¿Son solo efecto placebo los beneficios de las dietas para el autismo?

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Es posible que los estudios clínicos aleatorizados comparativos sobre los efectos de una dieta sin gluten y sin caseína en niños con autismo se hayan visto afectados por las expectativas de los padres.

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A continuación una aproximación al contenido del audio de este video. Para ver los gráficos, tablas, imágenes o citas a los que Dr. Greger se refiere, ve el video más arriba. La traducción y edición de este contenido ha sido realizada por Elisabel Gómez voluntarios activos en NutritionFacts.org.

Puedes ver varios gráficos en el video que muestran las conclusiones del primer estudio clínico aleatorizado comparativo en el que se puso a prueba si una dieta libre de gluten y caseína podría ayudar a niños con autismo. Tras un año siguiendo esta dieta, se observaron grandes mejorías en lo que se refiere a problemas de atención, y los niveles de distanciamiento emocional parecieron disminuir. Asimismo, la necesidad de tener rutinas y rituales se vio reducida y se observó una mejoría en la capacidad de aprendizaje de estos niños. Por el contrario, no se hallaron diferencias importantes tras el estudio en el grupo de referencia. De manera similar, en el grupo que se sometió a una dieta sin gluten y sin caseína se observaron mejorías en los ámbitos social y emocional. Estos niños se relacionaban con sus compañeros con menor dificultad, sus niveles de ansiedad se vieron reducidos, los niveles de empatía aumentaron, y también se observó una mayor aceptación del contacto físico. Y, de nuevo, no se observaron cambios importantes en el grupo de referencia. Los niños del grupo que siguió la dieta también parecieron mostrar menos problemas a la hora de comunicarse. La expresión facial, el contacto visual y la capacidad de respuesta mejoraron; y la incidencia de “peculiaridades del lenguaje”, como, por ejemplo, la repetición de palabras de forma involuntaria, disminuyó. De nuevo, no se observaron cambios importantes en el grupo de referencia. Por último, en lo que se refiere a factores cognitivos y al movimiento, se observó una mejoría importante en la capacidad de estos niños de reconocer situaciones peligrosas. Asimismo, hubo un incremento en los intereses personales y se observó una menor tendencia a la inquietud o pasividad extremas que suelen presentar estos niños.

Sin embargo, este estudio fue un tanto problemático, ya que los investigadores tan solo podían basarse en las declaraciones de los padres. Tanto antes como después del estudio, que duró un año, se les hizo una serie de preguntas a los padres para comprobar si notaban diferencias en el comportamiento de sus hijos. Si quieres saber más, ve al minuto 1:20 de mi video.

Pero ¿por qué iba a ser problemático? ¿Quién conoce el día a día de estos niños mejor que sus padres? Es verdad que los investigadores podrían haber contado con una persona externa que evaluara a estos niños de manera imparcial antes y después del periodo experimental. Estos observadores no habrían sabido si los niños pertenecían al grupo de la dieta o al grupo de referencia, pero también es verdad que tan solo habrían podido observar momentos muy concretos y breves de la vida de estos niños. Entonces, ¿quién mejor que los padres para evaluar el comportamiento de sus hijos? Bueno, en realidad, sí que hay un problemilla con que los padres hagan esa evaluación. El problema es el efecto placebo. “Tras someterse a este experimento durante un año, los padres habían invertido mucho tiempo y esfuerzo en asegurarse de cumplir con los requisitos de la dieta, por lo que es posible que buscaran de manera inconsciente esas mejorías en el comportamiento de sus hijos”. El trigo y la leche están presentes en tantos alimentos que para la mayoría de las familias supone un gran cambio y esfuerzo eliminarlos de la dieta. Por lo tanto, mientras que las familias que pertenecían al grupo de referencia no hicieron nada especial y no observaron cambios importantes tras el periodo de prueba, las familias del grupo que hizo dieta se habían esforzado mucho, por lo que al preguntarles si sus hijos parecían haber mejorado, es posible que su opinión haya estado afectada por esas expectativas de mejora. En otras palabras, “se puede haber dado lo que conocemos como efecto placebo”.

Pero ¿en realidad son los padres tan ingenuos? A ver, “el poder de la sugestión es muy potente en los padres cuando se trata de situaciones que afectan al comportamiento de sus hijos”. Por ejemplo, en un famoso estudio, se les dio una bebida con un edulcorante artificial a niños, pero a la mitad de los padres se les dijo que esa bebida contenía azúcar. Los padres que creían que sus hijos habían tomado azúcar calificaron el comportamiento de sus hijos como bastante peor. 

