¿Cómo se ganó la lucha para prohibir las grasas trans?

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¿Cuál fue el secreto del triunfo de la comunidad de salud pública cuando fracasaron los intentos anteriores de regular la industria alimentaria?

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A continuación una aproximación al contenido del audio de este video. Para ver los gráficos, tablas, imágenes o citas a los que Dr. Greger se refiere, ve el video más arriba. La traducción y edición de este contenido ha sido realizada por María Belén Oliva voluntaria activa en NutritionFacts.org.

Hay tres enfoques amplios para mediar la ruina de las opciones riesgosas: informar a la gente (como el uso del etiquetado), motivarlas (por ejemplo, con incentivos financieros), o intervenir directamente para que la actividad sea menos dañina. ¿Qué crees que evitó más muertes por choques en autos: la educación vial necesaria, el etiquetado de autos sobre el riesgo de choques, o la eliminación del elemento humano por completo, al asegurarse de que las bolsas de aire están instaladas? Hay campañas públicas de educación nutricional, de anuncios de “paquetes de azúcar” en el transporte público que informan cuánta azúcar hay en los refrescos a carteles de “Los perros calientes son cancerígenos”, que cuentan del vínculo entre la carne procesada y el cáncer colorrectal. ¿Existe una forma de que los productos sean nutricionalmente más seguros ?

La prohibición de las grasas trans brinda una lección útil. En el Estudio de la Salud de las Enfermeras se encontró que la alta ingesta de grasas aumentaría el riesgo de enfermedades cardíacas en un 50 por ciento. Ahí empezó la historia de las grasas trans en Dinamarca, y terminó una década después con la prohibición de las grasas trans agregadas en 2003. Pasaron otros 10 años antes de que Estados Unidos incluso comenzara a considerar una prohibición. Mientras tanto, las grasas trans mataban a muchísimos estadounidenses cada año, lo que resulta en tantos años de vida sana perdidos como condiciones como meningitis, cáncer cervical, y esclerosis múltiple. Si tanta gente sufría y moría, ¿por qué los EE.UU. demoraron tanto en sugerir la toma de medidas?

Podemos ver la lucha por prohibir las grasas en la Ciudad de Nueva York como un microcosmos del debate nacional. La industria alimentaria se opuso con firmeza, se quejó de la “intrusión del gobierno”, y la comparó con un “estado paternalista”. Como las grasas trans se encuentran en la carne y los lácteos, la industria ganadera se hizo eco del argumento de todo con moderación del Institute of Shortening. La crítica calificó esas propuestas como el “auge del fascismo alimentario”. Pero fue la industria de la restauración la que limitó la elección del consumidor, al ensuciar tanto el suministro de alimentos con estas grasas peligrosas. 

Si los “fanáticos de los alimentos” logran prohibir las grasas trans añadidas, otro argumento fue, ¿ahora qué sigue? Los intereses corporativos creados giran en torno a este tipo de argumentos con “callejón sin salida” que distraen del hecho real de que la gente muere. Quiero decir, ¿qué pasa si el gobierno trata de hacernos comer brócoli? Esto surgió en un caso de la Corte Suprema sobre Obamacare. Roberts, el Presidente de la Corte, sugirió que el Congreso “ordenara a todos a que compren verduras”, un temor que el juez Ginsburg apodó “el brócoli horrible”. Técnicamente, el Congreso podría obligar al pueblo a que coma más plantas, escribió el juez Ginsburg, pero no se puede “ofrecer la “posibilidad hipotética e irreal”… de un estado vegetariano como argumento creíble”. Según un erudito jurídico, “Los juristas viven en el callejón sin salida de las analogías; no se supone que profundicen”.

La ciudad de Nueva York al final ganó la lucha contra las grasas trans y preservó su condición de líder en salud pública. Nueva York prohibió la pintura con plomo 18 años antes de que se tomaran medidas federales, pese a décadas de pruebas innegables de su daño. Al comparar las tasas de apoplejías y ataques al corazón antes y después de introducir esta prohibición en diferentes condados de Nueva York, los investigadores estiman que redujo cerca del 5 por ciento las tasas de mortalidad cardiovascular. Así se convirtió en el modelo nacional para la prohibición años más tarde. ¿Cómo pudo triunfar la comunidad de salud pública cuando fracasaron los intentos previos de regular la industria alimentaria? Si me hubieran preguntado sobre la posibilidad de una prohibición nacional de las grasas trans, habría dicho, “Posibilidad gorda”.

