El estudio TAME sobre el envejecimiento y la metformina

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Si tienes diabetes tomar metformina puede ayudarte, pero si no, puede empeorar las cosas.

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A continuación una aproximación al contenido del audio de este video. Para ver los gráficos, tablas, imágenes o citas a los que Dr. Greger se refiere, ve el video más arriba. La traducción y edición de este contenido ha sido realizada por María Belén Oliva voluntaria activa en NutritionFacts.org.

Dada la evidencia de que los diabéticos que toman metformina podrían vivir más que las personas sin diabetes sugiere que la metformina tiene un efecto antienvejecimiento, que retarda las enfermedades relacionadas con la edad y, así, prolonga la salud y la vida. Pero no se sabe con certeza hasta que se pone prueba. En algunos estudios pequeños y breves han probado la metformina en voluntarios sanos. Por ejemplo, se seleccionaron al azar unas doce personas para recibir metformina o placebo durante algunas semanas y se compararon los efectos en biopsias musculares y de grasa. Se observaron cambios beneficiosos en la expresión génica en diversas vías de envejecimiento, junto con mejoras objetivas en factores de riesgo, como el colesterol LDL y los triglicéridos, pero lo que realmente nos gustaría son criterios de valoración firmes, como los desenlaces de enfermedades y la muerte.

Entra en escena el ensayo TAME sobre el envejecimiento y la metformina, dirigido por la organización sin fines de lucro American Federation for Aging Research. TAME tiene el objetivo ambicioso de seleccionar al azar a 3 000 personas no diabéticas de entre 65 y 79 años para recibir metformina o placebo durante seis años, para evaluar el efecto en condiciones relacionadas con la edad, como ataques cardíacos, accidentes cerebrovasculares, cáncer, demencia, y muerte. El tratamiento actual “solo cambia una enfermedad por otra”, protestó el investigador principal. Alguien que se curó de cáncer podría morir al año siguiente de un ataque al corazón. “Lo que queremos demostrar es que, si retrasamos el envejecimiento, esa es la mejor manera de retrasar las enfermedades”.

Desafortunadamente, aunque el ensayo TAME recibió la aprobación de la FDA en 2015, aún no se puso en marcha. Se puede adivinar por qué. Como lo expresó el editor en jefe de una revista contra el envejecimiento: “No hay formade ganar dinero con esto”. La patente de la metformina expiró hace décadas y las pastillas de los genéricos cuestan centavos. Se considera un “uso muy bueno de 75 millones de dólares”, pero parece que los investigadores solo han podido recaudar 11 millones de dólares de donantes privados.

Algunas personas en círculos tecnológicos del Silicon Valley no esperan por los resultados. Aparentemente, hay computines que han comenzado a tomar metformina para vivir más tiempo, aunque oficialmente solo está disponible con receta médica para la diabetes. La metformina es barata, bastante segura y uno de los medicamentos más prometedores para combatir las enfermedades relacionadas con la edad, pero existen razones para moderar nuestras expectativas. Aunque se la ha denominado un “medicamento milagroso”, los beneficios de longevidad en ratones fueron pequeños y dependientes de la dosis. En el mejor de los casos, aumentaría la esperanza de vida promedio de ciertos ratones en un 5 por ciento, pero en dosis más altas, en realidad, la reduce. Gran parte del entusiasmo por el ensayo TAME radica en que actúe como un caso de prueba para lograr que las autoridades regulatorias, como la FDA, reconozcan formalmente los tratamientos para el proceso de envejecimiento en sí mismo, con la esperanza de que esto incentive a las grandes farmacéuticas a invertir en I y D a gran escala para avanzar en este campo.

Existen más reservas sobre las expectativas panaceas de la metformina que surgen del estudio de referencia del Programa de Prevención de la Diabetes publicado en la revista New England Journal of Medicine. Se seleccionaron al azar a miles de individuos prediabéticos para que reciban metformina o placebo durante años y ver si el medicamento podía evitar que la prediabetes se convirtiera en diabetes. Funcionó, al reducir la incidencia general de diabetes en un 31 por ciento en comparación con el placebo, pero no lo hizo para todos. Por ejemplo, parecería que no benefició mucho a las personas con 60 años o más y, al parecer, solo ayudó a aquellos con mayor riesgo, como los obesos de clase II y los portadores de los más altos niveles de azúcar en sangre. Aquellos con niveles más bajos (aunque aún elevados) de azúcar en sangre, y aquellos con un IMC inferior a 35 no observaron que el riesgo de diabetes haya tenido una reducción significativa por el medicamento. En un pequeño estudio incluso se encontró que, si bien la metformina aliviaba la resistencia a la insulina en diabéticos y aquellos con antecedentes familiares de diabetes, en realidad empeoraba la resistencia a la insulina (causa de la prediabetes y la diabetes tipo 2) en individuos obesos no diabéticos que no tenían una predisposición genética. Si tienes diabetes, puede mejorar las cosas; pero si no, puede empeorarlas. Así que, es posible que los individuos más saludables no obtengan los beneficios de la metformina que algunos intentan extrapolar de los estudios de longevidad en diabéticos. De hecho, incluso esos investigadores son explícitos al afirmar que no creen que la metformina esté lista para su uso en el mercado como una intervención antienvejecimiento para la población en general.

