¿Qué tipo de proteína es mejor para nuestros riñones?

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Las drogas anti-inflamatorias suprimen la hiperfiltración y pérdida de la proteína como respuesta al consumo de carnes, lo cuál sugiere que la proteína animal causa estrés renal por medio de un mecanismo inflamatorio.

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Muchas de las principales causas de muerte y discapacidad no han cambiado entre 1990 y 2010. La enfermedad cardíaca era la causa principal de muerte en ese entonces y así se mantiene hoy en día. Algunas cosas mejoraron, como el VIH/SIDA, pero otras empeoraron, como las enfermedades crónicas renales, doblando las muertes en diez miles y cientos de miles de casos de insuficiencia renal total, requiriendo trasplante de riñón o diálisis de por vida. Al menos una de cada ocho personas tienen hoy en día una enfermedad renal crónica, aunque lo desconozcan. Y la mayoría de aquellos con enfermedad renal no lo saben. Alrededor de tres cuartos de millones de personas afectadas no son conscientes de que sus riñones han empezado a fallar, lo cual es particularmente preocupante dado que la identificación temprana contribuye a disminuir el progreso y alterar el curso de la enfermedad. Entonces, ¿qué podemos hacer al respecto?

La dieta tipo occidental conlleva un alto factor de riesgo para el daño de la función renal y la insuficiencia renal crónica, también conocido como la Dieta de Carne y Dulces, o la Dieta Estándar Americana, causando un daño en el flujo de sangre renal, inflamación, y consecuentemente pérdida de proteína en la orina, y un rápido decrecimiento en la función renal. El azúcar blanco y el jarabe de maíz de alta fructosa están asociados con un aumento de la presión arterial y los niveles de ácido úrico, pudiendo ambos dañar rápidamente la función renal. Las grasas saturadas, grasas trans y colesterol que se encuentran en la grasa animal y la comida chatarra impactan de forma negativa a la función renal. De hecho, el consumo de grasa animal puede alterar la estructura renal. Y la proteína animal puede contribuir a una carga de acidez en los riñones, aumento de la producción de amoníaco, y daño a las sensibles células renales. Es por ello que se recomienda restringir el consumo de proteínas para prevenir el decaimiento de la función renal, sin embargo, podría ser la proteína animal, en particular, y no la proteína en general; por lo que la fuente de la proteína, animal contra vegetal, podría tener mayor importancia que la cantidad con relación a las consecuencias adversas para la salud. 

El consumo de proteína animal tiene un efecto profundo en la función normal de los riñones, induciendo a lo que se conoce como hiperfiltración, aumentado la carga de trabajo renal. 

Esto podría ayudar a explicar por qué nuestros riñones fallan tan frecuentemente. El consumo ilimitado de alimentos ricos en proteínas, hoy considerado como algo “normal”, podría ser responsable de las dramáticas diferencias entre la función renal de los humanos modernos y la de nuestros predecesores que cazaban y buscaban carne aquí y allá. El exceso de proteína de forma sostenida, en lugar de intermitente, requiere que nuestros riñones trabajen de manera continua, generando una especie de estrés constante en nuestros riñones que puede predisponer aún a personas sanas a sufrir una cicatriz renal y el deterioro de la función renal. Por el contrario, el consumo de una cantidad similar de proteína vegetal no parece tener los mismos efectos. 

Consumir carne, por ejemplo, aumenta la carga de trabajo de los riñones por horas después de su consumo, pero al parecer, cuando los riñones se hacen cargo de la proteína vegetal les resulta “pan comido”. Esto fue probado con carne de res, pero cualquier proteína animal tendría el mismo efecto. Consuma un plato de atún, y la presión renal aumentará por horas, tanto para no diabéticos con una función renal normal, como para los diabéticos con riñones normales. Si se reemplaza al emparedado de ensalada de atún por un emparedado de ensalada de tofu con la misma cantidad de proteína, no se produce este efecto en los riñones. 

Y lo mismo sucede con el consumo de huevos y lácteos, tanto en personas con función renal normal como así también con insuficiencia renal. 

