¿Es posible revertir el envejecimiento y vivir para siempre?

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Algunos animales, como las medusas inmortales, pueden vivir para siempre, así que ¿por qué nosotros no?

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A continuación una aproximación al contenido del audio de este video. Para ver los gráficos, tablas, imágenes o citas a los que Dr. Greger se refiere, ve el video más arriba. La traducción y edición de este contenido ha sido realizada por Jon Aske voluntario activo en NutritionFacts.org.

Mi libro Comer para no morir no trataba sobre vivir para siempre. No se trataba de cómo no morir, sino de cómo no morir prematuramente, con dolor después de una larga enfermedad crónica incapacitante. La buena noticia que compartí es que tenemos un poder tremendo sobre el destino de nuestra salud, en el sentido de que la gran mayoría de las muertes prematuras y las discapacidades se pueden prevenir con una dieta y un estilo de vida lo suficientemente saludables.

Mi nuevo libro Cómo no envejecer tiene una premisa similar. No trata sobre la inmortalidad sino de cómo envejecer con gracia y vigor en lugar de sufrir los estragos de los achaques y la decrepitud. Pero ¿por qué no podemos dejar de envejecer y vivir para siempre?

Desde la “Epopeya de Gilgamesh” de hace más de 4.000 años hasta el reciente quinto centenario de la búsqueda de Ponce de León de la fuente de la juventud, la humanidad ha anhelado el mítico elixir de la vida para remediar los flagelos del envejecimiento. ¿Y por qué no? No es que el envejecimiento sea una constante inmutable por naturaleza. La evolución ha producido esperanzas de vida en animales que varían cinco mil veces, desde aquellos que sólo viven unos pocos días hasta las almejas que registran más de 500 años. Así como los hermanos Wright pueden haberse inspirado en las aves, nosotros podemos inspirarnos en animales que envejecen más lentamente, si es que lo hacen.

¿Por qué no podemos vivir para siempre? Algunos animales lo hacen, y no me refiero a una ballena de 200 años o incluso a un árbol milenario. Estoy hablando de verdadera inmortalidad. En realidad, hay especies (con nombres como medusa inmortal) que aparentemente no envejecen y técnicamente podrían vivir para siempre. ¿Y por qué no?

En cierto sentido, los humanos somos inmortales, pues algunas de nuestras células perduran: los espermatozoides o los óvulos que tienen la suerte de encontrarse. Cada uno de nuestros hijos surge de una de nuestras células y eso por sí solo (quiero decir, el hecho de que una sola célula pueda convertirse en una persona) debería hacer, en comparación, que la noción de mantener nuestros cuerpos funcionando indefinidamente parezca biológicamente trivial. Una pequeña masa microscópica fertilizada se convierte en quizás el objeto más complejo del universo conocido: el cerebro humano, con sus 86 mil millones de neuronas que se extienden a lo largo de 160.000 kilómetros dentro de la cabeza, como cuatro vueltas alrededor del ecuador, y que forman 150 billones de conexiones. Todo emerge de una mota microscópica. Si eso es posible en biología, ¿qué no lo es?

Aún así, hay mucho escepticismo en la comunidad científica, donde muchos creen que el envejecimiento es un proceso irreversible. El “antienvejecimiento” se ve como algo comparable a la “antigravedad”. Críticos estrepitosos de la comunidad gerontológica han acusado a quienes sugieren que la posibilidad de una esperanza de vida humana muy prolongada de ser “deleznable… por engañar al público”, sugiriendo que “cualquier cosa más allá de los 130 años es ridícula”. Estas dudas son contrarrestadas de manera confiable por sus detractores que citan a científicos destacados de antaño que hicieron afirmaciones igualmente absolutistas que no han salido bien paradas. Unos físicos ganadores del Premio Nobel hablaron en su día de la perspectiva de la energía nuclear como “bobadas”, un “sueño utópico completamente acientífico, una locura infantil”. Lord Kelvin, considerado uno de los más grandes científicos de su época, afirmó notoriamente que “las máquinas voladoras más pesadas que el aire son algo imposible”, evidentemente poniendo énfasis en la creencia en su impracticabilidad en 1902, apenas un año antes del primer vuelo en Kitty Hawk.

