La traducción de este texto viene de la mano de nuestra voluntaria Tamara Amor. Edición de Ángela Graña Varela.
La enfermedad de Parkinson, el segundo trastorno neurodegenerativo más común después del alzhéimer, se caracteriza por la lentitud de movimiento, la rigidez, los temblores y una postura encorvada; además son síntomas que empeoran con el tiempo. Los síntomas que no implican movimiento, como el deterioro cognitivo, los trastornos del sueño, del olfato y las alteraciones del estado de ánimo, se producen a medida que la enfermedad se propaga a otras áreas del cerebro. La causa del párkinson es quizás “una de las preguntas más importantes planteadas por la neurobiología del envejecimiento”. Por ejemplo, ¿por qué el consumo de productos lácteos está asociado con un mayor riesgo de párkinson? Quizás sea porque contribuyen a nuestra exposición a los pesticidas y a otras neurotoxinas como la dieldrina, que aún hoy aparecen en las autopsias de cerebro de las víctimas de párkinson. Aunque fue prohibida hace décadas, la dieldrina permanece en el medio ambiente y “continuamos expuestos al pesticida a través de productos lácteos y carnes contaminadas…”.
“Es poco probable que la causa del párkinson se deba a compuestos lácteos como el calcio, la vitamina D, la grasa total o las proteínas, ya que estos mismos compuestos provenientes de otras fuentes no están asociados con [la enfermedad]”. Sin embargo, podría ser la lactosa, el azúcar de la leche, la culpable del aumento del riesgo asociado con la muerte y las fracturas óseas, así como de la enfermedad de Parkinson. Además, se la identificó como causante del inicio temprano de la enfermedad de Huntington. No obstante, existe una tercera posibilidad.
Como explico en mi video El párkinson y los niveles óptimos de ácido úrico, la leche reduce los niveles de ácido úrico. Este compuesto puede proteger contra la enfermedad de Huntington, ralentizar los síntomas del párkinson e incluso hasta reducir el riesgo de contraer la enfermedad. ¿Por qué? Quizás porque el ácido úrico es un antioxidante importante en el cerebro, algo que conocemos desde hace más de 30 años. Es posible demostrar la importancia del ácido úrico directamente en las células nerviosas humanas en una placa de Petri. Cuando se agrega el pesticida rotenona, aumenta el estrés oxidativo. Si se le agrega homocisteína prooxidante aumenta aún más. Pero, al agregar ácido úrico, se suprime completamente el estrés oxidativo causado por el pesticida.
Tomar leche tiene un efecto reductor del ácido úrico. En el ensayo en el que se realiza esta afirmación, se cita el estudio “Un lindo efecto de la leche sobre las concentraciones séricas de urato”, pero en realidad fue un error tipográfico, ya que pretendían decir que tenía un efecto agudo (del inglés a cute y acute). De hecho, cuando se toma leche de vaca los niveles de ácido úrico bajan un 10% en tan solo unas horas. Por el contrario, al tomar leche de soja los niveles suben un 10% en unas horas. Ahora bien, para la gota, una enfermedad artrítica dolorosa causada por un exceso de ácido úrico, el efecto reductor de los lácteos sobre este compuesto es bueno. Está claro que el ácido úrico es “un arma de doble filo”. Si nuestros niveles de ácido úrico son demasiado altos, puede aumentar el riesgo de gota, de enfermedad renal y de enfermedad cardíaca; pero si son demasiado bajos, puede aumentar el riesgo de contraer enfermedades neurodegenerativas, como el alzhéimer, Huntington, párkinson y esclerosis múltiple.
La tasa de incidencia de artritis gotosa indica que si nuestro ácido úrico es superior a 10.0 mg/dl, tenemos un 30% de posibilidades de sufrir un ataque de gota en los próximos 5 años. Sin embargo, a niveles inferiores a 7.0 mg/dl, nuestro riesgo es inferior al 1%, por lo que podría tener sentido tener niveles lo más altos posibles sin pasar de 7.0 mg/dl para proteger al cerebro sin poner en riesgo nuestras articulaciones. De hecho, tener un nivel de ácido superior a 7.0 mg/dl o uno demasiado bajo también puede acortar nuestra esperanza de vida. Los niveles altos de ácido úrico están asociados con un mayor riesgo de muerte por enfermedad cardíaca y los niveles bajos están asociados con un mayor riesgo de accidente cerebrovascular mortal. Por lo tanto, mantener el ácido úrico en niveles entre 5.0 y 7.0 mg/dl puede proteger al cerebro en más de una forma.
Si medimos los niveles de ácido úrico en pacientes con párkinson, están alrededor de 4.6 mg/dl, lo que puede ayudar a explicar por qué el consumo de lácteos puede aumentar el riesgo al reducir los niveles de ácido úrico. La ingesta de lácteos también puede explicar las diferencias en los niveles del compuesto entre los consumidores de carne, los vegetarianos y los veganos. En el gráfico de mi video, se puede ver que los veganos tienen niveles significativamente más altos de ácido úrico que los vegetarianos, con un valor de 5.7 mg/dl, presumiblemente porque los veganos no beben leche. Aquellos que comen carne y consumen leche están entre los veganos y vegetarianos.
Si quieres saber más sobre el párkinson:
- Prevenir la enfermedad de Parkinson con la dieta
- ¿Podría la lactosa explicar la relación entre la leche y la enfermedad de Parkinson?
- Frutos rojos contra pesticidas en la enfermedad de Parkinson
- ¿Hay algo en el tabaco que protege contra el párkinson?
- Los pimientos y el párkinson: ¿los beneficios de fumar sin los riesgos?
Si tus niveles de ácido rico son demasiado altos o ya has sufrido de gota, te recomiendo ver:
- Tratamiento con cerezas para la gota
- Prevenir los ataques de gota con la dieta
- Tratar la gota con jugo de cereza
Un saludo,
Michael Greger
PD: si todavía no lo has hecho, puedes suscribirte a mis videos gratuitamente aquí, y ver mis charlas de repaso anuales:
- 2012: Arrancar de raíz las principales causas de muerte
- 2013: Más de una manzana al día para prevenir nuestras enfermedades más comunes
- 2014: De la mesa a estar capacitado: combatir enfermedades discapacitantes con los alimentos
- 2015: Alimentos como medicina: prevención y tratamiento de las enfermedades más temidas con alimentación
- 2016: Comer para no morir: el papel de la alimentación en prevenir, detener y revertir nuestras 15 principales causas de muerte