En Dinamarca, como dijo un cardiólogo líder, “en vez de advertir a los consumidores sobre las grasas trans y decirles lo que son, simplemente las hemos eliminado”. ¡Pero somos estadounidenses! Como dicen aquí: “Puedes poner veneno en los alimentos si los etiquetas correctamente.” Según el argumento, si la gente conoce los riesgos deberían poder comer todo lo que quieran, pero eso es suponer que se les dieron todos los datos, lo que no siempre ocurre dado el “modelo sistémico de deshonestidad” de la industria alimentaria, como lo dijo un profesor de ética de la salud. Dada la predilección por el engaño y la manipulación, la intervención del gobierno se consideró necesaria, pero ¿cómo van a conseguir que se apruebe?

Primero, había un requisito de etiquetado. Los fabricantes tuvieron que añadir el contenido de grasas trans al etiquetado de los datos nutricionales del producto, y así influir en los consumidores, pero puede haber tenido un mayor impacto en los productores. Ahora que tenían que divulgar la verdad, las empresas se movilizaron para reformular sus productos y obtener ventajas competitivas “sin grasas trans”. 

Al tiempo de la divulgación obligatoria, se introdujeron más de 5000 productos que pregonaban en sus etiquetas grasas trans bajas o cero. El Kentucky Fried Chicken pasó de ser demandado por los altos niveles de grasas trans a una campaña publicitaria en la que mamá le dice a papá frente a los niños que KFC ahora tiene cero gramos de grasas trans, y el padre grita, “¡Sí, nena! ¡WOW!” y empieza a comer el pollo frito de la cubeta. Ese era el secreto para aprobar la prohibición. Una vez que los principales actores alimenticios reformularon sus productos, que se jactaron de ello, que ya no hubo tanto dinero en juego, ya no hubo suficiente voluntad política para bloquear la prohibición, y las grasas trans agregadas se sacaron del terreno de juego.

Considera ser voluntario/a para ayudar en la página web.

A continuación una aproximación al contenido del audio de este video. Para ver los gráficos, tablas, imágenes o citas a los que Dr. Greger se refiere, ve el video más arriba. La traducción y edición de este contenido ha sido realizada por María Belén Oliva voluntaria activa en NutritionFacts.org.

Hay tres enfoques amplios para mediar la ruina de las opciones riesgosas: informar a la gente (como el uso del etiquetado), motivarlas (por ejemplo, con incentivos financieros), o intervenir directamente para que la actividad sea menos dañina. ¿Qué crees que evitó más muertes por choques en autos: la educación vial necesaria, el etiquetado de autos sobre el riesgo de choques, o la eliminación del elemento humano por completo, al asegurarse de que las bolsas de aire están instaladas? Hay campañas públicas de educación nutricional, de anuncios de “paquetes de azúcar” en el transporte público que informan cuánta azúcar hay en los refrescos a carteles de “Los perros calientes son cancerígenos”, que cuentan del vínculo entre la carne procesada y el cáncer colorrectal. ¿Existe una forma de que los productos sean nutricionalmente más seguros ?

La prohibición de las grasas trans brinda una lección útil. En el Estudio de la Salud de las Enfermeras se encontró que la alta ingesta de grasas aumentaría el riesgo de enfermedades cardíacas en un 50 por ciento. Ahí empezó la historia de las grasas trans en Dinamarca, y terminó una década después con la prohibición de las grasas trans agregadas en 2003. Pasaron otros 10 años antes de que Estados Unidos incluso comenzara a considerar una prohibición. Mientras tanto, las grasas trans mataban a muchísimos estadounidenses cada año, lo que resulta en tantos años de vida sana perdidos como condiciones como meningitis, cáncer cervical, y esclerosis múltiple. Si tanta gente sufría y moría, ¿por qué los EE.UU. demoraron tanto en sugerir la toma de medidas?

Podemos ver la lucha por prohibir las grasas en la Ciudad de Nueva York como un microcosmos del debate nacional. La industria alimentaria se opuso con firmeza, se quejó de la “intrusión del gobierno”, y la comparó con un “estado paternalista”. Como las grasas trans se encuentran en la carne y los lácteos, la industria ganadera se hizo eco del argumento de todo con moderación del Institute of Shortening. La crítica calificó esas propuestas como el “auge del fascismo alimentario”. Pero fue la industria de la restauración la que limitó la elección del consumidor, al ensuciar tanto el suministro de alimentos con estas grasas peligrosas. 