Incluso en el laboratorio, ciertas mutaciones genéticas pueden causar un aumento de 10 veces en la esperanza de vida, al menos en una especie de gusano diminuto. En ratones, la manipulación dietética y genética produce un aumento de más del 70 por ciento. Ajustes simples como la restricción de metionina (que forma parte de mis ocho consejos antienvejecimiento) pueden extender la esperanza de vida promedio y máxima de las ratas en aproximadamente un 40 por ciento, lo que podría traducirse en aumentar la esperanza de vida humana a un promedio de alrededor de 110 años, con alguno que otro llegando a los 140. Estos resultados aún no se han replicado en las personas, pero si descubriéramos intervenciones que no sólo retardan el envejecimiento sino que repararan activamente el daño acumulado, las posibilidades serían ilimitadas.

Los científicos en la práctica ilusionadamente imaginan que el tiempo podría efectivamente derretirse, como esa pintura surrealista de relojes derritiéndose, un “rejuvenecimiento del cuerpo que conduce en última instancia a un interminable verano de juventud literalmente perpetua”.

Se prevé una “velocidad de escape de la longevidad” en la que tendríamos que vivir lo suficiente para que las innovaciones agreguen más tiempo del que pasa, el punto de inflexión en el que cada año podemos agregar al menos un año más de esperanza de vida. En teoría, esto podría permitir a la humanidad tener una esperanza de vida esencialmente ilimitada. Yo sigo siendo agnóstico sobre si tal avance es posible, pero espero que mi nuevo libro ayude de todos modos, ya sea que estés esforzándote por vivir lo suficiente para vivir para siempre o simplemente tratando de morir joven, lo más viejo posible.

Considera ser voluntario/a para ayudar en la página web.

A continuación una aproximación al contenido del audio de este video. Para ver los gráficos, tablas, imágenes o citas a los que Dr. Greger se refiere, ve el video más arriba. La traducción y edición de este contenido ha sido realizada por Jon Aske voluntario activo en NutritionFacts.org.

Mi libro Comer para no morir no trataba sobre vivir para siempre. No se trataba de cómo no morir, sino de cómo no morir prematuramente, con dolor después de una larga enfermedad crónica incapacitante. La buena noticia que compartí es que tenemos un poder tremendo sobre el destino de nuestra salud, en el sentido de que la gran mayoría de las muertes prematuras y las discapacidades se pueden prevenir con una dieta y un estilo de vida lo suficientemente saludables.

Mi nuevo libro Cómo no envejecer tiene una premisa similar. No trata sobre la inmortalidad sino de cómo envejecer con gracia y vigor en lugar de sufrir los estragos de los achaques y la decrepitud. Pero ¿por qué no podemos dejar de envejecer y vivir para siempre?

Desde la “Epopeya de Gilgamesh” de hace más de 4.000 años hasta el reciente quinto centenario de la búsqueda de Ponce de León de la fuente de la juventud, la humanidad ha anhelado el mítico elixir de la vida para remediar los flagelos del envejecimiento. ¿Y por qué no? No es que el envejecimiento sea una constante inmutable por naturaleza. La evolución ha producido esperanzas de vida en animales que varían cinco mil veces, desde aquellos que sólo viven unos pocos días hasta las almejas que registran más de 500 años. Así como los hermanos Wright pueden haberse inspirado en las aves, nosotros podemos inspirarnos en animales que envejecen más lentamente, si es que lo hacen.

¿Por qué no podemos vivir para siempre? Algunos animales lo hacen, y no me refiero a una ballena de 200 años o incluso a un árbol milenario. Estoy hablando de verdadera inmortalidad. En realidad, hay especies (con nombres como medusa inmortal) que aparentemente no envejecen y técnicamente podrían vivir para siempre. ¿Y por qué no?