¿Qué es más seguro y funciona aún mejor? Hubo un tercer grupo en el estudio del Programa de Prevención de la Diabetes. Se seleccionaron al azar a miles de prediabéticos para que reciban metformina, placebo o cambios en el estilo de vida: una dieta baja en grasas para reducir el colesterol, y ejercicio, al menos unos 20 minutos al día de ejercicio de intensidad moderada, como una caminata rápida. En comparación con el grupo placebo, los que tomaron metformina tenían un 31 por ciento menos de probabilidades de tener diabetes. El grupo de estilo de vida tenía un 58 por ciento menos. El cambio simple en el estilo de vida fue casi el doble de efectivo que la metformina (y con menos efectos secundarios, por ejemplo, seis veces menos casos de malestar gastrointestinal).

En otros ensayos controlados aleatorios se encontró lo mismo: los enfoques de estilo de vida superiores a los enfoques basados en medicamentos para la prevención de la diabetes. Y esa baja del riesgo del 60 por ciento o así no se observó entre los que realmente hicieron los cambios de estilo de vida, solo entre los que se les instruyó a hacerlo. En otro ensayo de prevención de la diabetes publicado en la revista New England Journal of Medicine encontró la misma reducción del 58 por ciento en el riesgo de diabetes entre aquellos a quienes se les pidió que hicieran cambios en el estilo de vida, y se profundizó para ver cuál fue el beneficio para aquellos que cumplieron por completo. Solo una fracción del grupo de intervención en el estilo de vida cumplió con los objetivos modestos. Solo cerca de un tercio aumentó el ejercicio, por ejemplo. Solo cerca de una cuarta parte cumplió con la ingesta mínima recomendada de fibra (que se encuentra concentrada en alimentos vegetales integrales) o redujo lo suficiente la grasa saturada (principalmente lácteos, postres, pollo y cerdo). Pero les fue mejor que al grupo de control, y unos pocos desarrollaron diabetes por ello. Pero ¿qué pasa si observamos solo a las personas que realmente hicieron todos (o incluso solo 4 de 5) de los cambios de estilo de vida recomendados? No desarrollaron diabetes, ninguno de ellos tuvo diabetes durante el estudio, lo que significa una efectiva reducción del riesgo del 100 por ciento.

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A continuación una aproximación al contenido del audio de este video. Para ver los gráficos, tablas, imágenes o citas a los que Dr. Greger se refiere, ve el video más arriba. La traducción y edición de este contenido ha sido realizada por María Belén Oliva voluntaria activa en NutritionFacts.org.

Dada la evidencia de que los diabéticos que toman metformina podrían vivir más que las personas sin diabetes sugiere que la metformina tiene un efecto antienvejecimiento, que retarda las enfermedades relacionadas con la edad y, así, prolonga la salud y la vida. Pero no se sabe con certeza hasta que se pone prueba. En algunos estudios pequeños y breves han probado la metformina en voluntarios sanos. Por ejemplo, se seleccionaron al azar unas doce personas para recibir metformina o placebo durante algunas semanas y se compararon los efectos en biopsias musculares y de grasa. Se observaron cambios beneficiosos en la expresión génica en diversas vías de envejecimiento, junto con mejoras objetivas en factores de riesgo, como el colesterol LDL y los triglicéridos, pero lo que realmente nos gustaría son criterios de valoración firmes, como los desenlaces de enfermedades y la muerte.

Entra en escena el ensayo TAME sobre el envejecimiento y la metformina, dirigido por la organización sin fines de lucro American Federation for Aging Research. TAME tiene el objetivo ambicioso de seleccionar al azar a 3 000 personas no diabéticas de entre 65 y 79 años para recibir metformina o placebo durante seis años, para evaluar el efecto en condiciones relacionadas con la edad, como ataques cardíacos, accidentes cerebrovasculares, cáncer, demencia, y muerte. El tratamiento actual “solo cambia una enfermedad por otra”, protestó el investigador principal. Alguien que se curó de cáncer podría morir al año siguiente de un ataque al corazón. “Lo que queremos demostrar es que, si retrasamos el envejecimiento, esa es la mejor manera de retrasar las enfermedades”.

Desafortunadamente, aunque el ensayo TAME recibió la aprobación de la FDA en 2015, aún no se puso en marcha. Se puede adivinar por qué. Como lo expresó el editor en jefe de una revista contra el envejecimiento: “No hay formade ganar dinero con esto”. La patente de la metformina expiró hace décadas y las pastillas de los genéricos cuestan centavos. Se considera un “uso muy bueno de 75 millones de dólares”, pero parece que los investigadores solo han podido recaudar 11 millones de dólares de donantes privados.

