La traducción de este texto viene de la mano de nuestra voluntaria María Clara Bori.
¿Cómo responde la industria alimentaria a los “fanáticos de la alimentación saludable”?
“Las empresas están obligadas por ley a optimizar al máximo las ganancias de los accionistas y, por esa razón, deben oponerse a las políticas de salud pública que podrían poner en riesgo sus ganancias”. Así se maneja el sistema. “Existen pruebas, desde hace mucho tiempo, que no dejan lugar a dudas que, para lograr esto, las industrias que comercializan productos que podrían dañar la salud han trabajado sistemáticamente para socavar el proceso científico”. Como señalo en mi video Flashback Friday: La industria del azúcar intenta manipular a la ciencia, hay documentos internos que demuestran que las grandes empresas azucareras estaban preocupadas porque los “fanáticos” de la alimentación saludable se estaban convirtiendo en una amenaza activa para la industria. El azúcar está bajo ataque, y “gran parte del desafortunado público se traga la desinformación que difunden los propagandistas”. Por ejemplo, en su libro Pura, blanca y mortal (Pure, White and Deadly), John Yudkin comenta que “toda publicidad, ya sea inspirada o no, [dice]… que el azúcar es un alimento no esencial”. ¡¿Cómo podría alguien atreverse a decir que el azúcar es un alimento no esencial?! Agrega que dirán que el azúcar ni siquiera es un alimento. ¿Cuál fue la bajada de línea de la industria azucarera? “El azúcar es un alimento barato y seguro”, y esas palabras salieron de los labios del fundador y presidente del departamento de nutrición de la Universidad de Harvard, Frederick Stare, a quien se conoce hace rato como el “nutricionista de Harvard que promueve el consumo de azúcar”.
La industria azucarera no solo intentó influir en las investigaciones del campo de la odontología, sino también en las investigaciones sobre enfermedades cardiovasculares. Lo hicieron pagándole a Stare y a sus colegas para que escribieran un análisis científico que se publicó en el New England Journal of Medicine en 1967 para restar importancia a los riesgos asociados al consumo de azúcar. Para ser justos, esto fue cinco años antes de que se dieran cuenta de que los triglicéridos también son un factor de riesgo independiente, más allá de los niveles de colesterol. El foco siguió puesto en las grasas saturadas, pero no por decisión de la industria azucarera. Simplemente no había tanta información para establecer un vínculo firme entre el consumo de azúcar y las enfermedades cardiovasculares. De hecho, las industrias de la carne y los lácteos, que en ese entonces eran mucho más poderosas, estaban encantadas con el discurso anti-azúcar. ¿Quién creen que financió a Yudkin? En los agradecimientos al inicio de Pura, blanca y mortal, Yudkin agradece a las empresas alimentarias y farmacéuticas que le habían ofrecido un apoyo tan constante y generoso. ¿Quién pagó los gastos de la gira del libro? La industria avícola, por supuesto, en un intento por desviar un poco la atención del tema del colesterol.
Hegsted, uno de los coautores del estudio financiado, no era exactamente un amante de la industria. Él le recomendaba a las personas que redujeran el consumo de todos los alimentos riesgosos y que comieran “menos carne, menos grasas, menos grasas saturadas, menos colesterol, menos azúcar, menos sal y más frutas y vegetales, grasas insaturadas y cereales, en especial cereales integrales”. Sin embargo, la industria azucarera no estuvo detrás de su despido por decir las cosas como son, sino la industria de la carne.
La industria azucarera fue capaz de encubrir sus fuentes de financiación porque el New England Journal of Medicine no obligó a hacer públicos los conflictos de interés sino hasta 17 años más tarde. Estos periodistas que hacían denuncias sugieren que “los comités que hacen políticas deberían considerar quitarle poder a los estudios sobre alimentos financiados por la industria”. Pero, para empezar, ¿por qué está la industria financiando estudios? Cuando hablamos de las empresas que manipulan la investigación, “en última instancia, se deben eliminar los conflictos de interés. No sirve solo gestionarlos” y hacerlos públicos.
“Nada va a cambiar hasta que los investigadores de la salud pública se nieguen a recibir dinero de la industria de alimentos ultraprocesados”. Punto. “Funcionó con el tabaco”, y muchas instituciones médicas y de salud pública de mucho prestigio han prohibido la financiación proveniente de la industria tabacalera.
Sin embargo, ¿no podrían los científicos ser objetivos e imparciales incluso cuando se les ofrece tanto dinero? Parece que no, como lo demuestra el hecho de que se ha demostrado que las investigaciones financiadas por la industria tienen una probabilidad 88 veces más alta de arrojar resultados favorables para quienes la financian. Qué sorpresa. ¿Acaso alguien cree que el negocio de las empresas es regalar dinero a cambio de nada?
El clásico ejemplo es la Academia de Odontología Pediátrica de Estados Unidos, que aceptó una donación de un millón de dólares de Coca-Cola. Antes de la donación, la postura oficial de la Academia era que “el consumo frecuente de bebidas azucaradas puede ser un factor importante en la… aparición y el desarrollo de caries dentales”. Luego de recibir la donación, cambió a “La evidencia científica expone que no está claro cuál es el rol de los refrescos en las enfermedades orales pediátricas”. Como dijo el proyecto Integridad en la Ciencia del Centro por la Ciencia en el Interés Público: “¡Qué diferencia hacen un millón de dólares!”.