Hace poco se publicaron cinco ensayos enormes, en los que se aleatoriza a miles de personas a diferentes fórmulas de aceite de pescado o a un placebo.
¿El pescado y los suplementos de aceite de pescado son buenos para el corazón?
Gracias en parte a la recomendación de la Asociación Americana del Corazón a las personas con alto riesgo de enfermedad cardiaca de que consulten a sus médicos sobre los suplementos de aceite de pescado con omega-3, las pastillas de aceite de pescado se han convertido en una industria multimillonaria. Ahora consumimos más de cien mil toneladas de aceite de pescado cada año. ¿Qué dice la ciencia? ¿Los supuestos beneficios de los suplementos de aceite de pescado para la prevención y el tratamiento de las enfermedades cardiacas son prometedores, o solo un cuento escurridizo?
El cambio científico se produjo hace poco más de una década cuando una revisión sistemática y un metanálisis publicados en el Journal of the American Medical Association analizaron todos los mejores ensayos clínicos aleatorizados que evaluaban los efectos de las grasas omega-3 en la esperanza de vida, muerte cardiaca, muerte súbita, infarto y apoplejía. Se incluyeron estudios no solo sobre los suplementos de aceite de pescado, sino también sobre los efectos de aconsejar a las personas que coman más pescado azul. En general, los investigadores no encontraron ningún beneficio protector contra la mortalidad general, ni por enfermedad cardiaca, la muerte súbita cardiaca, infarto o apoplejía. ¿Y si alguien que ya había tenido un infarto está tratando de prevenir otro? Tampoco se encontraron beneficios.
Desde entonces, se han compilado otras cinco docenas de ensayos aleatorizados y controlados. La evaluación sistemática más extensa confirmó que el aumento de la ingesta de grasas de pescado (EPA y DHA) tiene “poco o ningún efecto sobre las muertes y los incidentes cardiovasculares”. Los experimentos de longevidad en ratones tampoco encontraron beneficios para el envejecimiento o la esperanza de vida. ¿De dónde sacamos esta idea de que las grasas omega-3 del pescado y los suplementos de aceite de pescado eran buenos para nosotros?
Se creía que los esquimales estaban protegidos de enfermedades cardiacas, pero parece que no es más que un mito. No obstante, algunos estudios iniciales parecían prometedores. Por ejemplo, el famoso ensayo DART de la década de 1980 que involucró a dos mil hombres descubrió que a quienes se aconsejaba comer pescado azul reducían la mortalidad en un 29 %. Eso es impresionante, no es de extrañar que el estudio llamara mucho la atención. El aceite de pescado se convirtió en la ballena de una historia que crecía cada vez que se contaba. Nos hemos olvidado de la secuela, el ensayo DART-2, que encontró exactamente lo contrario. El ensayo DART-2 lo dirigió el mismo grupo de investigadores y fue un estudio aún mayor: tres mil hombres. Esta vez, se aconsejó a los participantes comer pescado azul y, en concreto, quienes recibieron cápsulas de aceite de pescado tuvieron mayor riesgo de muerte cardiaca. Las preocupaciones sobre los posibles efectos proarrítmicos (inductores de ritmo irregular) del aceite de pescado han llevado a revisiones que contienen títulos como “¿Puede el aceite de pescado matarte?”. Aun así, se ha encontrado poco o ningún cambio en el riesgo general de mortalidad cuando se reúnen todos los estudios.
Más allá de las preocupaciones sobre los contaminantes persistentes, como dioxinas y PCB, en los suplementos de aceite de pescado, incluso en los suplementos de aceite de pescado “destilados”, se han encontrado subproductos de oxidación en toda la industria comercial de suplementos de aceite de pescado. Al analizar los suplementos más populares de omega-3 en Asia, Europa, Oriente Medio, Australia y América del Norte, se encontró que el 24-92 % superaba los estándares de seguridad voluntarios establecidos por la industria (no hay límite legal, al menos en los EE. UU.). El país de origen no parecía importar, tal vez porque la mayoría de los productos de aceite de pescado que se venden a nivel mundial provienen, evidentemente, de la misma región (frente a la costa oeste de América del Sur). Es curioso, la fecha de consumo preferente tampoco afectó (en este estudio en el que 9 de cada 10 suplementos superaron los estándares de seguridad, todos se probaron al menos 9 meses antes de las fechas de consumo preferente). Los más caros estaban más contaminados, pero se cree que esto es debido a que tenían concentraciones más altas. Y las obtenidas de algas eran mejores que las de peces.
