Nuestras epidemias de enfermedades alimentarias han conducido a un gran cúmulo de investigación para saber lo que los humanos debemos de comer con el fin de lograr óptima salud. En 1985, se publicó un influyente artículo que proponía que nuestras enfermedades crónicas derivan de una desconexión entre lo que nuestro cuerpo consumía durante su evolución en la Edad de Piedra, o el periodo paleolítico, durante los últimos dos millones de años, y lo que ahora forma parte de nuestra alimentación y la defensa de un regreso al tipo de alimentación de cazar-recolectar a base de carne magra, frutas, vegetales y frutos secos, también conocida como la dieta paleolítica.

Puede sonar razonable suponer que nuestros requerimientos nutricionales fueron establecidos en el pasado, pero ¿por qué el periodo paleolítico? ¿Por qué solo los últimos dos millones de años de la evolución humana?

Hemos evolucionado por cerca de 20 millones de años desde que nos separamos de nuestro simio ancestral más cercano. Durante este tiempo, nuestros requerimientos nutricionales y fisiología digestiva estaban relativamente establecidos y probablemente poco afectados por nuestro pasado de cazadores-recolectores. Así que, ¿qué habíamos estado comiendo el primer 90% del tiempo que llevamos en la tierra? Lo mismo que el resto de los grandes simios: más del 95% plantas.

De hecho, durante la mayor parte de nuestra evolución, aparentemente, comíamos lo mismo que nuestros primos los simios, principalmente hojas, tallos y brotes (en otras palabras, vegetales) y fruta, semillas y frutos secos.

En tiempos modernos, poblaciones en donde muchas de nuestras enfermedades más mortales eran prácticamente desconocidas, como las zonas rurales de China y África, informaron comer una enorme cantidad de comida integral a base de plantas, más de 100 gr de fibra a diario, que es lo que los investigadores han estimado que nuestros ancestros paleolíticos comían, basándose en los análisis alimentarios de las tribus primitivas modernas, con costumbres de caza y recolección y analizando coprolitos, heces humanas fosilizadas. (Sí, estamos hablando de excremento paleolítico). En contraste, ahora en los Estados Unidos, tendemos a comer menos de 20 gr de fibra al día, que es casi la mitad de la ingesta mínima recomendada y, solo una quinta parte de la cantidad que consumen los habitantes de las zonas rurales de China y África y nuestros ancestros paleolíticos.

Los defensores de la dieta paleolítica tienen razón, en cierto modo, al despotricar contra el consumo de lácteos y comida chatarra refinada, así como en alentar a comer mucha fruta, frutos secos y verduras, pero ¿fallan al promover un consumo excesivo de carne, particularmente productos que tienen poca semejanza con la carne de animales prehistóricos salvajes? Una revisión publicada en Meat Science, por ejemplo, catalogó la lista de contaminantes, incluyendo el arsénico, el mercurio, el plomo, el cadmio y los medicamentos veterinarios como residuos de antibióticos.

¿Qué sucede al seguir una dieta tipo Paleo y ejercicio? En un estudio, se le asignó a personas jóvenes y saludables una dieta Paleo, junto con un programa de ejercicio de alta intensidad, tipo crossfit. Como se ha demostrado, con el ejercicio, con la cirugía de grapado gástrico (y hasta con la tuberculosis y la quimioterapia), perder peso, causa, generalmente, una caída en los niveles de colesterol sin importar la alimentación. Los investigadores descubrieron lo opuesto en este caso: después de diez semanas de seguir una dieta paleo con ejercicios de alta intensidad y pérdida de peso, el colesterol malo o LDL de los participantes, aumentó y lo hizo más dramáticamente en aquellos que estaban más sanos al empezar el estudio. El ejercicio debería mejorar la salud y el bienestar, no comprometerlos.

Se han publicado algunos estudios en las últimas dos décadas que han demostrado beneficios para la salud de las dietas Paleo, pero se han generado algunos cuestionamientos sobre su metodología. Por ejemplo, algunos se realizaron sin grupos de control, con una duración extremadamente corta, con muy pocos participantes o en cerdos en lugar de humanos.

 

Traducción: Diana Montejano. Edición: Viviana Garcia

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