El éxito de las normativas dietéticas del gobierno

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¿Cómo fueron capaces en Inglaterra de reducir la ingesta de sal tan bien? Este cambio vino acompañado de una reducción grande en los casos de muerte por apoplejías y ataques al corazón.

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A continuación una aproximación al contenido del audio de este video. Para ver los gráficos, tablas, imágenes o citas a los que Dr. Greger se refiere, ve el video más arriba. La traducción y edición de este contenido ha sido realizada por Antonio Galán voluntario activo en NutritionFacts.org.

La comunidad de la salud pública está a punto de rendirse en sus intentos de erradicar la obesidad. Los últimos objetivos de la OMS tienen como objetivo de obesidad para 2025 intentar que no aumente más. Incluso una meta tan baja puede suponer uno de los mayores desafíos para la salud mundial, y estamos fallando. Pese a los focos aislados de progreso desigual, ningún país ha revertido aún la epidemia. Toda la culpa es del lobby de la industria alimentaria.

La promoción del consumo excesivo de alimentos y bebidas ricos en calorías y bajos en nutrientes se señala como el principal impulsor de la pandemia de obesidad. Ahora que hemos librado a gran parte del mundo de la peste y el hambre, algunos defensores de la salud pública han llegado a sugerir que los “nuevos vectores de enfermedades” tienen ahora forma de “corporaciones alimentarias transnacionales que comercializan sal, grasa, azúcar y calorías en cantidades sin precedentes”. Se considera la mayor industria del mundo. Solo los fabricantes de alimentos procesados manejan billones. “En pocas palabras”, concluyó el director general de un instituto de salud global, “el enorme éxito comercial de la industria alimentaria está causando lo que promete ser uno de los mayores desastres en salud pública de nuestro tiempo”.

Pero no es su culpa. Las corporaciones hacen lo que están preparadas para hacer. Su objetivo no es engordar a la gente, sino sacar dinero a la gente. La industria alimentaria manipula ingredientes como la sal, el azúcar y la grasa y los picos de cafeína y productos químicos por el simple y vil motivo de maximizar beneficios. Solo lo hacen para explotar nuestras vulnerabilidades biológicas naturales. Los mercados a menudo incentivan a las empresas a complacer y aprovechar las debilidades humanas. Los directivos de empresas de alimentos y bebidas no celebran su victoria en los pasillos de los hospitales infantiles para felicitarse por su trabajo. Tan solo tienen la responsabilidad de maximizar las ganancias trimestrales para sus accionistas. Así es como funciona el sistema.

Pero, ¿por qué las corporaciones venden dulces con sabor a fruta en lugar de frutas? Citaré la respuesta apócrifa de Slick Willie Sutton a la pregunta de por qué robaba bancos: “Allí está el dinero”. La razón por la que se venden los alimentos menos saludables es meramente económica: la comida real se pone mala. Las frutas y verduras son perecederas. Los accionistas quieren un aperitivo que dure semanas en los estantes. La comida real no tiene marcas. ¿Por qué querría un agricultor anunciar su brócoli en TV si el de su competencia es igual? El sistema no está organizado para recompensar la venta de alimentos que promueven la salud. ¿Qué márgenes de beneficio se pueden obtener de una batata?

Cuesta dinero cultivar comida real. Los accionistas no se quieren manchar, quieren mercancías baratas subvencionadas por los contribuyentes que puedan mezclar con agua carbonatada y vender por unos dólares la botella. Las hamburguesas de un dólar existen en parte gracias a cientos de miles de millones de dólares de subvenciones federales para alimentos baratos. Sus oponentes reclaman una regulación gubernamental dura, sin darse cuenta de que esa intervención ya está desequilibrando la balanza del lado de las grandes empresas.