Los Estados Unidos tienen las ventas de aceite de pescado más altas del mundo, más de mil millones de dólares al año. Se analizaron los tres suplementos de aceite de pescado más vendidos en EE. UU. y todos superaron los niveles máximos recomendados de productos de oxidación, aunque al ampliar la muestra a cuatro docenas de suplementos de EE. UU. solo se halló que el 52 % superaba los límites. Aunque estas dos pruebas pueden dar falsos positivos debido a los colores o sabores añadidos. Un estudio del USDA encontró que más del 70 % contenía menos EPA y/o DHA de lo indicado en sus etiquetas, pero lo más preocupante no es lo que les falta, sino lo que no aparece en la etiqueta: contaminantes, subproductos de oxidación y grasa saturada. Esto puede explicar por qué los omega-3 a base de pescado aumentan los niveles de colesterol LDL frente a los omega-3 de origen vegetal.
Sin embargo, las implicaciones para la salud pública del consumo de aceite de pescado oxidado no están claras. Los experimentos con animales sugieren que la exposición crónica puede causar inflamación, toxicidad en los órganos y aterosclerosis acelerada, pero no se han realizado estudios en humanos a largo plazo. Es irónico: una de las razones por las que no ha habido más estudios clínicos son las preocupaciones éticas de exponer a humanos a grasas oxidadas a sabiendas, pero ese experimento se está llevando a cabo en masa ahora mismo en los botiquines de las casas de todo el mundo.
Tras reunir todos los estudios, los autores del histórico metanálisis de la revista AMA concluyeron que ya no estaba justificado usar omega-3 en la práctica clínica diaria. ¿Qué deben hacer los médicos cuando sus pacientes siguen los consejos de la Asociación Americana del Corazón y consultan sobre los suplementos de aceite de pescado? Como lo expresó el director de Lípidos y Metabolismo en el instituto cardiovascular de Mount Sinai: “Dado este y otros metanálisis negativos, nuestro trabajo como médicos debería ser detener la administración de suplementos de aceite de pescado altamente comercializados a todos nuestros pacientes…”
Pero el impulso de la investigación ya estaba en pleno apogeo. Hace poco se han publicado cinco nuevos ensayos masivos que asignan al azar a decenas de miles de personas a varias formulaciones de aceite de pescado frente a placebo. Cuatro de cada cinco fracasaron. Los ensayos llamados ASCEND, OMEMI, STRENGTH y VITAL no lograron reducir las muertes o los incidentes cardiovasculares, pero quedó un cabo suelto. El ensayo REDUCE-IT no redujo significativamente la mortalidad general, pero sí redujo un conjunto de sucesos cardiovasculares en un 25 %. Utilizaba una dosis de EPA bajo receta, equivalente a comer unas 150 latas de atún al día. El problema es el placebo que usaron.
A diferencia de otros ensayos que utilizaron aceites más neutros como el aceite de maíz, la farmacéutica que financió REDUCE-IT para promocionar su propio producto eligió aceite mineral para el grupo de control. Un truco clásico de la industria farmacéutica: intentar que tu producto parezca mejor porque lo comparas con algo peor. De hecho, el aceite mineral y supuesto “placebo” aumentó el colesterol LDL y causó un aumento de más del 30 % en la proteína C reactiva. No es de extrañar que el aceite de pescado saliera ganando. Es posible que alguna formulación de aceite de pescado acabe resultando útil. Por ahora, los metanálisis “demuestran inequívocamente que no hay ningún beneficio cardiovascular” en los suplementos de aceite de pescado de venta libre.