En este tipo de estudios sobre autismo “en los que existe el efecto placebo, es posible que los padres estén buscando cambios positivos en el comportamiento de sus hijos y estén ignorando o justificando los negativos”. Lo ideal sería hacer estudios doblemente ciegos, en los que a los niños se les dan alimentos que son iguales a la vista y con el mismo sabor, pero uno de ellos contendría gluten y caseína, mientras que el otro no. De esta manera, ni los niños ni los padres sabrían cuál es cuál. Ni siquiera los investigadores sabrían cuál es cuál hasta finalizar el estudio y juntar las piezas del rompecabezas. “Si se hiciera así, los comportamientos observados tras el consumo de estos alimentos no podrían verse afectados por ideas preconcebidas o prejuicios”. 

Vale, entonces, ¿por qué no se hizo un estudio doblemente ciego? “En cuanto al diseño”, los investigadores dijeron que “podría admitirse que habría sido mejor realizar un estudio doblemente ciego y con grupos cruzados. Podrían haber puesto a todos los niños a dieta y se les podría haber dado gluten y caseína en cápsulas durante periodos alternos, por ejemplo. Los padres y cuidadores no habrían sabido quién estaba siendo sometido a la dieta y quién no”, ya que se les estaría dando gluten y caseína sin que lo supieran. De esta manera, se habría eliminado el efecto placebo y, por ende, cualquier expectativa o idea preconcebida. Entonces, ¿por qué no lo hicieron? 

Los investigadores estaban tan convencidos de que el gluten y la caseína eran dañinos que, “desde un punto de vista ético”, no podían soportar la idea de darles gluten o caseína a estos niños. Los niños que pertenecían al grupo que seguía la dieta demostraron mejores resultados, y los investigadores habían visto casos en que los niños parecían recaer cuando se reintroducían esas proteínas en su dieta, por lo que simplemente no podían justificar hacerle “daño” a esos niños.

Eso lo entiendo, pero si de verdad estaban tan seguros de que el gluten y la caseína eran nocivos, lo único que conseguían haciendo un estudio tan pésimo era estropear los avances de los otros niños, al no ser capaces de presentar pruebas sólidas al respecto. Por suerte, cuatro años después, otros investigadores intervinieron y publicaron el primer ensayo clínico doblemente ciego sobre dieta y autismo. Lo explico todo con más detalle en mi video Ensayo clínico doble ciego de la dieta para el autismo.

Considera ser voluntario/a para ayudar en la página web.

Crédito de la imagen: Providence Doucet. La imagen ha sido modificada.

Gráficos de Avocado Video

A continuación una aproximación al contenido del audio de este video. Para ver los gráficos, tablas, imágenes o citas a los que Dr. Greger se refiere, ve el video más arriba. La traducción y edición de este contenido ha sido realizada por Elisabel Gómez voluntarios activos en NutritionFacts.org.

Puedes ver varios gráficos en el video que muestran las conclusiones del primer estudio clínico aleatorizado comparativo en el que se puso a prueba si una dieta libre de gluten y caseína podría ayudar a niños con autismo. Tras un año siguiendo esta dieta, se observaron grandes mejorías en lo que se refiere a problemas de atención, y los niveles de distanciamiento emocional parecieron disminuir. Asimismo, la necesidad de tener rutinas y rituales se vio reducida y se observó una mejoría en la capacidad de aprendizaje de estos niños. Por el contrario, no se hallaron diferencias importantes tras el estudio en el grupo de referencia. De manera similar, en el grupo que se sometió a una dieta sin gluten y sin caseína se observaron mejorías en los ámbitos social y emocional. Estos niños se relacionaban con sus compañeros con menor dificultad, sus niveles de ansiedad se vieron reducidos, los niveles de empatía aumentaron, y también se observó una mayor aceptación del contacto físico. Y, de nuevo, no se observaron cambios importantes en el grupo de referencia. Los niños del grupo que siguió la dieta también parecieron mostrar menos problemas a la hora de comunicarse. La expresión facial, el contacto visual y la capacidad de respuesta mejoraron; y la incidencia de “peculiaridades del lenguaje”, como, por ejemplo, la repetición de palabras de forma involuntaria, disminuyó. De nuevo, no se observaron cambios importantes en el grupo de referencia. Por último, en lo que se refiere a factores cognitivos y al movimiento, se observó una mejoría importante en la capacidad de estos niños de reconocer situaciones peligrosas. Asimismo, hubo un incremento en los intereses personales y se observó una menor tendencia a la inquietud o pasividad extremas que suelen presentar estos niños.

Sin embargo, este estudio fue un tanto problemático, ya que los investigadores tan solo podían basarse en las declaraciones de los padres. Tanto antes como después del estudio, que duró un año, se les hizo una serie de preguntas a los padres para comprobar si notaban diferencias en el comportamiento de sus hijos. Si quieres saber más, ve al minuto 1:20 de mi video.

