Cómo la industria del azúcar manipuló la ciencia para las recomendaciones dietéticas

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¿Cómo hicieron la industria del jarabe de maíz y otras empresas del azúcar para socabar el proceso científico?

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A continuación una aproximación al contenido del audio de este video. Para ver los gráficos, tablas, imágenes o citas a los que Dr. Greger se refiere, ve el video más arriba. La traducción y edición de este contenido ha sido realizada por Antonio Galán voluntario activo en NutritionFacts.org.

En 2016, un lobby de Washington publicó un informe científico que concluyó que las pruebas para recomendar poner límites al azúcar añadido a la dieta eran de “baja calidad” y no “cumplían con los criterios de fiabilidad para recomendaciones”. Este grupo estaba financiado por multinacionales de la industria de los alimentos y los agroquímicos, de Coca Cola a Monsanto, pasando por los cabecillas del jarabe de maíz, acusados de “sabotear con falsedades los procedimientos científicos para sembrar dudas y poner en peligro la salud pública”. Exactamente, ¿cómo se salieron con la suya?

Este es su informe, que cuestiona las bases científicas de las recomendaciones sobre ingesta de azúcar. Utilizando el marco “GRADE” llegaron a la conclusión de que la calidad general de las pruebas en apoyo de esas recomendaciones era baja o muy baja. GRADE son las siglas en inglés de la iniciativa “Clasificación del Desarrollo y Evaluación de Recomendaciones”, que se desarrolló para que las guías clínicas se basen más en las evidencias, y menos mal. Las guías clínicas, como qué medicamento dar a quién, solían desarrollarse por lo que podríamos llamar el método GADUM (Gente Alrededor de Una Mesa).

Con GRADE, las pruebas de alta calidad parecen proceder exclusivamente de ensayos aleatorizados. No es de extrañar, pues el proceso GRADE fue diseñado para medicamentos, y claro que queremos poner a prueba a los medicamentos. Recordemos la historia del Premarin: durante una década, las organizaciones recomendaban a los médicos animar a las mujeres posmenopáusicas a usar terapia de reemplazo hormonal porque las mujeres que la tomaban parecían tener menos infartos. Pero al ponerlo a prueba, los ensayos controlados aleatorizados mostraron lo contrario. Por lo tanto, sí, queremos que los fármacos se sometan a ensayos aleatorizados y doble ciego, controlados con placebo, que asignen a los sujetos al azar el fármaco o un placebo sin que ni ellos ni nadie sepan quién está en qué grupo hasta el final, para comprobar el rendimiento de los dos grupos en comparación con el otro.

Todo el mundo está de acuerdo en que los ensayos controlados aleatorizados son enormemente valiosos en muchas áreas de la investigación médica, como los tests farmacológicos, pero, un momento, ¿cómo funcionan con la dieta? No existen dietas placebo. ¿Cómo se puede aleatorizar a sujetos con diferentes dietas y ocultarles qué dietas están siguiendo? La gente suele notar qué se ha metido en la boca. Además, los ensayos controlados aleatorizados son tan caros que suelen durar apenas unas semanas o meses, mientras que la mayoría de los cánceres tardan décadas en desarrollarse. Por lo tanto, es casi imposible saber así si las diferentes dietas previenen o causan el cáncer. Para ver si fumar causa cáncer, puedes seguir a grandes cohortes de fumadores y no fumadores durante décadas para ver quién contrae cáncer y quién no, pero no puedes aleatorizar a las personas a fumar o no fumar durante décadas. Al estudiar las intervenciones de estilo de vida, a menudo no pueden hacerse ensayos controlados aleatorizados. Aunque se pudiera, quizás no sea ético.

Tomemos, por ejemplo, el síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL). Un estudio crucial que examinó los hábitos de los bebés fallecidos descubrió que dormir boca abajo era un factor de riesgo; así que empezamos a educar a los padres a poner a los bebés boca arriba y las tasas de SMSL disminuyeron. ¿Qué más necesitamos? ¿Sería ético aleatorizar a miles de bebés para que duerman boca arriba o boca abajo y contar sus muertes a estas alturas? Se pueden obtener pruebas suficientes para hacer recomendaciones de estilo de vida que salven vidas sin ensayos controlados aleatorizados.

