados de manera tal que estos impuestos podría generarles ganancias de salud. El llamado Comité Contra los Impuestos Injustos (Committee Against Unfair Taxes) fue en realidad uno de los tantos frentes “organizado y financiado por la industria del tabaco”. Esta es una táctica común utilizada por la industria para ocultar su papel en la lucha contra los impuestos al tabaco, además de tratar de comprar a los políticos. El hecho de que la industria pelee con uñas y dientes sugiere que, en efecto, los impuestos pueden afectar el consumo. Sin embargo, gran parte de los datos sobre impuestos y subsidios alimentarios se han basado en modelos o “preferencias” en escenarios hipotéticos en los que las personas manifiestan que cambiarían los patrones de consumo en función de los precios. En verdad, no hay tanta información del mundo real.

Unos investigadores hicieron un estudio con simuladores de supermercado 3D de alta tecnología, y descubrieron que un descuento del 25% en frutas y verduras parecía aumentar las compras de productos en un 25%. Eso es casi 2 dólares por semana, pero las frutas y verduras virtuales no tienen ningún beneficio. ¿Funcionaría esto en el mundo real? Sí. De hecho, la compañía de seguros de salud más grande de Sudáfrica comenzó a ofrecer hasta un 25% de reembolso en efectivo (de hasta $500 por mes) en compras de alimentos saludables a cientos de miles de hogares. ¿Por qué una compañía de seguros haría eso? ¿Por qué regalaría dinero? Porque funciona. El programa de devolución de alimentos saludables se asoció con un aumento en el consumo de frutas, verduras y cereales integrales, así como una disminución en los alimentos con alto contenido de azúcar, sal y grasa, incluidas las carnes procesadas y la comida rápida.

En Europa, varios países han instituido impuestos sobre los alimentos azucarados o salados, aunque en realidad los subsidios son más comunes. Dinamarca fue el primero en introducir un impuesto sobre las grasas saturadas, como la carne, los lácteos y los huevos. Sin embargo, a la industria alimentaria solo le costó 1 año escaso eliminarlo, lo que demuestra que “los defensores de la salud pública no tienen el poder necesario para abordar los problemas del poder corporativo”.

Existe “un desequilibrio enorme” entre la influencia ejercida por los profesionales de la salud pública en comparación con el poder político de la industria alimentaria. Recordemos la lucha por el “etiquetado de semáforos” propuesto para los alimentos en la Unión Europea. Parece que era demasiado fácil de entender, muy simple y directo, por lo que la industria perdió la cabeza y gastó más de 1.4 mil millones de dólares creando pautas de etiquetado confusas como la “cantidad diaria recomendada” que requieren que el consumidor “lleve su calculadora para hacer las compras” con el objetivo de hacerlas lo más confusas posible.

Dinamarca terminó cancelando el impuesto a las grasas y al azúcar porque las empresas agrícolas y alimentarias afirmaban que se perderían muchos empleos si las personas comieran de manera más saludable. Al parecer, una economía saludable era más importante que una población saludable. De forma irónica, fue abolido justo cuando la evidencia de sus efectos comenzó a aparecer. Los investigadores concluyen que “la introducción del impuesto a las grasas saturadas contribuyó a reducir la ingesta entre los consumidores daneses” de algunos productos cárnicos y lácteos, pero no de la crema agria. El público consumió tanta crema agria baja en grasa que superó la reducción en el consumo de crema agria alta en grasa.

De hecho, siempre tenemos que pensar en las consecuencias no deseadas. Cambiar las galletas azucaradas por papas fritas, por ejemplo, podría no hacerle un favor a la salud pública. El estudio de campo de un impuesto sobre los refrescos descubrió que, por un lado se reducía su venta, al menos a corto plazo, pero por el otro el consumo era reemplazado por la compra de cerveza.

Considera ser voluntario/a para ayudar en la página web.

Créditos de la imagen: Rafael Edwards vía flickr. La imagen ha sido modificada.

A continuación una aproximación al contenido del audio de este video. Para ver los gráficos, tablas, imágenes o citas a los que Dr. Greger se refiere, ve el video más arriba. La traducción y edición de este contenido ha sido realizada por Tamara Amor voluntaria activa en NutritionFacts.org.

Aumentar el costo de los cigarrillos a través de los impuestos es una de las formas más efectivas de disminuir los daños del tabaquismo. De hecho, un aumento de solo un 10% podría prevenir millones de muertes relacionadas con el tabaco. ¿Qué pasaría si gravásemos los alimentos no saludables? En general, los que toman las decisiones de salud pública tienen 3 opciones principales: informar a través del etiquetado, ayudar con incentivos o intervenir de forma directa en los mercados con enfoques más duros, como instituir regulaciones o impuestos.

“Los enfoques de políticas han demostrado ser cruciales para otras prioridades de salud pública, como reducir el consumo de tabaco, el abuso de alcohol y las muertes por accidentes automovilísticos”. De hecho, la instalación de air bags, por ejemplo, ayudó más que “la educación del conductor o que las etiquetas en los autos con información sobre el riesgo de accidentes”. Dado que por enfermedad cardíaca mueren por lo menos 10 veces más personas que por accidentes automovilísticos, tal vez la “epidemia actual de enfermedades relacionadas con la nutrición requiere un enfoque multifacético similar… [Incluso] mejoras dietéticas pequeñas podrían ayudar a reducir de forma significativa la tasa de las enfermedades crónicas”. Quizás un sistema nacional de subsidios para los alimentos saludables, así como impuestos para los que no lo son, podría “facilitar elecciones dietéticas más sensatas”. ¿Funcionaría?

