La madre de mi madre murió de enfermedad de Alzheimer. Cuando era niño, me encantaba pasar tiempo con ella. Era la abuela perfecta y perfectamente cariñosa. Ella quería llevarme a las tiendas de juguetes, pero yo, siendo nerdo, solo quería ir a la biblioteca. Cuando regresábamos a la casa, con los brazos llenos de libros prestados, me dejaba sentarme en su gran sofá y leer y dibujar. Luego me traía muffins de arándanos que hacía con una gran batidora mecánica que ocupaba la mitad del mostrador de la cocina.

Años más tarde, mi abuela comenzó a perder la cabeza. Para entonces, yo estaba en la facultad de medicina, pero mi recién descubierto conocimiento era inútil. Ella había cambiado. Mi abuela, antes dulce y señorial, ahora le lanzaba cosas a la gente y maldecía. Su cuidadora me mostró las marcas de los dientes en su brazo donde mi abuela, una vez amable y cariñosa, la había mordido.

Ese es el horror de la enfermedad cerebral. A diferencia de un problema con el pie o la espalda o incluso otro órgano vital, la enfermedad cerebral puede atacarte. La enfermedad de Alzheimer, que mata a cerca de 85000 estadounidenses cada año, es una de las enfermedades más agobiantes, física y emocionalmente, tanto para los enfermos como para los cuidadores. A diferencia de la apoplejía, que puede matar instantáneamente y sin ninguna advertencia, el alzhéimer implica un deterioro más lento, más sutil durante meses o años. En lugar de placas llenas de colesterol en las arterias, las placas de una sustancia llamada amiloide se desarrollan en el propio tejido cerebral, asociado a la pérdida de memoria y, finalmente, la pérdida de la vida.

A pesar de los miles de millones de dólares gastados en la investigación, todavía no hay una cura ni un tratamiento eficaz para la enfermedad, que invariablemente progresa hasta la muerte. En resumen, el alzhéimer está llegando a un estado de crisis emocional, económica e incluso científicamente.

La buena noticia, como un científico líder del Center for Alzheimer Research (centro para la investigación del alzhéimer) ha titulado un artículo de revisión, es que “la enfermedad de Alzheimer es incurable pero prevenible”. Los cambios en la alimentación y el estilo de vida podrían prevenir millones de casos al año. ¿Cómo? Existe un consenso emergente de que “lo que es bueno para nuestros corazones también es bueno para nuestras cabezas”, porque se cree que la obstrucción de las arterias dentro del cerebro, con placa aterosclerótica, juega un papel fundamental en el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer. No es de extrañar, pues, que la pieza central alimentaria de ‘‘Dietary and Lifestyle Guidelines for the Prevention of Alzheimer’s Disease’’ (guías alimentarias y de estilo de vida para la prevención de la enfermedad de alzheimer) de 2014, publicado en la revista Neurobiology of Aging, fuera: “los vegetales, legumbres (frijoles, guisantes y lentejas), frutas y granos enteros deben reemplazar las carnes y los lácteos como productos básicos de la alimentación”.

Generalmente pensamos en la aterosclerosis como una condición del corazón, pero un cúmulo sustancial de evidencia asocia fuertemente las arterias ateroscleróticas a la enfermedad de Alzheimer. Las autopsias han demostrado, repetidamente, que los pacientes de Alzheimer tienden a tener una mayor acumulación de placa aterosclerótica y estrechamiento de las arterias en el cerebro. Y la obstrucción de las arterias en el interior y el conducir al cerebro a llenarse de placas con colesterol puede reducir drásticamente la cantidad de sangre y, por lo tanto el oxígeno, que tu cerebro recibe. A la luz de estos hallazgos, algunos expertos incluso han sugerido que el alzhéimer se reclasifique como un trastorno vascular.

Un estudio de trescientos pacientes de alzhéimer descubrió que el tratamiento de factores de riesgo vascular, como el colesterol alto y la presión arterial, puede incluso ralentizar la progresión de la enfermedad, pero no detenerla. Es por eso que la prevención es la clave y nunca es demasiado pronto para comenzar a comer más sano. Las decisiones alimentarias que tomas ahora pueden influir directamente en tu salud mucho más adelante en tu vida, incluyendo la salud de tu cerebro.

 

Traducción: Ana Victoria Esquivel. Edición: Viviana Garcia

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