Las preguntas clave, como “¿qué patrón dietético produce los mejores resultados de salud a lo largo de la vida?” no pueden responderse con ensayos controlados aleatorizados. No se puede aleatorizar a las personas a diferentes dietas de por vida y esperar que las sigan, así que necesitamos compilar una amalgama de evidencia de otros diseños de estudio.

La falta de evidencia a partir de ensayos controlados aleatorizados se ha convertido en una estrategia de argumentación común para criticar las recomendaciones sobre nutrición. La industria tabacalera hizo afirmaciones similares en su intento de desacreditar las pruebas sobre los daños del tabaco. Un ejemplo: la campaña de Philip Morris denominada “ciencia sólida”. Está sacada directamente del manual de la industria tabacalera.

Philip Morris usó empresas de comunicación y abogados para desarrollar un programa de “ciencia sólida” que involucraba atraer otras industrias y temas para oscurecer el papel de la industria tabacalera. Trataron de consagrar unas “buenas prácticas epidemiológicas” que harían imposible concluir que el humo de segunda mano (y por ello otras toxinas en el ambiente) causan enfermedades.

“Los profesionales de la salud pública deben ser conscientes de que el movimiento de “ciencia sólida” no es un esfuerzo desde dentro de la profesión para mejorar la calidad del discurso científico, sino que refleja sofisticadas campañas de relaciones públicas controladas por ejecutivos y abogados de la industria cuyo objetivo es manipular los estándares de las pruebas científicas para servir los intereses corporativos de sus clientes”. No solo los clientes tabacaleros, sino que esperan expandirse a las industrias de alimentos, plásticos y químicos. Philip Morris fue más allá de “generar dudas” y “controversia” sobre las pruebas científicas e intentó cambiar los estándares científicos para las pruebas. Pero los ensayos controlados aleatorizados no son la única fuente de buena evidencia. Como dijo el propio Sir Bradford Hill, un pionero en los ensayos controlados aleatorizados: “Creer que los ensayos controlados son el único camino a seguir no significaría que el péndulo se hubiera movido demasiado lejos, sino que se habría salido del gancho”.

Considera ser voluntario/a para ayudar en la página web.

A continuación una aproximación al contenido del audio de este video. Para ver los gráficos, tablas, imágenes o citas a los que Dr. Greger se refiere, ve el video más arriba. La traducción y edición de este contenido ha sido realizada por Antonio Galán voluntario activo en NutritionFacts.org.

En 2016, un lobby de Washington publicó un informe científico que concluyó que las pruebas para recomendar poner límites al azúcar añadido a la dieta eran de “baja calidad” y no “cumplían con los criterios de fiabilidad para recomendaciones”. Este grupo estaba financiado por multinacionales de la industria de los alimentos y los agroquímicos, de Coca Cola a Monsanto, pasando por los cabecillas del jarabe de maíz, acusados de “sabotear con falsedades los procedimientos científicos para sembrar dudas y poner en peligro la salud pública”. Exactamente, ¿cómo se salieron con la suya?

Este es su informe, que cuestiona las bases científicas de las recomendaciones sobre ingesta de azúcar. Utilizando el marco “GRADE” llegaron a la conclusión de que la calidad general de las pruebas en apoyo de esas recomendaciones era baja o muy baja. GRADE son las siglas en inglés de la iniciativa “Clasificación del Desarrollo y Evaluación de Recomendaciones”, que se desarrolló para que las guías clínicas se basen más en las evidencias, y menos mal. Las guías clínicas, como qué medicamento dar a quién, solían desarrollarse por lo que podríamos llamar el método GADUM (Gente Alrededor de Una Mesa).

Con GRADE, las pruebas de alta calidad parecen proceder exclusivamente de ensayos aleatorizados. No es de extrañar, pues el proceso GRADE fue diseñado para medicamentos, y claro que queremos poner a prueba a los medicamentos. Recordemos la historia del Premarin: durante una década, las organizaciones recomendaban a los médicos animar a las mujeres posmenopáusicas a usar terapia de reemplazo hormonal porque las mujeres que la tomaban parecían tener menos infartos. Pero al ponerlo a prueba, los ensayos controlados aleatorizados mostraron lo contrario. Por lo tanto, sí, queremos que los fármacos se sometan a ensayos aleatorizados y doble ciego, controlados con placebo, que asignen a los sujetos al azar el fármaco o un placebo sin que ni ellos ni nadie sepan quién está en qué grupo hasta el final, para comprobar el rendimiento de los dos grupos en comparación con el otro.