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Gráficos de Avo Media
Gracias en parte a la recomendación de la Asociación Americana del Corazón a las personas con alto riesgo de enfermedad cardiaca de que consulten a sus médicos sobre los suplementos de aceite de pescado con omega-3, las pastillas de aceite de pescado se han convertido en una industria multimillonaria. Ahora consumimos más de cien mil toneladas de aceite de pescado cada año. ¿Qué dice la ciencia? ¿Los supuestos beneficios de los suplementos de aceite de pescado para la prevención y el tratamiento de las enfermedades cardiacas son prometedores, o solo un cuento escurridizo?
El cambio científico se produjo hace poco más de una década cuando una revisión sistemática y un metanálisis publicados en el Journal of the American Medical Association analizaron todos los mejores ensayos clínicos aleatorizados que evaluaban los efectos de las grasas omega-3 en la esperanza de vida, muerte cardiaca, muerte súbita, infarto y apoplejía. Se incluyeron estudios no solo sobre los suplementos de aceite de pescado, sino también sobre los efectos de aconsejar a las personas que coman más pescado azul. En general, los investigadores no encontraron ningún beneficio protector contra la mortalidad general, ni por enfermedad cardiaca, la muerte súbita cardiaca, infarto o apoplejía. ¿Y si alguien que ya había tenido un infarto está tratando de prevenir otro? Tampoco se encontraron beneficios.
Desde entonces, se han compilado otras cinco docenas de ensayos aleatorizados y controlados. La evaluación sistemática más extensa confirmó que el aumento de la ingesta de grasas de pescado (EPA y DHA) tiene “poco o ningún efecto sobre las muertes y los incidentes cardiovasculares”. Los experimentos de longevidad en ratones tampoco encontraron beneficios para el envejecimiento o la esperanza de vida. ¿De dónde sacamos esta idea de que las grasas omega-3 del pescado y los suplementos de aceite de pescado eran buenos para nosotros?
Se creía que los esquimales estaban protegidos de enfermedades cardiacas, pero parece que no es más que un mito. No obstante, algunos estudios iniciales parecían prometedores. Por ejemplo, el famoso ensayo DART de la década de 1980 que involucró a dos mil hombres descubrió que a quienes se aconsejaba comer pescado azul reducían la mortalidad en un 29 %. Eso es impresionante, no es de extrañar que el estudio llamara mucho la atención. El aceite de pescado se convirtió en la ballena de una historia que crecía cada vez que se contaba. Nos hemos olvidado de la secuela, el ensayo DART-2, que encontró exactamente lo contrario. El ensayo DART-2 lo dirigió el mismo grupo de investigadores y fue un estudio aún mayor: tres mil hombres. Esta vez, se aconsejó a los participantes comer pescado azul y, en concreto, quienes recibieron cápsulas de aceite de pescado tuvieron mayor riesgo de muerte cardiaca. Las preocupaciones sobre los posibles efectos proarrítmicos (inductores de ritmo irregular) del aceite de pescado han llevado a revisiones que contienen títulos como “¿Puede el aceite de pescado matarte?”. Aun así, se ha encontrado poco o ningún cambio en el riesgo general de mortalidad cuando se reúnen todos los estudios.
Más allá de las preocupaciones sobre los contaminantes persistentes, como dioxinas y PCB, en los suplementos de aceite de pescado, incluso en los suplementos de aceite de pescado “destilados”, se han encontrado subproductos de oxidación en toda la industria comercial de suplementos de aceite de pescado. Al analizar los suplementos más populares de omega-3 en Asia, Europa, Oriente Medio, Australia y América del Norte, se encontró que el 24-92 % superaba los estándares de seguridad voluntarios establecidos por la industria (no hay límite legal, al menos en los EE. UU.). El país de origen no parecía importar, tal vez porque la mayoría de los productos de aceite de pescado que se venden a nivel mundial provienen, evidentemente, de la misma región (frente a la costa oeste de América del Sur). Es curioso, la fecha de consumo preferente tampoco afectó (en este estudio en el que 9 de cada 10 suplementos superaron los estándares de seguridad, todos se probaron al menos 9 meses antes de las fechas de consumo preferente). Los más caros estaban más contaminados, pero se cree que esto es debido a que tenían concentraciones más altas. Y las obtenidas de algas eran mejores que las de peces.