Si los “fanáticos de los alimentos” logran prohibir las grasas trans añadidas, otro argumento fue, ¿ahora qué sigue? Los intereses corporativos creados giran en torno a este tipo de argumentos con “callejón sin salida” que distraen del hecho real de que la gente muere. Quiero decir, ¿qué pasa si el gobierno trata de hacernos comer brócoli? Esto surgió en un caso de la Corte Suprema sobre Obamacare. Roberts, el Presidente de la Corte, sugirió que el Congreso “ordenara a todos a que compren verduras”, un temor que el juez Ginsburg apodó “el brócoli horrible”. Técnicamente, el Congreso podría obligar al pueblo a que coma más plantas, escribió el juez Ginsburg, pero no se puede “ofrecer la “posibilidad hipotética e irreal”… de un estado vegetariano como argumento creíble”. Según un erudito jurídico, “Los juristas viven en el callejón sin salida de las analogías; no se supone que profundicen”.

La ciudad de Nueva York al final ganó la lucha contra las grasas trans y preservó su condición de líder en salud pública. Nueva York prohibió la pintura con plomo 18 años antes de que se tomaran medidas federales, pese a décadas de pruebas innegables de su daño. Al comparar las tasas de apoplejías y ataques al corazón antes y después de introducir esta prohibición en diferentes condados de Nueva York, los investigadores estiman que redujo cerca del 5 por ciento las tasas de mortalidad cardiovascular. Así se convirtió en el modelo nacional para la prohibición años más tarde. ¿Cómo pudo triunfar la comunidad de salud pública cuando fracasaron los intentos previos de regular la industria alimentaria? Si me hubieran preguntado sobre la posibilidad de una prohibición nacional de las grasas trans, habría dicho, “Posibilidad gorda”.

En Dinamarca, como dijo un cardiólogo líder, “en vez de advertir a los consumidores sobre las grasas trans y decirles lo que son, simplemente las hemos eliminado”. ¡Pero somos estadounidenses! Como dicen aquí: “Puedes poner veneno en los alimentos si los etiquetas correctamente.” Según el argumento, si la gente conoce los riesgos deberían poder comer todo lo que quieran, pero eso es suponer que se les dieron todos los datos, lo que no siempre ocurre dado el “modelo sistémico de deshonestidad” de la industria alimentaria, como lo dijo un profesor de ética de la salud. Dada la predilección por el engaño y la manipulación, la intervención del gobierno se consideró necesaria, pero ¿cómo van a conseguir que se apruebe?

Primero, había un requisito de etiquetado. Los fabricantes tuvieron que añadir el contenido de grasas trans al etiquetado de los datos nutricionales del producto, y así influir en los consumidores, pero puede haber tenido un mayor impacto en los productores. Ahora que tenían que divulgar la verdad, las empresas se movilizaron para reformular sus productos y obtener ventajas competitivas “sin grasas trans”. 

Al tiempo de la divulgación obligatoria, se introdujeron más de 5000 productos que pregonaban en sus etiquetas grasas trans bajas o cero. El Kentucky Fried Chicken pasó de ser demandado por los altos niveles de grasas trans a una campaña publicitaria en la que mamá le dice a papá frente a los niños que KFC ahora tiene cero gramos de grasas trans, y el padre grita, “¡Sí, nena! ¡WOW!” y empieza a comer el pollo frito de la cubeta. Ese era el secreto para aprobar la prohibición. Una vez que los principales actores alimenticios reformularon sus productos, que se jactaron de ello, que ya no hubo tanto dinero en juego, ya no hubo suficiente voluntad política para bloquear la prohibición, y las grasas trans agregadas se sacaron del terreno de juego.

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Gráficos de Avo Media

Nota del Doctor

Es importante señalar que la prohibición de las grasas trans no afectó a las grasas trans que se encuentran en la carne y los productos lácteos. Mira Se prohiben las grasas trans pero no la grasa de origen animal en los alimentos procesados

Si no lo viste, en el video anterior, ¿Las opciones saludables de comida rápida son una buena elección? debatí sobre cómo la enumeración de calorías en los menús no hace que la gente elija opciones más saludables.

Quédate atento para ver Se pone a prueba la comida chatarra ultraprocesada.

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