Los antropólogos médicos han identificado varias eras principales de las enfermedades humanas, comenzando con la Era de la Pestilencia y la Hambruna hasta la etapa en la cual estamos ahora, la Edad de las Enfermedades Degenerativas Provocadas por el Hombre. En 1900 en los Estados Unidos, las tres más mortales fueron enfermedades infecciosas: neumonía, tuberculosis y enfermedad diarreica. Ahora, las más mortales parecen ser, en gran parte, enfermedades por el estilo de vida: la enfermedad cardíaca, el cáncer y la enfermedad pulmonar crónica. ¿Es esto porque los antibióticos nos permiten vivir el tiempo suficiente para sufrir de enfermedades degenerativas? No. La aparición de estas epidemias de enfermedades crónicas parece haber estado acompañada por cambios dramáticos en los patrones alimenticios, mejor ejemplificados por lo que ha estado ocurriendo con las tasas de enfermedades en las personas en el mundo en desarrollo, al haber occidentalizado sus dietas.

En 1990, en todo el mundo, se perdieron la mayoría de los años de vida saludable por la desnutrición, como las enfermedades diarreicas en niños desnutridos. Ahora, la mayor carga de morbilidad se le atribuye a la presión arterial alta, una enfermedad por nutrición excesiva. La pandemia de enfermedades crónicas se ha atribuido, en parte, al cambio, casi universal, hacia una alimentación dominada por alimentos de origen animal y alimentos procesados, es decir, más carne, lácteos, huevos, aceites, granos refinados, gaseosas, sal y azúcar.

En 1776, cada estadounidense consumía alrededor de dos kilos de azúcar al año. Esa cantidad había aumentado a nueve kilos antes de 1850 y a 54 kilos antes de 1994. Hoy en día, podemos estar más cerca de ingerir 72 kilos de azúcar cada año, la mitad de la cual puede ser fructosa, ocupando hasta un 10% de nuestra dieta.

Incluso los investigadores pagados por compañías como The Coca-Cola Company reconocen que el azúcar es calorías vacías sin micronutrientes esenciales. La preocupación es, sin embargo, que las calorías del azúcar pueden ser peores que solo ser vacías. Una evidencia creciente sugiere que, en cantidades suficientemente grandes, la fructosa añadida, en forma de azúcar común y jarabe de maíz de alta fructosa, puede desencadenar procesos que pueden conducir a toxicidad hepática y a otras enfermedades crónicas.

Bajo las directrices sobre el azúcar de la American Heart Association (asociación americana del corazón) la mayoría de las mujeres estadounidenses deberían consumir no más de 100 calorías diarias de azúcares añadidos, con el máximo para la mayoría de los hombres estadounidenses de 150 calorías diarias. Eso significa que una lata de gaseosa podría hacernos sobrepasar el límite de todo el día.

La Organización Mundial de la Salud nos recomienda reducir nuestros azúcares añadidos, además del consumo de sal, grasas trans y grasas saturadas, porque el consumo de estos alimentos puede ser la causa de por lo menos 14 millones de muertes cada año por enfermedades crónicas.

Traducción: Ana Victoria Esquivel. Edición: Viviana Garcia

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