Incluso sin normativas, el mercado puede responder rápidamente, pero solo dentro de ciertos parámetros. La fiebre “libre de gluten” es un gran ejemplo. ¿Cuántas personas habían oído esa palabra hace 10 años? Ahora hay encuestas que sugieren que hasta el 30 % de la población trata de evitarlo. Esto ha generado una explosión de más de 10 000 productos etiquetados como libres de gluten. Algunos grandes como Tyson Foods han llegado a lanzar tocino y embutidos sin gluten. Irónicamente, los productos sin gluten pueden ser menos saludables, con más azúcar y sal y menos fibra, la mayoría solo ofrece diferentes tonos de la misma basura procesada. Una galleta sin gluten sigue siendo una galleta. Un análisis nutricional de los alimentos dirigidos a niños/as encontró que un 90 % de los productos (con o sin gluten) era “poco saludable”.

Ese es el límite del mercado. La mano invisible está más que feliz de traernos el tipo de basura que queramos: basura baja en grasa, basura baja en carbohidratos, basura orgánica no transgénica… y la más irónica: basura paleo procesada. Pueden ganar dinero con cualquier moda, excepto con comida. Los accionistas pueden sacar beneficio de cualquier procesado con sabor a cebolla, pero no de la cebolla real. El estrecho rango de mercancías y químicos puede reformularse hasta el infinito, adaptándose a cualquier sabor de moda cada mes. Los alimentos convencionales nunca serán tan rentables.

El mercado incluso impide a los fabricantes tomar pequeñas medidas para crear productos menos perjudiciales, como la reducción del contenido en sal o azúcar. Cualquier desviación de los niveles perfectamente diseñados para una máxima apetencia te pondrá a la cola de tus competidores.

¿Cómo consiguió Inglaterra reducir con tanto éxito la ingesta de sodio, asociada con dramáticas caídas en muertes por apoplejías y enfermedades cardíacas? Porque atacaron todos los frentes. Los McNuggets de McDonald’s tienen 2,5 veces más sal en EE. UU. que en Reino Unido, pero eso es porque Burger King también la estaba quitando.

En la reducción de sodio a gran escala mejor documentada hasta la fecha, el gobierno británico formó asociaciones público-privadas con los principales fabricantes de alimentos, minoristas y cadenas de restaurantes para reducir simultáneamente el nivel de sodio tan lentamente a lo largo de los años que nadie lo notaría. La receta secreta puede ser la igualdad de condiciones. Ninguna empresa podría obtener una ventaja comercial echando más sal que los competidores. Propuestas análogas han pedido una reducción gradual y no intrusiva del azúcar de bebidas gaseosas para conseguir un cambio similar en las preferencias de toda la población.

Si esto te parece Big Brother, recuerda que todavía puedes añadir toda la sal y azúcar que te venga bien (o, mejor dicho, mal). Echa a los nuggets toda la sal que quieras. Vacía el salero, bébete una botella de jarabe de maíz… Es tu cuerpo, tú eliges. Es como poner límite al tamaño de los refrescos. Puedes beber todo lo que quieras; solo se intenta que las opciones por defecto sean un poco más saludables. Es más fácil añadir sal a los alimentos que te sirven que quitarla.

El éxito vital de la prohibición de grasas trans y la reducción de sodio en toda la sociedad puede residir en mejorar las dietas de los consumidores sin que tengan que cambiar su comportamiento. Hay quienes lo interpretan como una extralimitación del gobierno, pero la pendiente más resbaladiza puede ser la de la inacción. Como ha señalado el director del Centro de Política Alimentaria y Obesidad de Yale, al principio los gobiernos se plegaron a los intereses comerciales del tabaco y trataron de contrarrestar las mentiras de la industria con intentos débiles e ineficaces de educación del consumidor. Y mira lo que ha pasado. “Las muertes innecesarias podrían contarse en millones. Estados Unidos no puede permitirse repetir este error con la dieta “.

