La traducción de este texto viene de la mano de nuestra voluntaria Rosana Battagliotti.
“Los alimentos a base de soja se han transformado en un tema controversial en los últimos años, exacerbado por la información errónea que hay en internet”. La principal idea equivocada sobre los alimentos a base de soja es que favorecen el desarrollo de cáncer de mama porque tienen una clase de compuestos fitoestrógenos llamados isoflavonas, tal como explico en mi video ¿Es saludable la soja para las sobrevivientes de cáncer de mama? Dado que los estrógenos favorecen el desarrollo del cáncer de mama, es natural asumir que los fitoestrógenos podrían tener el mismo efecto, pero lo que la mayoría de la gente desconoce es que hay dos tipos de receptores de estrógenos en el cuerpo: alfa y beta. A diferencia del estrógeno en sí, los fitoestrógenos de la soja “se unen de manera preferencial a ERβ (el receptor beta de estrógeno) y lo activan”. “Esta distinción es importante, porque [los dos tipos de receptores] tienen distintas distribuciones de tejido en el cuerpo y, con frecuencia, funcionan de forma diferente, e incluso, a veces, de forma opuesta. Parece ser que eso es lo que ocurre en las mamas”, donde la activación de los receptores beta tiene un efecto antiestrogénico, e inhibe los efectos carcinogénicos del estrógeno, algo que hemos sabido por más de diez años.
Los efectos del estradiol, el principal estrógeno en los humanos, en las células de las mamas son “totalmente opuestos” a los de los fitoestrógenos de la soja, que tienen “efectos antiproliferativos en las células cancerosas de las mamas, incluso en [las] concentraciones bajas” que tenemos en la sangre después de comer tan solo un par de porciones de soja. Tiene sentido, ya que después de comer una taza de habas de soja, los niveles en nuestra sangre provocan una activación significativa de los receptores beta, como puedes ver en el minuto 1:27 de mi video.
¿De dónde surgió esta idea obsoleta de que la soja puede aumentar el riesgo de cáncer de mama? La inquietud se basaba, en gran parte, en investigaciones que concluían que el principal fitoestrógeno de la soja, la genisteína, estimula el crecimiento de los tumores mamarios en un tipo de ratón, pero nosotros no somos ratones. Los humanos metabolizamos las isoflavonas de la soja de forma muy diferente de los roedores. Como puedes ver en el minuto 2:00 de mi video, los mismos fitoestrógenos de la soja generaron niveles entre 20 y 50 veces más altos en el torrente sanguíneo de los roedores. El ratón en cuestión que tenía cáncer de mama tenía niveles 58 veces más altos. ¿Qué significa esto para nosotros? Si consumiéramos 58 tazas de habas de soja por día, nosotros también podríamos experimentar una activación importante de receptores alfa, pero, por suerte, no somos ratas desnudas atímicas ovariectomizadas y no tenemos la costumbre de comer 58 tazas de habas de soja por día.
Si consumimos solo un par de porciones de soja por día, con la activación adicional de receptores beta, podríamos asumir que la soja ayudaría a prevenir de manera activa el cáncer de mama. Y, en efecto, “se estableció un vínculo entre la ingesta de soja en la infancia, la adolescencia y la vida adulta, y un riesgo menor de cáncer de mama”. Parece que las mujeres que más soja consumieron en su juventud tienen menos de la mitad del riesgo de desarrollar cáncer de mama cuando son adultas. Esto podría ayudar a explicar por qué los índices de cáncer de mama son mucho más altos en Estados Unidos que en Asia, donde los alimentos a base de soja se consumen con mucha más frecuencia. Sin embargo, cuando los asiáticos van a Estados Unidos y empiezan a comer y vivir como estadounidenses, sus niveles de probabilidad de tener cáncer de mama se disparan. Por ejemplo, las mujeres de entre 50 y 60 años que viven en Connecticut encabezan la lista de personas con riesgo de cáncer de mama, como puedes ver en el minuto 3:00 de mi video, y tienen unas diez veces más cáncer que las mujeres de la misma edad en Japón. No es genético. Cuando las mujeres japonesas se mudan a Estados Unidos, sus niveles de cáncer de mama aumentan generación tras generación, a medida que se van integrando a la cultura del país.
Los efectos anti-estrogénicos de los alimentos a base de soja ¿son suficientes para generar un cambio real en el curso de la enfermedad? No tuvimos la respuesta hasta que, en 2009, se publicó, en el Journal of the American Medical Association, el primer estudio sobre consumo de alimentos a base de soja en humanos y supervivencia al cáncer de mama; este estudio sugería que “entre las mujeres con cáncer de mama, el consumo de alimentos a base de soja está vinculado de manera significativa con un menor riesgo de muerte y de recurrencia [del cáncer de mama]”. A ese estudio le siguió otro, y otro más, ambos con resultados similares. Eso fue suficiente para la Sociedad Americana contra el Cáncer, que reunió a una gran cantidad de expertos sobre el cáncer para brindar pautas de nutrición para los sobrevivientes del cáncer, con la conclusión de que, en todo caso, los alimentos a base de soja son beneficiosos. Desde entonces, se han publicado dos estudios más, lo que da un total de cinco. Cinco estudios que, en total, siguieron a más de 10.000 pacientes con cáncer de mama, y todos apuntan a lo mismo.
Al combinar todos los resultados, se ve que el consumo de alimentos a base de soja después de un diagnóstico de cáncer de mamá se vinculó con una disminución tanto en la mortalidad como en la recurrencia; es decir, una vida más larga y con menor probabilidad de que reaparezca el cáncer. Esta mayor probabilidad de supervivencia se dio en mujeres con tumores con receptores de estrógeno positivos y negativos, y en mujeres jóvenes y mayores.
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Michael Greger
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