La industria azucarera contra la OMS

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¿Qué ocurrió cuando la Organización Mundial de la Salud tuvo las agallas de recomendar una dieta baja en grasas saturadas, azúcar y sal y alta en frutas y verduras?

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La Organización Mundial de la Salud recomienda que reduzcamos nuestro consumo de sal, grasas trans, grasas saturadas y azúcares agregados. ¿Por qué? Debido a que el consumo de estos alimentos es la causa de por lo menos 14 millones de muertes al año por enfermedades crónicas.

Hace décadas, era una herejía hablar de una inminente pandemia global de obesidad, pero ahora estamos viendo como las tasas de enfermedades crónicas se están disparando en todo el mundo. Hemos exportado nuestra dieta occidental a los confines del planeta, con harina blanca, azúcar, grasa y alimentos de origen animal reemplazando frijoles, guisantes, lentejas, otras verduras y granos enteros.

La comprensión de las razones que subyacen a esta tendencia hacia un mayor consumo de productos de origen animal, aceites y azúcar, y la reducción del consumo de alimentos integrales, comienza con la comprensión de las manipulaciones económicas intencionadas que se han producido desde la Segunda Guerra Mundial en relación con las políticas agrícolas de todo el mundo.

Por ejemplo, el gobierno de EE.UU., desde principios del siglo pasado, ha apoyado la producción de alimentos a través de subsidios y otras políticas, lo que resulta en grandes excedentes de productos alimenticios, carne y calorías. En este mercado artificial, los grandes productores de alimentos y las grandes empresas – La Industria de la Agricultura y Alimentos – se volvieron muy rentables. Y esto puede ser parte del problema.

El año pasado, la doctora Margaret Chan, Directora General de la Organización Mundial para la Salud dio el discurso de apertura en la 8ª Conferencia Mundial de Promoción de la Salud. Uno de los mayores desafíos que enfrenta la promoción de la salud en todo el mundo es que los esfuerzos para prevenir nuestras principales causas de muerte “van en contra de los intereses comerciales de los poderosos operadores económicos.” No son sólo las grandes tabacaleras. La salud pública también debe lidiar con La Industria Alimentaria, La Industria de las Gaseosas, y La Industria de Alcohol. Todas estas industrias temen la regulación, y se protegen mediante el uso de las mismas tácticas – frentes de acción, grupos de presión, promesas de autorregulación, pleitos, y financiado estudios de investigación en la industria- que confunden la evidencia y mantienen al público en duda.

Y deben saber. En 2003, la Organización Mundial de la Salud dio a conocer un borrador de un informe delineando una estrategia global que abordaba los problemas de la dieta, haciendo una serie de recomendaciones suaves, pero seis palabras en ese informe desataron una notable serie de eventos: “limitar la ingesta de azúcares ‘libres'” (azúcares libres = azúcar agregado).

La industria alimentaria se puso a trabajar. En pocos días, la industria azucarera, a través de la Asociación Americana del Azúcar, obtuvo el apoyo de altos funcionarios en el gobierno de los Estados Unidos, y condujo un fuerte ataque tanto contra el informe como contra la propia Organización Mundial de la Salud, que culminó en la amenaza de que el Congreso retiraría el apoyo financiero de Estados Unidos a la OMS (la misma organización que se ocupa del SIDA, la desnutrición, las enfermedades infecciosas, el bioterrorismo, y más) amenazada debido a su postura sobre el azúcar, al igual que EE.UU. fue a pelear por las empresas tabacaleras de Estados Unidos y lideró la embestida contra la Convención de Organización Mundial de la Salud sobre Regulación del Tabaco.

Pero la amenaza de la industria azucarera fue descrita por expertos de la OMS como la peor de cualquier presión que hubieran recibido por parte de la industria tabacalera.

Según lo revelado en un memorando interno, el gobierno de EE.UU. aparentemente tenía una lista de demandas: la supresión de toda referencia a la ciencia. Expertos elaboraron sobre el tema, y dijeron que tener pautas nutricionales está bien, siempre y cuando no haya referencias a “grasa, aceites, azúcar o sal.”

Las amenazas no lograron hacer que la OMS retirara su informe. Titulado Dieta, Nutrición y Prevención de Enfermedades Crónicas, se puso formalmente en marcha y concluyó que una dieta baja en grasas saturadas, azúcar y sal, y rica en frutas y verduras, es necesaria para hacer frente al aumento epidémico de enfermedades crónicas en todo el mundo, aunque lo terminaron mitigando un poco. Atrás quedaron las referencias al exhaustivo informe científico, y removieron la petición de que las recomendaciones nutricionales se tradujeran en directrices nacionales.

Y la historia se ha repetido. En la última reunión de alto nivel de la ONU para tratar enfermedades crónicas, hemos ayudado a bloquear un consenso en torno a la acción después de la presión ejercida por las industrias de alcohol, alimentos, tabaco y drogas. Cuando se le preguntó a un funcionario de Estados Unidos por qué los exitosos programas de Michelle Obama en los EE.UU. contra la obesidad infantil no deberían tomarse como modelo en todo el mundo,  este respondió que podría perjudicar las exportaciones estadounidenses.

Para ver los gráficos, tablas, imágenes o citas a los que Dr. Greger se refiere, ve el video más arriba. Esto es sólo una aproximación del audio contribuida por Katie Schloer. La traducción y edición de este contenido ha sido realizada por Gabriela Malamud y Elizabeth Romo

Considera ser voluntario/a para ayudar en la página web.