Una revisión sistemática de la evidencia disponible sugiere que tales impuestos y subsidios funcionarían. Parece que cuanto más se gravan los alimentos poco saludables, más se disminuye su consumo. Del mismo modo, mientras más alimentos saludables como frutas y verduras estén subsidiados y sus precios bajen, mayor será el consumo. Por ejemplo, una pequeña diferencia de precio entre la gasolina con plomo y sin plomo logró disminuir nuestra exposición al metal. ¿Qué pasaría si existiera un impuesto para disminuir nuestra exposición a las grasas saturadas? Este impuesto podría salvar miles de vidas.

Sin embargo, esta medida ¿no afectaría a las personas con menos recursos de forma desproporcional? Sí, les beneficiaría más, al igual que los impuestos a los cigarrillos. El argumento clásico de la industria del tabaco es que los impuestos a los cigarrillos son “injustos” y “regresivos”, lo que sobrecarga a los pobres. ¿Cuál es la respuesta de la comunidad de salud pública? “El cáncer es injusto” y “el cáncer es regresivo”, y afecta a los menos acomodados de manera tal que estos impuestos podría generarles ganancias de salud. El llamado Comité Contra los Impuestos Injustos (Committee Against Unfair Taxes) fue en realidad uno de los tantos frentes “organizado y financiado por la industria del tabaco”. Esta es una táctica común utilizada por la industria para ocultar su papel en la lucha contra los impuestos al tabaco, además de tratar de comprar a los políticos. El hecho de que la industria pelee con uñas y dientes sugiere que, en efecto, los impuestos pueden afectar el consumo. Sin embargo, gran parte de los datos sobre impuestos y subsidios alimentarios se han basado en modelos o “preferencias” en escenarios hipotéticos en los que las personas manifiestan que cambiarían los patrones de consumo en función de los precios. En verdad, no hay tanta información del mundo real.

Unos investigadores hicieron un estudio con simuladores de supermercado 3D de alta tecnología, y descubrieron que un descuento del 25% en frutas y verduras parecía aumentar las compras de productos en un 25%. Eso es casi 2 dólares por semana, pero las frutas y verduras virtuales no tienen ningún beneficio. ¿Funcionaría esto en el mundo real? Sí. De hecho, la compañía de seguros de salud más grande de Sudáfrica comenzó a ofrecer hasta un 25% de reembolso en efectivo (de hasta $500 por mes) en compras de alimentos saludables a cientos de miles de hogares. ¿Por qué una compañía de seguros haría eso? ¿Por qué regalaría dinero? Porque funciona. El programa de devolución de alimentos saludables se asoció con un aumento en el consumo de frutas, verduras y cereales integrales, así como una disminución en los alimentos con alto contenido de azúcar, sal y grasa, incluidas las carnes procesadas y la comida rápida.

En Europa, varios países han instituido impuestos sobre los alimentos azucarados o salados, aunque en realidad los subsidios son más comunes. Dinamarca fue el primero en introducir un impuesto sobre las grasas saturadas, como la carne, los lácteos y los huevos. Sin embargo, a la industria alimentaria solo le costó 1 año escaso eliminarlo, lo que demuestra que “los defensores de la salud pública no tienen el poder necesario para abordar los problemas del poder corporativo”.

Existe “un desequilibrio enorme” entre la influencia ejercida por los profesionales de la salud pública en comparación con el poder político de la industria alimentaria. Recordemos la lucha por el “etiquetado de semáforos” propuesto para los alimentos en la Unión Europea. Parece que era demasiado fácil de entender, muy simple y directo, por lo que la industria perdió la cabeza y gastó más de 1.4 mil millones de dólares creando pautas de etiquetado confusas como la “cantidad diaria recomendada” que requieren que el consumidor “lleve su calculadora para hacer las compras” con el objetivo de hacerlas lo más confusas posible.

Dinamarca terminó cancelando el impuesto a las grasas y al azúcar porque las empresas agrícolas y alimentarias afirmaban que se perderían muchos empleos si las personas comieran de manera más saludable. Al parecer, una economía saludable era más importante que una población saludable. De forma irónica, fue abolido justo cuando la evidencia de sus efectos comenzó a aparecer. Los investigadores concluyen que “la introducción del impuesto a las grasas saturadas contribuyó a reducir la ingesta entre los consumidores daneses” de algunos productos cárnicos y lácteos, pero no de la crema agria. El público consumió tanta crema agria baja en grasa que superó la reducción en el consumo de crema agria alta en grasa.

De hecho, siempre tenemos que pensar en las consecuencias no deseadas. Cambiar las galletas azucaradas por papas fritas, por ejemplo, podría no hacerle un favor a la salud pública. El estudio de campo de un impuesto sobre los refrescos descubrió que, por un lado se reducía su venta, al menos a corto plazo, pero por el otro el consumo era reemplazado por la compra de cerveza.

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Créditos de la imagen: Rafael Edwards vía flickr. La imagen ha sido modificada.

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