En cierto sentido, los humanos somos inmortales, pues algunas de nuestras células perduran: los espermatozoides o los óvulos que tienen la suerte de encontrarse. Cada uno de nuestros hijos surge de una de nuestras células y eso por sí solo (quiero decir, el hecho de que una sola célula pueda convertirse en una persona) debería hacer, en comparación, que la noción de mantener nuestros cuerpos funcionando indefinidamente parezca biológicamente trivial. Una pequeña masa microscópica fertilizada se convierte en quizás el objeto más complejo del universo conocido: el cerebro humano, con sus 86 mil millones de neuronas que se extienden a lo largo de 160.000 kilómetros dentro de la cabeza, como cuatro vueltas alrededor del ecuador, y que forman 150 billones de conexiones. Todo emerge de una mota microscópica. Si eso es posible en biología, ¿qué no lo es?

Aún así, hay mucho escepticismo en la comunidad científica, donde muchos creen que el envejecimiento es un proceso irreversible. El “antienvejecimiento” se ve como algo comparable a la “antigravedad”. Críticos estrepitosos de la comunidad gerontológica han acusado a quienes sugieren que la posibilidad de una esperanza de vida humana muy prolongada de ser “deleznable… por engañar al público”, sugiriendo que “cualquier cosa más allá de los 130 años es ridícula”. Estas dudas son contrarrestadas de manera confiable por sus detractores que citan a científicos destacados de antaño que hicieron afirmaciones igualmente absolutistas que no han salido bien paradas. Unos físicos ganadores del Premio Nobel hablaron en su día de la perspectiva de la energía nuclear como “bobadas”, un “sueño utópico completamente acientífico, una locura infantil”. Lord Kelvin, considerado uno de los más grandes científicos de su época, afirmó notoriamente que “las máquinas voladoras más pesadas que el aire son algo imposible”, evidentemente poniendo énfasis en la creencia en su impracticabilidad en 1902, apenas un año antes del primer vuelo en Kitty Hawk.

Incluso en el laboratorio, ciertas mutaciones genéticas pueden causar un aumento de 10 veces en la esperanza de vida, al menos en una especie de gusano diminuto. En ratones, la manipulación dietética y genética produce un aumento de más del 70 por ciento. Ajustes simples como la restricción de metionina (que forma parte de mis ocho consejos antienvejecimiento) pueden extender la esperanza de vida promedio y máxima de las ratas en aproximadamente un 40 por ciento, lo que podría traducirse en aumentar la esperanza de vida humana a un promedio de alrededor de 110 años, con alguno que otro llegando a los 140. Estos resultados aún no se han replicado en las personas, pero si descubriéramos intervenciones que no sólo retardan el envejecimiento sino que repararan activamente el daño acumulado, las posibilidades serían ilimitadas.

Los científicos en la práctica ilusionadamente imaginan que el tiempo podría efectivamente derretirse, como esa pintura surrealista de relojes derritiéndose, un “rejuvenecimiento del cuerpo que conduce en última instancia a un interminable verano de juventud literalmente perpetua”.

Se prevé una “velocidad de escape de la longevidad” en la que tendríamos que vivir lo suficiente para que las innovaciones agreguen más tiempo del que pasa, el punto de inflexión en el que cada año podemos agregar al menos un año más de esperanza de vida. En teoría, esto podría permitir a la humanidad tener una esperanza de vida esencialmente ilimitada. Yo sigo siendo agnóstico sobre si tal avance es posible, pero espero que mi nuevo libro ayude de todos modos, ya sea que estés esforzándote por vivir lo suficiente para vivir para siempre o simplemente tratando de morir joven, lo más viejo posible.

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Nota del Doctor

Hace unas semanas, publiqué Tráiler del libro How Not to Age, que se publicará el 5 de diciembre. ¡Mira el video si te lo perdiste!

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