Todo el mundo está de acuerdo en que los ensayos controlados aleatorizados son enormemente valiosos en muchas áreas de la investigación médica, como los tests farmacológicos, pero, un momento, ¿cómo funcionan con la dieta? No existen dietas placebo. ¿Cómo se puede aleatorizar a sujetos con diferentes dietas y ocultarles qué dietas están siguiendo? La gente suele notar qué se ha metido en la boca. Además, los ensayos controlados aleatorizados son tan caros que suelen durar apenas unas semanas o meses, mientras que la mayoría de los cánceres tardan décadas en desarrollarse. Por lo tanto, es casi imposible saber así si las diferentes dietas previenen o causan el cáncer. Para ver si fumar causa cáncer, puedes seguir a grandes cohortes de fumadores y no fumadores durante décadas para ver quién contrae cáncer y quién no, pero no puedes aleatorizar a las personas a fumar o no fumar durante décadas. Al estudiar las intervenciones de estilo de vida, a menudo no pueden hacerse ensayos controlados aleatorizados. Aunque se pudiera, quizás no sea ético.

Tomemos, por ejemplo, el síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL). Un estudio crucial que examinó los hábitos de los bebés fallecidos descubrió que dormir boca abajo era un factor de riesgo; así que empezamos a educar a los padres a poner a los bebés boca arriba y las tasas de SMSL disminuyeron. ¿Qué más necesitamos? ¿Sería ético aleatorizar a miles de bebés para que duerman boca arriba o boca abajo y contar sus muertes a estas alturas? Se pueden obtener pruebas suficientes para hacer recomendaciones de estilo de vida que salven vidas sin ensayos controlados aleatorizados.

Las preguntas clave, como “¿qué patrón dietético produce los mejores resultados de salud a lo largo de la vida?” no pueden responderse con ensayos controlados aleatorizados. No se puede aleatorizar a las personas a diferentes dietas de por vida y esperar que las sigan, así que necesitamos compilar una amalgama de evidencia de otros diseños de estudio.

La falta de evidencia a partir de ensayos controlados aleatorizados se ha convertido en una estrategia de argumentación común para criticar las recomendaciones sobre nutrición. La industria tabacalera hizo afirmaciones similares en su intento de desacreditar las pruebas sobre los daños del tabaco. Un ejemplo: la campaña de Philip Morris denominada “ciencia sólida”. Está sacada directamente del manual de la industria tabacalera.

Philip Morris usó empresas de comunicación y abogados para desarrollar un programa de “ciencia sólida” que involucraba atraer otras industrias y temas para oscurecer el papel de la industria tabacalera. Trataron de consagrar unas “buenas prácticas epidemiológicas” que harían imposible concluir que el humo de segunda mano (y por ello otras toxinas en el ambiente) causan enfermedades.

“Los profesionales de la salud pública deben ser conscientes de que el movimiento de “ciencia sólida” no es un esfuerzo desde dentro de la profesión para mejorar la calidad del discurso científico, sino que refleja sofisticadas campañas de relaciones públicas controladas por ejecutivos y abogados de la industria cuyo objetivo es manipular los estándares de las pruebas científicas para servir los intereses corporativos de sus clientes”. No solo los clientes tabacaleros, sino que esperan expandirse a las industrias de alimentos, plásticos y químicos. Philip Morris fue más allá de “generar dudas” y “controversia” sobre las pruebas científicas e intentó cambiar los estándares científicos para las pruebas. Pero los ensayos controlados aleatorizados no son la única fuente de buena evidencia. Como dijo el propio Sir Bradford Hill, un pionero en los ensayos controlados aleatorizados: “Creer que los ensayos controlados son el único camino a seguir no significaría que el péndulo se hubiera movido demasiado lejos, sino que se habría salido del gancho”.

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