Algunas personas en círculos tecnológicos del Silicon Valley no esperan por los resultados. Aparentemente, hay computines que han comenzado a tomar metformina para vivir más tiempo, aunque oficialmente solo está disponible con receta médica para la diabetes. La metformina es barata, bastante segura y uno de los medicamentos más prometedores para combatir las enfermedades relacionadas con la edad, pero existen razones para moderar nuestras expectativas. Aunque se la ha denominado un “medicamento milagroso”, los beneficios de longevidad en ratones fueron pequeños y dependientes de la dosis. En el mejor de los casos, aumentaría la esperanza de vida promedio de ciertos ratones en un 5 por ciento, pero en dosis más altas, en realidad, la reduce. Gran parte del entusiasmo por el ensayo TAME radica en que actúe como un caso de prueba para lograr que las autoridades regulatorias, como la FDA, reconozcan formalmente los tratamientos para el proceso de envejecimiento en sí mismo, con la esperanza de que esto incentive a las grandes farmacéuticas a invertir en I y D a gran escala para avanzar en este campo.

Existen más reservas sobre las expectativas panaceas de la metformina que surgen del estudio de referencia del Programa de Prevención de la Diabetes publicado en la revista New England Journal of Medicine. Se seleccionaron al azar a miles de individuos prediabéticos para que reciban metformina o placebo durante años y ver si el medicamento podía evitar que la prediabetes se convirtiera en diabetes. Funcionó, al reducir la incidencia general de diabetes en un 31 por ciento en comparación con el placebo, pero no lo hizo para todos. Por ejemplo, parecería que no benefició mucho a las personas con 60 años o más y, al parecer, solo ayudó a aquellos con mayor riesgo, como los obesos de clase II y los portadores de los más altos niveles de azúcar en sangre. Aquellos con niveles más bajos (aunque aún elevados) de azúcar en sangre, y aquellos con un IMC inferior a 35 no observaron que el riesgo de diabetes haya tenido una reducción significativa por el medicamento. En un pequeño estudio incluso se encontró que, si bien la metformina aliviaba la resistencia a la insulina en diabéticos y aquellos con antecedentes familiares de diabetes, en realidad empeoraba la resistencia a la insulina (causa de la prediabetes y la diabetes tipo 2) en individuos obesos no diabéticos que no tenían una predisposición genética. Si tienes diabetes, puede mejorar las cosas; pero si no, puede empeorarlas. Así que, es posible que los individuos más saludables no obtengan los beneficios de la metformina que algunos intentan extrapolar de los estudios de longevidad en diabéticos. De hecho, incluso esos investigadores son explícitos al afirmar que no creen que la metformina esté lista para su uso en el mercado como una intervención antienvejecimiento para la población en general.

¿Qué es más seguro y funciona aún mejor? Hubo un tercer grupo en el estudio del Programa de Prevención de la Diabetes. Se seleccionaron al azar a miles de prediabéticos para que reciban metformina, placebo o cambios en el estilo de vida: una dieta baja en grasas para reducir el colesterol, y ejercicio, al menos unos 20 minutos al día de ejercicio de intensidad moderada, como una caminata rápida. En comparación con el grupo placebo, los que tomaron metformina tenían un 31 por ciento menos de probabilidades de tener diabetes. El grupo de estilo de vida tenía un 58 por ciento menos. El cambio simple en el estilo de vida fue casi el doble de efectivo que la metformina (y con menos efectos secundarios, por ejemplo, seis veces menos casos de malestar gastrointestinal).

En otros ensayos controlados aleatorios se encontró lo mismo: los enfoques de estilo de vida superiores a los enfoques basados en medicamentos para la prevención de la diabetes. Y esa baja del riesgo del 60 por ciento o así no se observó entre los que realmente hicieron los cambios de estilo de vida, solo entre los que se les instruyó a hacerlo. En otro ensayo de prevención de la diabetes publicado en la revista New England Journal of Medicine encontró la misma reducción del 58 por ciento en el riesgo de diabetes entre aquellos a quienes se les pidió que hicieran cambios en el estilo de vida, y se profundizó para ver cuál fue el beneficio para aquellos que cumplieron por completo. Solo una fracción del grupo de intervención en el estilo de vida cumplió con los objetivos modestos. Solo cerca de un tercio aumentó el ejercicio, por ejemplo. Solo cerca de una cuarta parte cumplió con la ingesta mínima recomendada de fibra (que se encuentra concentrada en alimentos vegetales integrales) o redujo lo suficiente la grasa saturada (principalmente lácteos, postres, pollo y cerdo). Pero les fue mejor que al grupo de control, y unos pocos desarrollaron diabetes por ello. Pero ¿qué pasa si observamos solo a las personas que realmente hicieron todos (o incluso solo 4 de 5) de los cambios de estilo de vida recomendados? No desarrollaron diabetes, ninguno de ellos tuvo diabetes durante el estudio, lo que significa una efectiva reducción del riesgo del 100 por ciento.

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