Imágenes gracias a Betsy Weber  a través de Flickr y Daderot a través de Wikimedia Commons.

La Organización Mundial de la Salud recomienda que reduzcamos nuestro consumo de sal, grasas trans, grasas saturadas y azúcares agregados. ¿Por qué? Debido a que el consumo de estos alimentos es la causa de por lo menos 14 millones de muertes al año por enfermedades crónicas.

Hace décadas, era una herejía hablar de una inminente pandemia global de obesidad, pero ahora estamos viendo como las tasas de enfermedades crónicas se están disparando en todo el mundo. Hemos exportado nuestra dieta occidental a los confines del planeta, con harina blanca, azúcar, grasa y alimentos de origen animal reemplazando frijoles, guisantes, lentejas, otras verduras y granos enteros.

La comprensión de las razones que subyacen a esta tendencia hacia un mayor consumo de productos de origen animal, aceites y azúcar, y la reducción del consumo de alimentos integrales, comienza con la comprensión de las manipulaciones económicas intencionadas que se han producido desde la Segunda Guerra Mundial en relación con las políticas agrícolas de todo el mundo.

Por ejemplo, el gobierno de EE.UU., desde principios del siglo pasado, ha apoyado la producción de alimentos a través de subsidios y otras políticas, lo que resulta en grandes excedentes de productos alimenticios, carne y calorías. En este mercado artificial, los grandes productores de alimentos y las grandes empresas – La Industria de la Agricultura y Alimentos – se volvieron muy rentables. Y esto puede ser parte del problema.

El año pasado, la doctora Margaret Chan, Directora General de la Organización Mundial para la Salud dio el discurso de apertura en la 8ª Conferencia Mundial de Promoción de la Salud. Uno de los mayores desafíos que enfrenta la promoción de la salud en todo el mundo es que los esfuerzos para prevenir nuestras principales causas de muerte “van en contra de los intereses comerciales de los poderosos operadores económicos.” No son sólo las grandes tabacaleras. La salud pública también debe lidiar con La Industria Alimentaria, La Industria de las Gaseosas, y La Industria de Alcohol. Todas estas industrias temen la regulación, y se protegen mediante el uso de las mismas tácticas – frentes de acción, grupos de presión, promesas de autorregulación, pleitos, y financiado estudios de investigación en la industria- que confunden la evidencia y mantienen al público en duda.

Y deben saber. En 2003, la Organización Mundial de la Salud dio a conocer un borrador de un informe delineando una estrategia global que abordaba los problemas de la dieta, haciendo una serie de recomendaciones suaves, pero seis palabras en ese informe desataron una notable serie de eventos: “limitar la ingesta de azúcares ‘libres'” (azúcares libres = azúcar agregado).

La industria alimentaria se puso a trabajar. En pocos días, la industria azucarera, a través de la Asociación Americana del Azúcar, obtuvo el apoyo de altos funcionarios en el gobierno de los Estados Unidos, y condujo un fuerte ataque tanto contra el informe como contra la propia Organización Mundial de la Salud, que culminó en la amenaza de que el Congreso retiraría el apoyo financiero de Estados Unidos a la OMS (la misma organización que se ocupa del SIDA, la desnutrición, las enfermedades infecciosas, el bioterrorismo, y más) amenazada debido a su postura sobre el azúcar, al igual que EE.UU. fue a pelear por las empresas tabacaleras de Estados Unidos y lideró la embestida contra la Convención de Organización Mundial de la Salud sobre Regulación del Tabaco.

Pero la amenaza de la industria azucarera fue descrita por expertos de la OMS como la peor de cualquier presión que hubieran recibido por parte de la industria tabacalera.

Según lo revelado en un memorando interno, el gobierno de EE.UU. aparentemente tenía una lista de demandas: la supresión de toda referencia a la ciencia. Expertos elaboraron sobre el tema, y dijeron que tener pautas nutricionales está bien, siempre y cuando no haya referencias a “grasa, aceites, azúcar o sal.”

Las amenazas no lograron hacer que la OMS retirara su informe. Titulado Dieta, Nutrición y Prevención de Enfermedades Crónicas, se puso formalmente en marcha y concluyó que una dieta baja en grasas saturadas, azúcar y sal, y rica en frutas y verduras, es necesaria para hacer frente al aumento epidémico de enfermedades crónicas en todo el mundo, aunque lo terminaron mitigando un poco. Atrás quedaron las referencias al exhaustivo informe científico, y removieron la petición de que las recomendaciones nutricionales se tradujeran en directrices nacionales.

Y la historia se ha repetido. En la última reunión de alto nivel de la ONU para tratar enfermedades crónicas, hemos ayudado a bloquear un consenso en torno a la acción después de la presión ejercida por las industrias de alcohol, alimentos, tabaco y drogas. Cuando se le preguntó a un funcionario de Estados Unidos por qué los exitosos programas de Michelle Obama en los EE.UU. contra la obesidad infantil no deberían tomarse como modelo en todo el mundo,  este respondió que podría perjudicar las exportaciones estadounidenses.

Para ver los gráficos, tablas, imágenes o citas a los que Dr. Greger se refiere, ve el video más arriba. Esto es sólo una aproximación del audio contribuida por Katie Schloer. La traducción y edición de este contenido ha sido realizada por Gabriela Malamud y Elizabeth Romo

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Nota del Doctor

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Para más información sobre las corrupción e influencias políticas y económicas en la nutrición, ve videos tales como: 

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