Los Estados Unidos tienen las ventas de aceite de pescado más altas del mundo, más de mil millones de dólares al año. Se analizaron los tres suplementos de aceite de pescado más vendidos en EE. UU. y todos superaron los niveles máximos recomendados de productos de oxidación, aunque al ampliar la muestra a cuatro docenas de suplementos de EE. UU. solo se halló que el 52 % superaba los límites. Aunque estas dos pruebas pueden dar falsos positivos debido a los colores o sabores añadidos. Un estudio del USDA encontró que más del 70 % contenía menos EPA y/o DHA de lo indicado en sus etiquetas, pero lo más preocupante no es lo que les falta, sino lo que no aparece en la etiqueta: contaminantes, subproductos de oxidación y grasa saturada. Esto puede explicar por qué los omega-3 a base de pescado aumentan los niveles de colesterol LDL frente a los omega-3 de origen vegetal.
Sin embargo, las implicaciones para la salud pública del consumo de aceite de pescado oxidado no están claras. Los experimentos con animales sugieren que la exposición crónica puede causar inflamación, toxicidad en los órganos y aterosclerosis acelerada, pero no se han realizado estudios en humanos a largo plazo. Es irónico: una de las razones por las que no ha habido más estudios clínicos son las preocupaciones éticas de exponer a humanos a grasas oxidadas a sabiendas, pero ese experimento se está llevando a cabo en masa ahora mismo en los botiquines de las casas de todo el mundo.
Tras reunir todos los estudios, los autores del histórico metanálisis de la revista AMA concluyeron que ya no estaba justificado usar omega-3 en la práctica clínica diaria. ¿Qué deben hacer los médicos cuando sus pacientes siguen los consejos de la Asociación Americana del Corazón y consultan sobre los suplementos de aceite de pescado? Como lo expresó el director de Lípidos y Metabolismo en el instituto cardiovascular de Mount Sinai: “Dado este y otros metanálisis negativos, nuestro trabajo como médicos debería ser detener la administración de suplementos de aceite de pescado altamente comercializados a todos nuestros pacientes…”
Pero el impulso de la investigación ya estaba en pleno apogeo. Hace poco se han publicado cinco nuevos ensayos masivos que asignan al azar a decenas de miles de personas a varias formulaciones de aceite de pescado frente a placebo. Cuatro de cada cinco fracasaron. Los ensayos llamados ASCEND, OMEMI, STRENGTH y VITAL no lograron reducir las muertes o los incidentes cardiovasculares, pero quedó un cabo suelto. El ensayo REDUCE-IT no redujo significativamente la mortalidad general, pero sí redujo un conjunto de sucesos cardiovasculares en un 25 %. Utilizaba una dosis de EPA bajo receta, equivalente a comer unas 150 latas de atún al día. El problema es el placebo que usaron.
A diferencia de otros ensayos que utilizaron aceites más neutros como el aceite de maíz, la farmacéutica que financió REDUCE-IT para promocionar su propio producto eligió aceite mineral para el grupo de control. Un truco clásico de la industria farmacéutica: intentar que tu producto parezca mejor porque lo comparas con algo peor. De hecho, el aceite mineral y supuesto “placebo” aumentó el colesterol LDL y causó un aumento de más del 30 % en la proteína C reactiva. No es de extrañar que el aceite de pescado saliera ganando. Es posible que alguna formulación de aceite de pescado acabe resultando útil. Por ahora, los metanálisis “demuestran inequívocamente que no hay ningún beneficio cardiovascular” en los suplementos de aceite de pescado de venta libre.
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¿El pescado y los suplementos de aceite de pescado son buenos para el corazón?
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