¿Cómo contrarrestar la inflamación por envejecimiento?

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¿Qué podemos comer para combatir la inflamación crónica de bajo grado que acompaña el proceso de envejecimiento?

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Una de las consecuencias más conocidas del envejecimiento es la disminución de la función inmune, representada por la vulnerabilidad a morir de gripe y una mala respuesta a las vacunas. Pero, hace unos 20 años, se publicó un artículo que muestra que las células inmunes de personas de 80 años produjeron significativamente más señales pro-inflamatorias, lo que sugiere dos cosas malas: la disminución del sistema inmune que combate infecciones específicas, y un incremento exagerado de las reacciones no específicas que pueden conducir a la inflamación. Esto ya se ha formalizado en un concepto denominado “Inflamación del envejecimiento”, una inflamación crónica de grado menor que ahora sabemos es típica de envejecimiento. Esto podría ser responsable del deterioro y de la aparición de enfermedades en los ancianos.

¿Qué podemos hacer al respecto? La inflamación del envejecimiento parece ser una de las principales consecuencias de envejecer. ¿Se puede prevenir o curar? La clave para un buen envejecimiento y longevidad puede ser disminuir la inflamación crónica sin comprometer una respuesta aguda al exponernos a los patógenos. ¿Cómo hacemos esto? Nutrición. Lo que comemos es probablemente la herramienta más potente y flexible que tenemos para lograr una modulación crónica y sistémica del proceso de envejecimiento.

En la primera revisión sistemática que ha sido publicada sobre la asociación entre los hábitos alimenticios y los biomarcadores de inflamación, los patrones dietéticos asociados con la inflamación estuvieron casi todos relacionados con la carne o la llamada “dieta occidental”, mientras los patrones dietéticos a base de vegetales y frutas o “sanos” tendieron a estar asociados de modo inverso, es decir, a mayor cantidad de vegetales, menor inflamación.

La razón por la cual la carne se asocia con la inflamación puede ser debido tanto a la proteína animal como a la grasa animal. En el primer estudio de intervención en el que se evaluó por separado los efectos de la proteína vegetal y animal en el estado inflamatorio, y su vínculo a la obesidad y al síndrome metabólico cuando se está tratando de bajar de peso, lo que encontraron fue que una mayor ingesta de proteína de origen animal -específicamente carne- está asociado con altos niveles de marcadores inflamatorios en el plasma de adultos obesos.

La razón por la cual la obesidad está asociada con un mayor riesgo de muchos tipos de cáncer puede ser debido a la inflamación asociada con la obesidad. La inflamación inducida por la obesidad puede estimular la biosíntesis de estrógeno mediante prostaglandina en los tejidos mamarios. La inflamación puede activar la enzima que permite a los tumores de mama fabricar su propio estrógeno a través de este compuesto inflamatorio llamado prostaglandina. Si se mide el nivel de prostaglandinas en la orina de las mujeres, éste se correlaciona con el riesgo de cáncer de mama. Y ¿cómo se consiguen altos niveles de este compuesto inflamatorio? Fumando, con una dieta alta en grasas saturadas, y obesidad. ¿Por qué comer grasa saturada conduce a la producción de prostaglandinas? Porque las prostaglandinas están hechas a partir del ácido araquidónico, y el ácido araquidónico es un ingrediente importante de las grasas animales. Las grasas animales contienen ácido araquidónico, y el ácido araquidónico es lo que nuestro cuerpo utiliza para producir compuestos inflamatorios, como las prostaglandinas. Estos compuestos inflamatorios pueden entonces estimular el crecimiento del cáncer de mama, y también pueden desempeñar un papel importante en el cáncer de colon, el cáncer de pulmón y el cáncer de cabeza y cuello.

En contraste, los alimentos vegetales tienen efectos anti-inflamatorios, aunque algunas plantas son mejores que otras. Las personas que comieron cinco porciones al día de frutas y verduras altas en antioxidantes, como las bayas y los vegetales de hojas verdes, tuvieron un impacto significativamente mayor en la reducción de la inflamación sistémica y la disfunción hepática, en comparación con los que comieron cinco porciones al día de frutas y verduras bajas en antioxidantes, como los plátanos y la lechuga.

Para ver los gráficos, tablas, imágenes o citas a los que Dr. Greger se refiere, ve el video más arriba. Esto es sólo una aproximación del audio contribuida por Katie Schloer. La traducción y edición de este contenido ha sido realizada por Gabriela Malamud y Elizabeth Romo.

