Somos superorganismos humano-microbianos

Image Credit: Leonardo Aguiar / Flickr. Esta imagen ha sido modificada.

La revolución del microbioma en la medicina comienza a revelar el menospreciado papel de las bacterias buenas intestinales en la nutrición y la salud.

Hace poco se puso de manifiesto que el ADN “no nos dice toda la verdad sobre nuestra individualidad, y otros factores, factores del medio ambiente, juegan un papel importante en la salud y enfermedad humanas”, concluyeron unos investigadores. Podemos agradecerles esta revelación a dos revoluciones en la biología. Primero fue la epigenética, la cual ayudó a mostrar cómo cambios en la dieta y el estilo de vida podían encender y apagar genes. Después aprendimos sobre el microbioma, es decir, cómo los cambios en nuestra flora intestinal “parecen afectar enormemente la biología humana”.

“Hasta hace relativamente poco, el colon era visto como un depósito de residuos”, y la absorción de agua se consideraba su mayor función biológica. El problema es que era difícil llegar a él, y no éramos capaces de cultivar la mayoría de las bacterias en el laboratorio. Hasta un 99% de los microbios no crecen en las condiciones estándar de laboratorio. ¿Cómo estudias algo que no puedes estudiar? Bueno, ahora tenemos sofisticadas técnicas genéticas.

Hicieron falta 13 años para secuenciar el ADN de la primera bacteria. Hoy en día, la misma hazaña nos lleva tan solo unas 2 horas. Hemos aprendido que podemos considerar a cada uno de nosotros un superorganismo, una especie de “híbrido humano-microbio”, como le llamó una investigador. Tenemos 3 billones de bacterias viviendo dentro de nosotros. Un analista incluso llegó a decir que “somos todo bacterias”, una manera provocadora de reconocer que hay más células y genes bacterianos en nuestro cuerpo que células y genes humanos, y la mayoría de esas bacterias viven en nuestro intestino.

Todas las plantas y los animales parecen establecer relaciones simbióticas con microorganismos y, dentro de nosotros, nuestra flora intestinal podría considerarse el “órgano olvidado”. Los estudios indican que los efectos promotores de la salud de las bacterias buenas incluyen una mejora del sistema inmunitario, de la digestión y la absorción, la creación de vitaminas, y se dificulta el crecimiento de potenciales patógenos, impidiendo que nos sintamos hinchados. Pero, si las bacterias malas se instalan, pueden liberar carcinógenos, proteínas podridas en nuestros intestinos, producir toxinas, empeorar nuestra función digestiva y causar infecciones.

Los investigadores todavía están intentando descubrir qué tipos de bacterias son buenas, y cuáles son malas. Hay más de mil tipos diferentes de bacterias en el colon del ser humano; en mi video, Microbioma: la historia interna, incluyo un diagrama de un estudio típico sobre la flora intestinal para mostrar un poco la complejidad que hay. El diagrama viene del mayor estudio hecho con ancianos y muestra que los más débiles son quienes tienden a albergar bacterias similares. El estudio sugiere que podría ser la mala dieta en las residencias de ancianos la culpable de tal cambio, posiblemente jugando un papel importante en la mala salud de las personas mayores.

Gracias a los estudios con mellizos y gemelos, con personas que siguen diferentes patrones alimenticios, y con defecaciones de todo el mundo, “se ha vuelto evidente que la dieta es un factor determinante en las [bacterias en nuestro colon] y que los cambios gracias a esta ocurren en días o semanas”, concluyó el estudio. Cambia tu dieta, para cambiar tu flora intestinal. 

“La esperanza de que la alimentación pueda influir en la salud es, probablemente, uno de los conceptos más antiguos de la medicina; sin embargo, ha sido en los últimos años cuando hemos sabido lo suficiente sobre fisiología humana como para empezar a entender cómo aspectos individuales de la dieta pueden afectar a enfermedades concretas”, explican los investigadores, gracias a nuestras bacterias intestinales. La grasa de la leche en un trozo de pizza, por ejemplo, podría alimentar a las bacterias que producen el gas de huevos podridos (sulfuro de hidrógeno), y ha sido asociada experimentalmente con la colitis (enfermedad intestinal inflamatoria). La fibra, por otra parte, alimenta a las bacterias buenas y disminuye la inflamación en el colon. Tanto la colina, encontrada en los huevos, el marisco, el pescado o el pollo, como la carnitina, encontrada en la carne roja, pueden convertirse en óxido de trimetilamina y contribuir a las cardiopatías y quizá a la enfermedad del hígado graso. Un exceso de hierro también podría causarles problemas a nuestras bacterias buenas y contribuir a la inflamación.


La buena noticia que descubrieron los investigadores es que “las intervenciones alimentarias específicas ofrecen un potencial enorme para encontrar maneras no tóxicas y fisiológicas de alterar [la microbiología del intestino] y el metabolismo para mejorar el historial natural de muchas enfermedades intestinales y sistémicas”. 

Si te interesa aprender más sobre nuestra querida flora intestinal, puedes ver estos videos:

Un saludo,

Michael Greger

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