Ningún proveedor de productos insanos quiere que el público conozca la verdad

Image Credit: Fikri Rasyid / Unsplash. Esta imagen ha sido modificada

La traducción de este texto viene de la mano de nuestra voluntaria Rosana Battagliotti. 

En 2011, Dinamarca implementó el primer impuesto a nivel mundial sobre las grasas saturadas. “Sin embargo, después de solo 15 meses, el impuesto se abolió” debido a la tremenda presión ejercida por las empresas alimentarias y agropecuarias. “A los defensores de la salud pública les falta ímpetu para hacerle frente al tema del poder de las corporaciones (…). Un enfoque que se ha usado mucho para lidiar con los intereses corporativos relacionados con las industrias del alcohol, el tabaco y —más recientemente— los alimentos consiste en hacer que la salud ya no sea el centro de atención. Esto implica repensar el impuesto a las grasas o los refrescos como un problema de derechos del consumidor y como un debate sobre el rol de ‘padre’ que asume el Estado al vigilar o restringir las elecciones de la población”. Hablo sobre este tema en el video La industria alimentaria quiere que el público esté confundido sobre la nutrición.

“‘Estado paternalista’ es un término que, por lo general, se usa de manera peyorativa para desalentar a los gobiernos a que introduzcan leyes o normas que podrían socavar el poder o las acciones de la industria o los individuos (…) Con frecuencia, el trabajo de defensa y promoción de la salud pública se ve debilitado por la frase sobre el ‘Estado paternalista’”. Pero quienes se quejan de que el gobierno manipula las elecciones de la población, por lo general, no tienen problema con que las grandes empresas hagan lo mismo. Podríamos argumentar que “la ‘industria paternalista’ está debilitando la salud pública (…) usando el miedo a la regulación del gobierno para mantener su propio dominio y sus ganancias, con un costo social y económico significativo para la comunidad y la salud pública”.

La industria del tabaco nos ofrece el ejemplo clásico: apela a la “responsabilidad individual”, lo cual tiene un cierto atractivo filosófico. Siempre y cuando el público entienda los riesgos, los individuos deberían poder tener libertad para hacer lo que quieran con sus cuerpos. Ahora bien, hay quienes argumentan que cuando alguien toma un riesgo, eso afecta a los demás, pero si tienes el derecho de poner en peligro tu vida, ¿no deberías tener el derecho de afligir a tus padres, dejar viuda a tu pareja y huérfanos a tus hijos? Además, está el problema del costo social. Las malas decisiones de algunos pueden afectar a la toda la sociedad, que tiene que hacerse cargo de ellos a través del dinero de sus impuestos. “El motociclista independiente e individualista que no usa casco y va como si nada por la carretera pasa a ser la persona más dependiente en el ala de lesiones de médula espinal del hospital”.

Pero, olvidémonos por un momento de estos efectos colaterales, de las llamadas externalidades. Si una persona entiende los riesgos, ¿no debería poder hacer lo que se le dé la gana? Este postulado “asume, en primer lugar, que los individuos tienen acceso a información precisa, imparcial y pertinente para la toma de decisiones (…) pero la intromisión deliberada por parte de la industria muchas veces ha generado situaciones en las que los consumidores solo tienen acceso a información inexacta e incompleta (…) Durante décadas, las compañías de tabaco ocultaron o socavaron la evidencia científica sobre los peligros de fumar y le restaron importancia a las inquietudes sobre la salud pública que surgieron a partir de esa información”. No te preocupes, decían las empresas paternalistas. “Análisis de documentos (…) han revelado décadas de engaños y manipulación por parte de la industria del tabaco y han confirmado que se dirigen a los niños de forma deliberada”. En efecto, esta industria ha “promocionado y vendido [sus] productos letales con entusiasmo (…) y sin miramientos por la tragedia a nivel humano…”.