Estudios de corto plazo han indicado que la sustitución de proteína animal por proteína vegetal, como la soya, está asociada a una menor hiperfiltración y pérdida de proteína y, por lo tanto, una disminución en el deterioro de la función renal. Sin embargo, el efecto a largo plazo no había sido estudiado de forma adecuada, hasta que se publicó un estudio en el 2014. Un ensayo clínico doble ciego de 6 meses de duración, aleatorio y controlado por placebo analizó el consumo de proteína de la leche contra soya. Y el consumo de soya entera tuvo una tendencia a preservar la función renal comparado con la proteína de la leche de vaca en individuos con una función renal disminuida. Un resultado similar fue reportado entre diabéticos. Aún el consumo aislado de proteína de soya pareció tener un mejor efecto, comparado con la proteína de la leche de vaca que empeoró la situación. 

Una vez que los riñones están tan deteriorados que la proteína se despide por medio de la orina, una dieta basada en alimentos de origen vegetal puede contribuir a “apagar o encender” tal condición, como si fuera un interruptor. Aquí tenemos pérdida de la proteína en una dieta estándar baja en sodio, la cambiamos a una dieta vagan con suplementos, pasamos de vuelta a la baja en sodio, luego a la vegana, luego a la baja en sodio, luego vegana. 

¿Qué es lo que está pasando? ¿Cuál es el motivo por el cuál la proteína animal causa una reacción de sobrecarga, pero no así la proteína vegetal? Pareciera que la proteína animal desencadena una respuesta inflamatoria. Esto se sabe porque la administración de una potente droga anti-inflamatoria eliminó la hiperfiltración, la respuesta a la pérdida de proteína en respuesta a la ingesta de carne. Esta es la reacción típica de estrés del riñón frente a una comida con carne, y allí se encuentra la droga antiinflamatoria, que confirma el impacto inflamatorio que produce el consumo de proteína animal para nuestros riñones. 

Para ver los gráficos, tablas, imágenes o citas a los que Dr. Greger se refiere, ve el vídeo más arriba. Esto es sólo una aproximación del audio contribuida por Katie Schloer. La traducción y edición de este contenido ha sido realizada por Marina Rivelis y Elizabeth Romo.

Considera ser voluntario/a para ayudar en la página web.

Imágenes gracias a jpmatth vía Flickr.

Muchas de las principales causas de muerte y discapacidad no han cambiado entre 1990 y 2010. La enfermedad cardíaca era la causa principal de muerte en ese entonces y así se mantiene hoy en día. Algunas cosas mejoraron, como el VIH/SIDA, pero otras empeoraron, como las enfermedades crónicas renales, doblando las muertes en diez miles y cientos de miles de casos de insuficiencia renal total, requiriendo trasplante de riñón o diálisis de por vida. Al menos una de cada ocho personas tienen hoy en día una enfermedad renal crónica, aunque lo desconozcan. Y la mayoría de aquellos con enfermedad renal no lo saben. Alrededor de tres cuartos de millones de personas afectadas no son conscientes de que sus riñones han empezado a fallar, lo cual es particularmente preocupante dado que la identificación temprana contribuye a disminuir el progreso y alterar el curso de la enfermedad. Entonces, ¿qué podemos hacer al respecto?

La dieta tipo occidental conlleva un alto factor de riesgo para el daño de la función renal y la insuficiencia renal crónica, también conocido como la Dieta de Carne y Dulces, o la Dieta Estándar Americana, causando un daño en el flujo de sangre renal, inflamación, y consecuentemente pérdida de proteína en la orina, y un rápido decrecimiento en la función renal. El azúcar blanco y el jarabe de maíz de alta fructosa están asociados con un aumento de la presión arterial y los niveles de ácido úrico, pudiendo ambos dañar rápidamente la función renal. Las grasas saturadas, grasas trans y colesterol que se encuentran en la grasa animal y la comida chatarra impactan de forma negativa a la función renal. De hecho, el consumo de grasa animal puede alterar la estructura renal. Y la proteína animal puede contribuir a una carga de acidez en los riñones, aumento de la producción de amoníaco, y daño a las sensibles células renales. Es por ello que se recomienda restringir el consumo de proteínas para prevenir el decaimiento de la función renal, sin embargo, podría ser la proteína animal, en particular, y no la proteína en general; por lo que la fuente de la proteína, animal contra vegetal, podría tener mayor importancia que la cantidad con relación a las consecuencias adversas para la salud. 

