Que la industria de la sal no te confunda

Image Credit: Pixabay. Esta imagen ha sido modificada.

La presión arterial alta no es el único efecto nocivo generado por el exceso de sal. También se ha ligado al cáncer de estómago, los cálculos renales, la pérdida de masa ósea y hasta la obesidad y el daño directo a los riñones, las arterias y el corazón. Pero como he explicado antes en mi video La evidencia de que la sal incrementa la presión arterial, existe consenso en que el sodio tiene un papel importante en el aumento de la presión arterial, una disputa que finalmente ha sido resuelta.

En Los escépticos del sodio intentan revivir el debate sobre la sal, hablo de la inequívoca evidencia de que el aumento en la ingesta de sodio se asocia con un aumento de la presión arterial, lo que conduce a un mayor riesgo de enfermedades vasculares como apoplejías, aneurismas y ateroesclerosis. Como dijo el que fue durante mucho tiempo el editor jefe del American Journal of Cardiology: “¡Todos debemos disminuir nuestra ingesta de sal!”; un sentimiento compartido por muchas autoridades de la salud. Entonces, ¿cómo va la industria alimentaria a mantener viva la controversia sobre la sal? Si la sal conduce a la hipertensión arterial y esta a la enfermedad, parece lógico decir que la sal enferma; al fin y al cabo, si A conduce a B y B a C, entonces A conduce a C, ¿no? La presión arterial es uno de los mejores marcadores establecidos para detectar la enfermedad cardiovascular; y los intentos de algunos países por reducir el consumo de sal parecen haber funcionado.

Campañas realizadas en Inglaterra lograron disminuir el consumo de sal. La presión sanguínea se redujo, así como los índices de enfermedad cardiaca y apoplejía. También redujeron con éxito los niveles de colesterol y tabaquismo e incrementaron el consumo de frutas y verduras. En Japón, sin embargo, redujeron el consumo de sal mientras seguían una dieta peor y fumaban más, aunque aún así redujeron bastante el riesgo de apoplejía. Según lo logrado en Finlandia, una cucharadita de sal al día puede significar entre el 25% y el 50% más de muertes por ataques cardíacos y apoplejías.

¿Existen estudios aleatorizados con grupo de control que puedan demostrar esto? Nunca se formaron dos grupos, uno con bajo consumo de sodio y el otro no, ni se les siguió durante 20 años para ver si las diferencias en la presión arterial acababan en las consecuencias esperadas. Sin embargo, tampoco se ha hecho un estudio de este tipo en fumadores. Imagina pedirle a fumadores que dejen de fumar durante diez años para ver quién desarrolla más cáncer de pulmón. En primer lugar, es difícil hacer que la gente deje de fumar, al igual que es difícil mantener a las personas en una dieta baja en sal. En segundo lugar, ¿sería ético obligar a la gente a fumar durante una década sabiendo que es probable que perjudique su salud? Es como el experimento Tuskegee, no podemos dejar que la perfección sea enemiga de lo bueno.

Quizá nunca consigamos un estudio aletorizado de diez años, pero conseguimos algo parecido en 2007. Se han hecho estudios aletorizados sobre la reducción del consumo de sodio pero no han durado lo suficiente como para proporcionar datos suficientes sobre resultados clínicos. Un ejemplo es el famoso estudio de TOHP en el que designaron al azar a miles de personas para realizar una reducción en el consumo de sal por lo menos 18 meses. ¿Qué resultados encontraríamos si hiciéramos un seguimiento 10 a 15 años después? Tal vez algunos hayan continuado con dietas bajas en sodio. Efectivamente, reducir la ingesta de sodio en un 25% a un 35% resulta en un riesgo un 25% menor de ataques cardiacos, apoplejías y otros eventos cardiovasculares.