Hasta que surja la voluntad política de realizar cambios en todo el sector alimentario, tenemos que asumir la responsabilidad personal sobre nuestra propia salud y la de nuestra familia, pues puede tratarse de una cuestión de vida o muerte. Mientras tanto, ¿cuál es la solución personal? Ese es el preciso motivo por el que escribí Comer para no engordar. Lo encontrarás en tu biblioteca más cercana.

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La comunidad de la salud pública está a punto de rendirse en sus intentos de erradicar la obesidad. Los últimos objetivos de la OMS tienen como objetivo de obesidad para 2025 intentar que no aumente más. Incluso una meta tan baja puede suponer uno de los mayores desafíos para la salud mundial, y estamos fallando. Pese a los focos aislados de progreso desigual, ningún país ha revertido aún la epidemia. Toda la culpa es del lobby de la industria alimentaria.

La promoción del consumo excesivo de alimentos y bebidas ricos en calorías y bajos en nutrientes se señala como el principal impulsor de la pandemia de obesidad. Ahora que hemos librado a gran parte del mundo de la peste y el hambre, algunos defensores de la salud pública han llegado a sugerir que los “nuevos vectores de enfermedades” tienen ahora forma de “corporaciones alimentarias transnacionales que comercializan sal, grasa, azúcar y calorías en cantidades sin precedentes”. Se considera la mayor industria del mundo. Solo los fabricantes de alimentos procesados manejan billones. “En pocas palabras”, concluyó el director general de un instituto de salud global, “el enorme éxito comercial de la industria alimentaria está causando lo que promete ser uno de los mayores desastres en salud pública de nuestro tiempo”.

Pero no es su culpa. Las corporaciones hacen lo que están preparadas para hacer. Su objetivo no es engordar a la gente, sino sacar dinero a la gente. La industria alimentaria manipula ingredientes como la sal, el azúcar y la grasa y los picos de cafeína y productos químicos por el simple y vil motivo de maximizar beneficios. Solo lo hacen para explotar nuestras vulnerabilidades biológicas naturales. Los mercados a menudo incentivan a las empresas a complacer y aprovechar las debilidades humanas. Los directivos de empresas de alimentos y bebidas no celebran su victoria en los pasillos de los hospitales infantiles para felicitarse por su trabajo. Tan solo tienen la responsabilidad de maximizar las ganancias trimestrales para sus accionistas. Así es como funciona el sistema.

Pero, ¿por qué las corporaciones venden dulces con sabor a fruta en lugar de frutas? Citaré la respuesta apócrifa de Slick Willie Sutton a la pregunta de por qué robaba bancos: “Allí está el dinero”. La razón por la que se venden los alimentos menos saludables es meramente económica: la comida real se pone mala. Las frutas y verduras son perecederas. Los accionistas quieren un aperitivo que dure semanas en los estantes. La comida real no tiene marcas. ¿Por qué querría un agricultor anunciar su brócoli en TV si el de su competencia es igual? El sistema no está organizado para recompensar la venta de alimentos que promueven la salud. ¿Qué márgenes de beneficio se pueden obtener de una batata?

Cuesta dinero cultivar comida real. Los accionistas no se quieren manchar, quieren mercancías baratas subvencionadas por los contribuyentes que puedan mezclar con agua carbonatada y vender por unos dólares la botella. Las hamburguesas de un dólar existen en parte gracias a cientos de miles de millones de dólares de subvenciones federales para alimentos baratos. Sus oponentes reclaman una regulación gubernamental dura, sin darse cuenta de que esa intervención ya está desequilibrando la balanza del lado de las grandes empresas.