El consumo de proteína animal tiene un efecto profundo en la función normal de los riñones, induciendo a lo que se conoce como hiperfiltración, aumentado la carga de trabajo renal. 

Esto podría ayudar a explicar por qué nuestros riñones fallan tan frecuentemente. El consumo ilimitado de alimentos ricos en proteínas, hoy considerado como algo “normal”, podría ser responsable de las dramáticas diferencias entre la función renal de los humanos modernos y la de nuestros predecesores que cazaban y buscaban carne aquí y allá. El exceso de proteína de forma sostenida, en lugar de intermitente, requiere que nuestros riñones trabajen de manera continua, generando una especie de estrés constante en nuestros riñones que puede predisponer aún a personas sanas a sufrir una cicatriz renal y el deterioro de la función renal. Por el contrario, el consumo de una cantidad similar de proteína vegetal no parece tener los mismos efectos. 

Consumir carne, por ejemplo, aumenta la carga de trabajo de los riñones por horas después de su consumo, pero al parecer, cuando los riñones se hacen cargo de la proteína vegetal les resulta “pan comido”. Esto fue probado con carne de res, pero cualquier proteína animal tendría el mismo efecto. Consuma un plato de atún, y la presión renal aumentará por horas, tanto para no diabéticos con una función renal normal, como para los diabéticos con riñones normales. Si se reemplaza al emparedado de ensalada de atún por un emparedado de ensalada de tofu con la misma cantidad de proteína, no se produce este efecto en los riñones. 

Y lo mismo sucede con el consumo de huevos y lácteos, tanto en personas con función renal normal como así también con insuficiencia renal. 

Estudios de corto plazo han indicado que la sustitución de proteína animal por proteína vegetal, como la soya, está asociada a una menor hiperfiltración y pérdida de proteína y, por lo tanto, una disminución en el deterioro de la función renal. Sin embargo, el efecto a largo plazo no había sido estudiado de forma adecuada, hasta que se publicó un estudio en el 2014. Un ensayo clínico doble ciego de 6 meses de duración, aleatorio y controlado por placebo analizó el consumo de proteína de la leche contra soya. Y el consumo de soya entera tuvo una tendencia a preservar la función renal comparado con la proteína de la leche de vaca en individuos con una función renal disminuida. Un resultado similar fue reportado entre diabéticos. Aún el consumo aislado de proteína de soya pareció tener un mejor efecto, comparado con la proteína de la leche de vaca que empeoró la situación. 

Una vez que los riñones están tan deteriorados que la proteína se despide por medio de la orina, una dieta basada en alimentos de origen vegetal puede contribuir a “apagar o encender” tal condición, como si fuera un interruptor. Aquí tenemos pérdida de la proteína en una dieta estándar baja en sodio, la cambiamos a una dieta vagan con suplementos, pasamos de vuelta a la baja en sodio, luego a la vegana, luego a la baja en sodio, luego vegana. 

¿Qué es lo que está pasando? ¿Cuál es el motivo por el cuál la proteína animal causa una reacción de sobrecarga, pero no así la proteína vegetal? Pareciera que la proteína animal desencadena una respuesta inflamatoria. Esto se sabe porque la administración de una potente droga anti-inflamatoria eliminó la hiperfiltración, la respuesta a la pérdida de proteína en respuesta a la ingesta de carne. Esta es la reacción típica de estrés del riñón frente a una comida con carne, y allí se encuentra la droga antiinflamatoria, que confirma el impacto inflamatorio que produce el consumo de proteína animal para nuestros riñones. 

Para ver los gráficos, tablas, imágenes o citas a los que Dr. Greger se refiere, ve el vídeo más arriba. Esto es sólo una aproximación del audio contribuida por Katie Schloer. La traducción y edición de este contenido ha sido realizada por Marina Rivelis y Elizabeth Romo.

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Nota del Doctor

Este video forma parte de una serie que se trata de la salud renal:

He realizado una comparación entre la proteína animal y la vegetal en una variedad de formas. Vea, por ejemplo:

Y tal vez la demostración más dramática fue el nuevo estudio que presento en mi última presentación anual en vivo Alimentos como medicina: prevención y tratamiento de las enfermedades más temidas con dieta. Estoy trabajando en un nuevo video que trata este tema con mayor profundidad, estén atentos!

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