Este estudio fue considerado como la gota que colma el vaso e hizo frente a la última objeción vigente sobre la reducción universal de la sal. Fue el primer estudio que mostró no solo una reducción en la presión arterial, sino también una reducción en la morbilidad y la mortalidad mediante la reducción de la ingesta de sodio. Caso cerrado: 2007.

Pero con miles de millones de dólares en juego, el caso no se cierra nunca. Solo hace falta seguir las notas de prensa del Salt Institute. Por ejemplo, ¿qué pasa con el informe del Institute of Medicine que dice que la reducción de sodio puede causar daños en ciertos pacientes con insuficiencia cardiaca congestiva descompensada? El análisis de esos estudios se ha retirado debido a la preocupación de que los datos pudieran haber sido falsificados. Es muy posible que las personas con insuficiencia cardiaca grave, cuyos cuerpos han sido drásticamente drenados de sal por los medicamentos que toman, no se beneficien con una restricción de sodio adicional. Sin embargo, para la gran mayoría de la población, el mensaje sigue siendo el mismo.

¿Qué hay del nuevo estudio publicado en la American Journal of Hypertension que dice que la cantidad de sal que comemos está bien y sugiere una especie de curva en forma de U, donde el exceso de sodio es malo, pero demasiado poco puede también ser malo?

Aquellos que están menos influenciados por la industria de la sal y más por la “del corazón” han observado que estos estudios han sido ampliamente malinterpretados, creando controversia y confusión innecesarias. Básicamente se reduce a tres cuestiones: error de medición, factores de confusión y causalidad inversa. Todos estos datos provienen de estudios que no fueron diseñados para evaluar esta relación y, por lo tanto, tienden a utilizar estimaciones de sodio inválidas solo porque es difícil tomar las múltiples muestras de orina durante las 24 horas necesarias para obtener una buena medición. Y en los Estados Unidos muchos de los que comen menos sal están simplemente comiendo menos comida, tal vez porque están enfermos. Por lo tanto, no es de extrañarse que tengan mayores tasas de mortalidad. Así, el conjunto de estos estudios se considera poco importante y de mala calidad. Pero, ¿por qué iban a hacer eso si dicen no tener ningún conflicto de intereses? Al ser confrontados con la evidencia que muestra que al menos uno de los coautores recibió miles de dólares del Salt Institute, respondieron que no obtuvieron más de 5000 dólares en los últimos 12 meses, ¡de manera que se libraron de tener que reconocer que existía un conflicto de intereses!

Si en cambio nos concentramos solo en los estudios en los que se tomaron las muestras buenas (en personas sanas durante 24 horas) para evitar la causalidad inversa y controlar los factores de confusión, la curva presenta una disminución continua de las enfermedades cardiovasculares (ECV) como ataques cardiacos y apoplejías a medida que los niveles de sodio van bajando cada vez más, y un aumento del 17% en el riesgo de enfermedad cardiovascular por cada gramo de sodio al día; esto en personas que no tienen la presión arterial alta. Para los más de 78 millones de estadounidenses, se espera que el beneficio sea aún mayor. Por desgracia, los medios de comunicación han explicado mal esta información y han transmitido una falsa sensación de controversia, confundiendo al público; pero no se trata solo de los medios de comunicación. Cuando se publican artículos editoriales sobre el tema en algunas de las revistas médicas de mayor prestigio en el mundo, no se espera que estos artículos estén escritos por alguien que recibió dinero de la industria de la sal. Antes de aceptar dinero del Salt Institute, esta persona aceptó dinero del Tobacco Institute; y frecuentemente actuó como testigo experto en defensa de Philip Morris y otras tabacaleras. Así que, si es a esa es la clase de personas que escoge el New England Journal of Medicine para sus editoriales, ya ves lo lejos que llega la influencia de la industria. El propio editor jefe de la American Journal of Hypertension trabajó durante muchos años como consultor para el Salt Institute.


Estes videos formaron parte de mi colección sobre la sal: 

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Un saludo,

Michael Greger

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