Pero ¿por qué iba a ser problemático? ¿Quién conoce el día a día de estos niños mejor que sus padres? Es verdad que los investigadores podrían haber contado con una persona externa que evaluara a estos niños de manera imparcial antes y después del periodo experimental. Estos observadores no habrían sabido si los niños pertenecían al grupo de la dieta o al grupo de referencia, pero también es verdad que tan solo habrían podido observar momentos muy concretos y breves de la vida de estos niños. Entonces, ¿quién mejor que los padres para evaluar el comportamiento de sus hijos? Bueno, en realidad, sí que hay un problemilla con que los padres hagan esa evaluación. El problema es el efecto placebo. “Tras someterse a este experimento durante un año, los padres habían invertido mucho tiempo y esfuerzo en asegurarse de cumplir con los requisitos de la dieta, por lo que es posible que buscaran de manera inconsciente esas mejorías en el comportamiento de sus hijos”. El trigo y la leche están presentes en tantos alimentos que para la mayoría de las familias supone un gran cambio y esfuerzo eliminarlos de la dieta. Por lo tanto, mientras que las familias que pertenecían al grupo de referencia no hicieron nada especial y no observaron cambios importantes tras el periodo de prueba, las familias del grupo que hizo dieta se habían esforzado mucho, por lo que al preguntarles si sus hijos parecían haber mejorado, es posible que su opinión haya estado afectada por esas expectativas de mejora. En otras palabras, “se puede haber dado lo que conocemos como efecto placebo”.

Pero ¿en realidad son los padres tan ingenuos? A ver, “el poder de la sugestión es muy potente en los padres cuando se trata de situaciones que afectan al comportamiento de sus hijos”. Por ejemplo, en un famoso estudio, se les dio una bebida con un edulcorante artificial a niños, pero a la mitad de los padres se les dijo que esa bebida contenía azúcar. Los padres que creían que sus hijos habían tomado azúcar calificaron el comportamiento de sus hijos como bastante peor. 

En este tipo de estudios sobre autismo “en los que existe el efecto placebo, es posible que los padres estén buscando cambios positivos en el comportamiento de sus hijos y estén ignorando o justificando los negativos”. Lo ideal sería hacer estudios doblemente ciegos, en los que a los niños se les dan alimentos que son iguales a la vista y con el mismo sabor, pero uno de ellos contendría gluten y caseína, mientras que el otro no. De esta manera, ni los niños ni los padres sabrían cuál es cuál. Ni siquiera los investigadores sabrían cuál es cuál hasta finalizar el estudio y juntar las piezas del rompecabezas. “Si se hiciera así, los comportamientos observados tras el consumo de estos alimentos no podrían verse afectados por ideas preconcebidas o prejuicios”. 

Vale, entonces, ¿por qué no se hizo un estudio doblemente ciego? “En cuanto al diseño”, los investigadores dijeron que “podría admitirse que habría sido mejor realizar un estudio doblemente ciego y con grupos cruzados. Podrían haber puesto a todos los niños a dieta y se les podría haber dado gluten y caseína en cápsulas durante periodos alternos, por ejemplo. Los padres y cuidadores no habrían sabido quién estaba siendo sometido a la dieta y quién no”, ya que se les estaría dando gluten y caseína sin que lo supieran. De esta manera, se habría eliminado el efecto placebo y, por ende, cualquier expectativa o idea preconcebida. Entonces, ¿por qué no lo hicieron? 

Los investigadores estaban tan convencidos de que el gluten y la caseína eran dañinos que, “desde un punto de vista ético”, no podían soportar la idea de darles gluten o caseína a estos niños. Los niños que pertenecían al grupo que seguía la dieta demostraron mejores resultados, y los investigadores habían visto casos en que los niños parecían recaer cuando se reintroducían esas proteínas en su dieta, por lo que simplemente no podían justificar hacerle “daño” a esos niños.

Eso lo entiendo, pero si de verdad estaban tan seguros de que el gluten y la caseína eran nocivos, lo único que conseguían haciendo un estudio tan pésimo era estropear los avances de los otros niños, al no ser capaces de presentar pruebas sólidas al respecto. Por suerte, cuatro años después, otros investigadores intervinieron y publicaron el primer ensayo clínico doblemente ciego sobre dieta y autismo. Lo explico todo con más detalle en mi video Ensayo clínico doble ciego de la dieta para el autismo.

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Crédito de la imagen: Providence Doucet. La imagen ha sido modificada.

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Nota del Doctor

Este es el cuarto video en mi serie sobre el efecto del gluten y los lácteos en el tratamiento del autismo. No te pierdas el resto:

Tenemos todos los videos sobre el autismo en su página temática

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