“La estrategia deliberada de la industria del tabaco de refutar la evidencia científica mina la capacidad de los fumadores para entender los daños que causa fumar” y, como tal, debilita la noción de que fumar es una elección que se hace conociendo todos los hechos. “Las tabacaleras le han negado información veraz a los fumadores (…) pero los han hecho responsables de sufrir enfermedades que harán que la mitad de ellos muera de forma prematura. En contextos como ese, la intervención gubernamental es vital para proteger a los consumidores de las industrias predadoras…”.

La industria alimentaria ¿hace lo mismo? “Se bombardea al público con información y es difícil distinguir qué es cierto, qué es falso y qué es simplemente una exageración. Los alimentos se venden sin que quede claro cuál es su contenido nutricional o los efectos nocivos que pueden tener”. ¿Te acuerdas que la industria alimentaria gastó mil millones de dólares para asegurarse de que no se implementara el sistema de etiquetado de alimentos con colores (tipo semáforo), que era fácil de entender, y que se lo reemplazó por un etiquetado indescifrable (como puedes ver en el minuto 4:26 de mi video)? Eso es diez veces más que lo que gastan las farmacéuticas para cabildear en Estados Unidos. A la industria alimentaria le conviene que el público esté confundido en cuanto a la nutrición.

¿Qué tan confundidos estamos? “Los docentes del programa Head Start son responsables de educar sobre nutrición a más de 1 millón de niños de familias de bajos recursos por año…”. Cuando se les hizo una prueba a los 181 docentes de Head Start, solo unos 4 de los 181 respondieron correctamente al menos cuatro de las cinco preguntas sobre nutrición. Por ejemplo, la mayoría no pudo responder correctamente la pregunta “¿Qué tiene más calorías: las proteínas, los carbohidratos o las grasas?”. Ni uno solo de los educadores pudo responder las cinco preguntas sobre nutrición correctamente. Si bien valoraban la educación sobre nutrición, el 54 por ciento “coincidían en que era difícil saber qué información creer”, y la industria alimentaria quiere que siga siendo así. Un cuarto de los docentes no había comido nada de fruta o verdura el día anterior, aunque la mitad había consumido papas fritas y refrescos, y un cuarto había comido carne frita el día anterior. Por lo tanto, no sorprende que el 55 por ciento de ellos no solo tenía sobrepeso, sino obesidad.

Y cuando hasta los docentes están confundidos, algo hay que cambiar. Ningún proveedor de productos insanos quiere que el público conozca la verdad. “Un ejemplo interesante es la norma de equidad (Fairness Doctrine) que se implementó en Estados Unidos y los avisos publicitarios de tabaco de la década de los 60. Antes de que en Estados Unidos se prohibieran las publicidades de tabaco por televisión, en 1967 hubo una resolución judicial que exigía que, por cada cuatro publicidades televisivas sobre tabaco que hicieran, las tabacaleras debían financiar una publicidad sobre la relación entre el fumar y la salud. En lugar de afrontar este tipo de publicidad correctiva, la insdustria del tabaco quitó sus publicidades de la televisión”. Sabían que no podían competir con la verdad. La sola “amenaza de la publicidad correctiva, incluso en una relación uno-cuatro, fue suficiente para hacer que las tabacaleras quitaran sus propias publicidades”. Necesitaban que el público siguiera en la ignorancia.

La historia de las grasas trans es un ejemplo excelente de esto. Para obtener más información sobre este tema, mira los videos Controversia sobre la prohibición de las grasas trans y Prohibir las grasas trans pero no la grasa de origen animal en los alimentos procesados.

¿No les parece increíble el ejemplo de la norma de equidad? Demuestra lo poderosa que puede ser la verdad. Si quieres ayudarme a difundir información sobre nutrición basada en evidencia, puedes donar a nuestra organización sin fines de lucro 501c3 haciendo clic aquí. También puedes apoyar a Balanced, una organización que NutritionFacts.org ayudó a lanzar para poner en práctica la evidencia.


Más ejemplos de paralelos con la industria del tabaco:

¿Quieres saber más sobre la idea de ponerle un impuesto a la grasa saturada? No te pierdas ¿Podrían los impuestos a comidas insalubres ayudar a la salud pública?.

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Un saludo,

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