Considera ser voluntario/a para ayudar en la página web.

Imágenes gracias a Sara Fasullo a través de Flickr.

Una de las consecuencias más conocidas del envejecimiento es la disminución de la función inmune, representada por la vulnerabilidad a morir de gripe y una mala respuesta a las vacunas. Pero, hace unos 20 años, se publicó un artículo que muestra que las células inmunes de personas de 80 años produjeron significativamente más señales pro-inflamatorias, lo que sugiere dos cosas malas: la disminución del sistema inmune que combate infecciones específicas, y un incremento exagerado de las reacciones no específicas que pueden conducir a la inflamación. Esto ya se ha formalizado en un concepto denominado “Inflamación del envejecimiento”, una inflamación crónica de grado menor que ahora sabemos es típica de envejecimiento. Esto podría ser responsable del deterioro y de la aparición de enfermedades en los ancianos.

¿Qué podemos hacer al respecto? La inflamación del envejecimiento parece ser una de las principales consecuencias de envejecer. ¿Se puede prevenir o curar? La clave para un buen envejecimiento y longevidad puede ser disminuir la inflamación crónica sin comprometer una respuesta aguda al exponernos a los patógenos. ¿Cómo hacemos esto? Nutrición. Lo que comemos es probablemente la herramienta más potente y flexible que tenemos para lograr una modulación crónica y sistémica del proceso de envejecimiento.

En la primera revisión sistemática que ha sido publicada sobre la asociación entre los hábitos alimenticios y los biomarcadores de inflamación, los patrones dietéticos asociados con la inflamación estuvieron casi todos relacionados con la carne o la llamada “dieta occidental”, mientras los patrones dietéticos a base de vegetales y frutas o “sanos” tendieron a estar asociados de modo inverso, es decir, a mayor cantidad de vegetales, menor inflamación.

La razón por la cual la carne se asocia con la inflamación puede ser debido tanto a la proteína animal como a la grasa animal. En el primer estudio de intervención en el que se evaluó por separado los efectos de la proteína vegetal y animal en el estado inflamatorio, y su vínculo a la obesidad y al síndrome metabólico cuando se está tratando de bajar de peso, lo que encontraron fue que una mayor ingesta de proteína de origen animal -específicamente carne- está asociado con altos niveles de marcadores inflamatorios en el plasma de adultos obesos.

La razón por la cual la obesidad está asociada con un mayor riesgo de muchos tipos de cáncer puede ser debido a la inflamación asociada con la obesidad. La inflamación inducida por la obesidad puede estimular la biosíntesis de estrógeno mediante prostaglandina en los tejidos mamarios. La inflamación puede activar la enzima que permite a los tumores de mama fabricar su propio estrógeno a través de este compuesto inflamatorio llamado prostaglandina. Si se mide el nivel de prostaglandinas en la orina de las mujeres, éste se correlaciona con el riesgo de cáncer de mama. Y ¿cómo se consiguen altos niveles de este compuesto inflamatorio? Fumando, con una dieta alta en grasas saturadas, y obesidad. ¿Por qué comer grasa saturada conduce a la producción de prostaglandinas? Porque las prostaglandinas están hechas a partir del ácido araquidónico, y el ácido araquidónico es un ingrediente importante de las grasas animales. Las grasas animales contienen ácido araquidónico, y el ácido araquidónico es lo que nuestro cuerpo utiliza para producir compuestos inflamatorios, como las prostaglandinas. Estos compuestos inflamatorios pueden entonces estimular el crecimiento del cáncer de mama, y también pueden desempeñar un papel importante en el cáncer de colon, el cáncer de pulmón y el cáncer de cabeza y cuello.

En contraste, los alimentos vegetales tienen efectos anti-inflamatorios, aunque algunas plantas son mejores que otras. Las personas que comieron cinco porciones al día de frutas y verduras altas en antioxidantes, como las bayas y los vegetales de hojas verdes, tuvieron un impacto significativamente mayor en la reducción de la inflamación sistémica y la disfunción hepática, en comparación con los que comieron cinco porciones al día de frutas y verduras bajas en antioxidantes, como los plátanos y la lechuga.

Para ver los gráficos, tablas, imágenes o citas a los que Dr. Greger se refiere, ve el video más arriba. Esto es sólo una aproximación del audio contribuida por Katie Schloer. La traducción y edición de este contenido ha sido realizada por Gabriela Malamud y Elizabeth Romo.

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