Incluso sin normativas, el mercado puede responder rápidamente, pero solo dentro de ciertos parámetros. La fiebre “libre de gluten” es un gran ejemplo. ¿Cuántas personas habían oído esa palabra hace 10 años? Ahora hay encuestas que sugieren que hasta el 30 % de la población trata de evitarlo. Esto ha generado una explosión de más de 10 000 productos etiquetados como libres de gluten. Algunos grandes como Tyson Foods han llegado a lanzar tocino y embutidos sin gluten. Irónicamente, los productos sin gluten pueden ser menos saludables, con más azúcar y sal y menos fibra, la mayoría solo ofrece diferentes tonos de la misma basura procesada. Una galleta sin gluten sigue siendo una galleta. Un análisis nutricional de los alimentos dirigidos a niños/as encontró que un 90 % de los productos (con o sin gluten) era “poco saludable”.

Ese es el límite del mercado. La mano invisible está más que feliz de traernos el tipo de basura que queramos: basura baja en grasa, basura baja en carbohidratos, basura orgánica no transgénica… y la más irónica: basura paleo procesada. Pueden ganar dinero con cualquier moda, excepto con comida. Los accionistas pueden sacar beneficio de cualquier procesado con sabor a cebolla, pero no de la cebolla real. El estrecho rango de mercancías y químicos puede reformularse hasta el infinito, adaptándose a cualquier sabor de moda cada mes. Los alimentos convencionales nunca serán tan rentables.

El mercado incluso impide a los fabricantes tomar pequeñas medidas para crear productos menos perjudiciales, como la reducción del contenido en sal o azúcar. Cualquier desviación de los niveles perfectamente diseñados para una máxima apetencia te pondrá a la cola de tus competidores.

¿Cómo consiguió Inglaterra reducir con tanto éxito la ingesta de sodio, asociada con dramáticas caídas en muertes por apoplejías y enfermedades cardíacas? Porque atacaron todos los frentes. Los McNuggets de McDonald’s tienen 2,5 veces más sal en EE. UU. que en Reino Unido, pero eso es porque Burger King también la estaba quitando.

En la reducción de sodio a gran escala mejor documentada hasta la fecha, el gobierno británico formó asociaciones público-privadas con los principales fabricantes de alimentos, minoristas y cadenas de restaurantes para reducir simultáneamente el nivel de sodio tan lentamente a lo largo de los años que nadie lo notaría. La receta secreta puede ser la igualdad de condiciones. Ninguna empresa podría obtener una ventaja comercial echando más sal que los competidores. Propuestas análogas han pedido una reducción gradual y no intrusiva del azúcar de bebidas gaseosas para conseguir un cambio similar en las preferencias de toda la población.

Si esto te parece Big Brother, recuerda que todavía puedes añadir toda la sal y azúcar que te venga bien (o, mejor dicho, mal). Echa a los nuggets toda la sal que quieras. Vacía el salero, bébete una botella de jarabe de maíz… Es tu cuerpo, tú eliges. Es como poner límite al tamaño de los refrescos. Puedes beber todo lo que quieras; solo se intenta que las opciones por defecto sean un poco más saludables. Es más fácil añadir sal a los alimentos que te sirven que quitarla.

El éxito vital de la prohibición de grasas trans y la reducción de sodio en toda la sociedad puede residir en mejorar las dietas de los consumidores sin que tengan que cambiar su comportamiento. Hay quienes lo interpretan como una extralimitación del gobierno, pero la pendiente más resbaladiza puede ser la de la inacción. Como ha señalado el director del Centro de Política Alimentaria y Obesidad de Yale, al principio los gobiernos se plegaron a los intereses comerciales del tabaco y trataron de contrarrestar las mentiras de la industria con intentos débiles e ineficaces de educación del consumidor. Y mira lo que ha pasado. “Las muertes innecesarias podrían contarse en millones. Estados Unidos no puede permitirse repetir este error con la dieta “.

Hasta que surja la voluntad política de realizar cambios en todo el sector alimentario, tenemos que asumir la responsabilidad personal sobre nuestra propia salud y la de nuestra familia, pues puede tratarse de una cuestión de vida o muerte. Mientras tanto, ¿cuál es la solución personal? Ese es el preciso motivo por el que escribí Comer para no engordar. Lo encontrarás en tu biblioteca más cercana.

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